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Bormental hizo un gesto hacia el aparador cuyo espejo estaba torpemente remendado.

—Zinuchka, dame un poco más de pescado, por favor —dijo el profesor.

Entretanto Bolla se había apoderado del botellón, sirviéndose una copa de vodka mientras miraba de reojo a Bormental.

—También hay que servir a los demás —hizo notar el asistente—. Y en este orden: primero a Filip Filipovich, luego a mí y en último término a usted.

Con una sonrisa irónica apenas visible, Bolla llenó las copas.

—En esta casa todo está medido y ordenado como papel pautado: la servilleta aquí, la corbata allí, "perdóneme", "por favor", "gracias". La verdadera vida es otra cosa. Ustedes se preocupan de todo eso como si todavía estuviésemos en el tiempo de los zares.

—¿Y puedo preguntarle qué se hace en “la verdadera vida”?

Bolla no contestó esta pregunta de Filip Filipovich, pero alzó su copa y brindó:

—Pues bien, les deseo a todos...

—Lo mismo para usted —interrumpió Bormental con cierta ironía.

Bolla vació su copa, hizo una mueca, acercó a su nariz un trozo de pan, lo husmeó y lo engulló mientras se le llenaban los ojos de lágrimas.

—El pasado —murmuró de pronto Filip Filipovich, como perdido en sus pensamientos.

Bormental lo miró sorprendido.

—¿Cómo dijo?

—El pasado —repitió el profesor—. No hay nada qué hacer. Klim.

Bormental lo miró a los ojos súbitamente interesado.

—¿Lo cree así, Filip Filipovich?

—No lo creo, estoy seguro.

—¿Sería posible?...

Bormental se interrumpió y observó a Bolla.

Éste tenía el rostro enfurruñado como si sospechase algo.

Später...³—dijo Filip Filipovich a media voz.

Gut 4—respondió el asistente.

³y 4En alemán, en el original (N. de la T.)

Zina trajo la pavita asada. Bormental sirvió a Filip Filipovich una copa de vino tinto y le ofreció a Bolla.

—No quiero. Prefiero vodka.

Con el rostro reluciente, la frente sudorosa, Bolla empezaba a animarse. El vino parecía haber suavizado un poco el humor de Filip Filipovich; ahora, con la mirada más serena consideraba con mayor benevolencia a Bolla, cuya cabeza negra se destacaba sobre la servilleta blanca como una mosca en un tazón de leche.

Reanimado por la comida, Bormental se sentía lleno de entusiasmo.

—Y bien, ¿qué vamos a hacer esta noche? —preguntó a Bolla.

Éste parpadeó.

—Ir al circo, es lo mejor que existe.

—Todos los días al circo —observó Filip Filipovich, bonachón—, me parece que resulta bastante aburrido. En su lugar trataría de ir alguna vez al teatro.

—No iré al teatro —contestó Bolla, hostil, y se llevó la mano a la boca para signarse.

—Eructar en la mesa corta el apetito a las otras personas —observó maquinalmente Bormental—. Perdóneme, pero... ¿qué tiene en contra del teatro?

Bolla miró en su copa vacía como en un largavista, reflexionó un instante y contestó engolando los labios:

—Es bueno para los imbéciles... Hablan, hablan... no es otra cosa más que contrarrevolución.

Filip Filipovich se apoyó contra el respaldo gótico y estalló en una carcajada que hizo brillar en su boca una verdadera empalizada de oro. Bormental se limitó a menear la cabeza.

—Debería leer un poco —propuso—, de lo contrario, sabe...

—Pero yo leo, leo...

Y con gesto rápido y ávido, Bolla volvió a servirse media copa de vodka.

—Zina —exclamó Filip Filipovich alarmado—, llévate la vodka, no queremos más. ¿Y qué lee?

En el espíritu del profesor se corporizó una imagen: una isla desierta, una palmera, un hombre vestido con pieles de animales... “Lo que le haría falta leer es Robinson...”

—Leí la... como se dice... la Correspondencia de Engels 5con ese... cómo diablos... Kautsky 6.

5y 6Federico Engels (1820-1895), fundador, junto con Carlos Marx, del Socialismo Científico y continuador de su obra; Carlos Juan Kautsky (1854-1938), socialista alemán y famoso hombre de Estado. (N. de la T.)

El tenedor de Bormental que llevaba a su boca un trozo de carne blanca quedó suspendido en el aire, y Filip Filipovich volcó un poco de vino sobre el mantel. Bolla aprovechó para beberse su vodka.

El profesor apoyó los codos sobre la mesa y dijo a Bolla mirándolo fijo:

—Permítame preguntarle lo que retuvo de esa lectura.

Bolla se encogió de hombros.

—No estoy de acuerdo.

—¿Con quién? ¿Con Engels o con Kautsky?

—Con ninguno de los dos.

—Realmente, muy interesante... Y personalmente, ¿qué propondría usted?

—¿Lo que hay que proponer? Escriben, escriben... Un congreso por aqui, alemanes por allá... La cabeza estalla. Lo que hace falta es tomarlo todo y distribuirlo.

—Era exactamente lo que yo pensaba —exclamó Filip Filipovich golpeando la mesa con la mano.

—¡Estaba seguro!

—¿Y conoce el medio de lograrlo? —preguntó Bormental, interesado.

—No hace falta buscar el medio —explicó Bolla a quien la vodka había vuelto locuaz—, no es complicado: algunos tienen departamentos de siete habitaciones y cuarenta pantalones, mientras otros vagan por las calles y buscan su comida en los tachos de basura.

—¿Naturalmente, al hablar de departamentos de siete habitaciones, alude a nosotros? —preguntó el profesor, altanero y arrugando el ceño.

Bolla agachó la cabeza y se quedó callado.

—Muy bien, no estoy en contra de la distribución ¿A cuántos pacientes mandó ayer de vuelta, doctor?

—A treinta y nueve —contestó inmediatamente Bormental.

—Hmmm... Trescientos noventa rublos. Considerando tres personas —no tendremos en cuenta a las señoras Daría Petrovna y Zina—, significa que usted me debe ciento treinta rublos. Tenga a bien pagármelos.

—¡Esta sí que es buena! —exclamó Bolla asustado—. ¿Y a qué viene?

—¡Por el grifo y el gato! —estalló Filip Filipovich abandonando el tono de tranquila ironía.

—¡Filip Filipovich! —exclamó Bormental, alarmado.

—Espere. Por el escándalo que causó y nos obligó a suspender las consultas. ¡Es intolerable! ¡Un hombre que se larga a saltar como un salvaje por todo el departamento, que arranca los grifos! ¿Y que mató el gato de la señora Polasuker? Que...

Bormental enfatizó:

—Y anteayer mordió a una señora en la escalera, Bolla.

—Usted está... —rugió Filip Filipovich.

—Me había golpeado el hocico —chilló Bolla—, no es un hocico público.

—Lo hizo porque le había pellizcado el pecho —exclamó Bormental volcando un frasco, usted es un...

Los enfurecidos gritos de Filip Filipovich cubrieron la voz del doctor.

—Usted está en el nivel más bajo de la escala de evolución, es una criatura que recién empieza a formarse, un ser mediocre desde el punto de vista del desarrollo intelectual, todos sus actos son propiamente bestiales, y en presencia de dos personas de formación superior se atreve, con intolerable desenvoltura, a dar consejos de orden cósmico, y con una estupidez también cósmica, opina respecto a la distribución de bienes... ¡Y además de todo eso, se ceba con dentífrico!