DeChooch había sido muy listo en pedir a Ranger. Ranger tenía medios para lograr lo imposible.
Cerré la puerta detrás de Ranger y eché el cerrojo. Encendí la televisión y paseé por todos los canales. No había ni lucha ni hockey. Ni ninguna película interesante. Cincuenta y ocho canales y nada que ver.
Tenía muchas cosas en la cabeza y no quería pensar en ninguna de ellas. Deambulé por la casa, furiosa y aliviada al mismo tiempo de que Morelli no hubiera llamado.
No tenía nada pendiente. Había encontrado a todos. No quedaban casos abiertos. El lunes cobraría la recompensa de Vinnie y podría pagar las facturas de otro mes. Mi CR-V estaba en el taller. Todavía no había previsto ese gasto. Con un poco de suerte lo cubriría el seguro.
Me di una larga ducha caliente y al salir me pregunté quién era la rubia del espejo. Yo no, pensé. Probablemente la próxima semana iría al centro comercial a que me tiñeran el pelo de su color original. Una rubia en la familia es suficiente.
El aire que entraba por la ventana del dormitorio olía a verano, así que me decidí a dormir en ropa interior y camiseta. Se acabaron los camisones de franela hasta noviembre próximo. Me puse una camiseta blanca y me metí debajo del cobertor. Apagué la luz y me quedé así, tumbada en la oscuridad, largo rato, sintiéndome sola.
Había dos hombres en mi vida y no sabía qué pensar de ninguno de los dos. Es raro cómo salen las cosas. Morelli lleva entrando y saliendo de mi vida desde que tenía seis años. Es como un cometa que cada diez años entra en mi campo gravitatorio, me circunvala furiosamente y vuelve a salir despedido al espacio. Nuestras necesidades nunca parecen alinearse del todo.
Ranger es nuevo en mi vida. Es un elemento desconocido, que empezó como mentor y ha acabado como… ¿qué? Es difícil saber exactamente lo que Ranger quiere de mí. O lo que yo quiero de él. Satisfacción sexual. Más allá de esto no estoy segura. Me dio un escalofrío al pensar en una relación sexual con Ranger. Sé tan poco de él que, en cierto sentido, sería como hacer el amor con los ojos vendados…, pura sensación y exploración físicas. Y confianza. Ranger tiene algo que transmite confianza.
Los número azules de mi reloj digital flotaban en la oscuridad de la habitación. Era la una en punto. No podía dormir. Una imagen de Sophia apareció en mi cabeza. Cerré los ojos con fuerza para borrarla. Siguieron pasando los minutos de insomnio. Los números azules decían 1.30.
Y entonces, en el silencio del apartamento, oí el lejano click del cerrojo al abrirse. Y el leve rozar de la cadena de seguridad rota colgando de la puerta de madera. El corazón se me detuvo en el pecho. Cuando volvió a latir lo hizo tan fuerte que me nublaba la vista. Había alguien en el apartamento.
Los pasos eran ligeros. Descuidados. No se detenían periódicamente para escuchar, para observar en la oscuridad del apartamento. Intenté controlar la respiración, calmar el corazón. Sospechaba que conocería la identidad del intruso, pero aquello no lograba disminuir el pánico.
Se detuvo en la puerta del dormitorio y golpeó suavemente en el quicio.
– ¿Estás despierta?
– Ahora sí. Me has dado un susto de muerte.
Era Ranger.
– Quiero verte -dijo-. ¿Tienes una luz de noche?
– En el baño.
Trajo la luz del baño y la enchufó en una toma de corriente del dormitorio. No daba mucha luz, pero era suficiente para verle claramente.
– Bueno -dije chascándome los nudillos mentalmente-. ¿Qué pasa? ¿Está bien DeChooch?
Ranger se quitó el cinturón y lo dejó caer al suelo.
– DeChooch se encuentra perfectamente, pero tú y yo tenemos asuntos sin resolver.