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Y yo estoy muy sola…

Y yo estoy muy borracha…

—Sí, por favor —dijo Thesme, en voz baja—. Por favor…

Sólo esperaba que Vismaan siguiera acariciándola. Pero en ese momento el gayrog deslizó un brazo alrededor de los hombros de Thesme y la levantó sin esfuerzo, con suavidad, poniéndola encima de él y soltándola. Y Thesme notó en un muslo la inconfundible, saliente rigidez masculina. ¿Qué? ¿Llevaba oculto un pene bajo las escamas, un pene que hacía surgir cuando precisaba usarlo? ¿E iba a…?

Sí.

Vismaan parecía saber qué hacer. No era humano, había mostrado duda la primera vez que se vieron respecto a si ella era macho o hembra, y sin embargo entendía perfectamente la teoría del acto sexual humano. Durante un segundo, mientras notaba que él la penetraba, Thesme se vio sobrecogida por terror, espanto y repulsión mientras se preguntaba si él le haría daño, si sería doloroso admitirlo, y pensó también que era un acto grotesco y monstruoso… La unión de una mujer y un gayrog, algo que seguramente no había sucedido jamás en la historia del universo. Thesme sintió el deseo de liberarse y echar a correr en la noche. Pero estaba demasiado aturdida, demasiado bebida, demasiado confusa para moverse. Y después se dio cuenta de que Vismaan no le causaba daño, que se movía hacia dentro y hacia fuera igual que un sereno mecanismo de precisión, y que olas de placer se extendían desde sus caderas y la forzaban a temblar y a gemir y a jadear y a apretarse al liso, correoso caparazón del gayrog…

Thesme no opuso resistencia, y gritó agudamente cuando llegó el mejor instante, y después se quedó encogida sobre el pecho del gayrog, temblorosa, gimoteando un poco, calmándose poco a poco. Ya estaba sobria. Sabía qué había hecho, y eso le sorprendió, pero más que sorpresa fue diversión. ¡Ahí va eso, Narabal! ¡El gayrog es mi amante! Y el placer había sido tan intenso, tan extremado… ¿Habría sentido Vismaan algún placer? Thesme no se atrevió a preguntar. ¿Cómo podía saberse si un gayrog sentía placer? ¿Conocían lo que era? ¿Tendría algún significado para ellos ese concepto? Thesme se preguntó si Vismaan habría hecho el amor anteriormente a una mujer. Tampoco se atrevió a preguntarlo. Vismaan había demostrado capacidad… no era exactamente un experto, pero sin duda alguna sabía cómo hacerlo, y lo había hecho con más eficacia que muchos hombres que Thesme había conocido. Ella podía explicarse por su anterior experiencia con humanos o simplemente porque su mente, clara y fría, no tenía dificultades para calcular las necesidades anatómicas. Pero Thesme no lo sabía, y dudaba que alguna vez lo supiera.

Vismaan no hizo comentarios. Thesme se abrazó a él y cayó en el sueño más profundo que había disfrutado desde hacía semanas.

6

Por la mañana Thesme se sintió extraña aunque no arrepentida. Ninguno de los dos se refirió a lo que había pasado entre ambos aquella noche. Vismaan se entretuvo con los cubos. Thesme salió de la choza al amanecer para nadar un poco y aclarar su palpitante cabeza. Después limpió los restos del festín de bilantún, preparó el desayuno y dio un largo paseo hacia el norte, hasta una cueva llena de musgo donde estuvo sentada buena parte de la mañana. Allí recordó la textura de la piel del gayrog apretado a ella, el contacto de aquellas manos en sus muslos y el violento estremecimiento de éxtasis que había recorrido su cuerpo. No podía decir que Vismaan le parecía atractivo. Lengua bífida, un cabello que parecían serpientes vivas, escamas por todo el cuerpo… no, no, lo sucedido la última noche no tenía ninguna relación con atractivo físico, decidió Thesme. Entonces, ¿por qué había ocurrido? El vino y las zokas, pensó, y su soledad, y su disposición para rebelarse contra los valores convencionales de los ciudadanos de Narabal. Entregarse a un gayrog era el mejor modo que conocía para demostrar su desafío a todo lo que creía esa gente. Pero naturalmente ese acto de desafío carecía de sentido a menos que los narabalenses lo conocieran. Thesme decidió llevar a Vismaan a Narabal en cuanto el gayrog fuera capaz de hacer el viaje. Posteriormente compartieron la cama todas las noches. Era absurdo obrar de otra manera. Pero no hicieron el amor la segunda noche, ni la tercera, ni la cuarta; permanecieron acostados juntos sin tocarse, sin hablar. Thesme se habría rendido de buena gana si él la hubiera tocado, pero Vismaan no lo hizo. Y ella tampoco tomó la iniciativa. El silencio entre ambos se convirtió en un embarazo para ella, pero temía romperlo por miedo a oír cosas que no deseaba oír: que a él le había disgustado su relación sexual, que consideraba obscenos y anormales esos actos y que lo había hecho una vez únicamente por la insistencia de Thesme, o que sabía que ella no sentía auténtico deseo por él sino que estaba utilizándole para ganar una batalla en su guerra contra el convencionalismo. Al acabar la semana, inquieta por las tensiones acumuladas tras tantas dudas no discutidas, Thesme se arriesgó a apretarse contra el gayrog al meterse en la cama, cuidando de que el gesto pareciera accidental, y él la abrazó con naturalidad y de buena gana, la cogió en sus brazos sin vacilación. Después hicieron el amor algunas noches y hubo otras que no lo hicieron, y siempre fue un incidente impensado, casual, casi trivial, algo que hacían de vez en cuando antes de que ella se durmiera, sin más misterio, sin más magia que ésa. Thesme obtuvo siempre gran placer. La rareza del cuerpo de Vismaan pronto fue invisible para ella. Vismaan empezó a caminar sin ayuda y cada día dedicaba más tiempo a hacer ejercicio. Primero acompañado de Thesme, luego, solo, el gayrog exploró los senderos de la jungla, andando con grandes precauciones al principio pero avanzando a grandes zancadas enseguida con sólo una ligera cojera. La natación favoreció el proceso curativo y Vismaan chapoteó en la laguna de Thesme durante horas seguidas, molestando al gromwark que habitaba en una lodosa madriguera en la orilla; la vieja y lenta criatura salía de su escondite y se tendía al borde de la laguna igual que un sucio y cerdoso saco que alguien hubiera abandonado allí. El animal miraba tristemente al gayrog y no regresaba al agua hasta que Vismaan terminaba de nadar. Thesme lo consolaba con tiernas yemas verdes que arrancaba aguas arriba, fuera del alcance de las pequeñas patas succionadoras del gromwark.

—¿Cuándo me llevarás a Narabal? —preguntó Vismaan durante una tarde lluviosa.

—¿Por qué no mañana? —replicó ella. Esa noche Thesme experimentó desacostumbrada excitación, y se apretó con insistencia al gayrog.

Partieron al amanecer bajo suaves aguaceros que no tardaron en hacer lugar a un brillante sol. Thesme adoptó un paso precavido, pero pronto fue obvio que el gayrog estaba totalmente restablecido, y enseguida caminaron rápidamente. Vismaan no tuvo dificultad alguna en seguir ese ritmo. Thesme se puso a hablar por los codos: indicó los nombres de todos los animales o plantas con que se topaban, explicó fragmentos de la historia de Narabal, habló de sus hermanos y hermanas y de la gente que conocía en la ciudad. Estaba desesperadamente ansiosa de que ellos la vieran acompañada del gayrog —mirad, éste es mi amante no humano, el gayrog que se acuesta conmigo— y cuando llegaron a las afueras de la población empezó a pasear la mirada por todas partes, con la esperanza de encontrar algún conocido. Pero apenas había alguien visible en las granjas de las afueras, y Thesme no reconoció a las pocas personas que había allí.

—¿Has visto cómo nos miran? —musitó a Vismaan al entrar en un barrio más habitado—. Tienen miedo de ti. Creen que eres la vanguardia de una invasión de no humanos. Y se preguntan qué hago yo contigo, por qué soy tan cortés contigo.