Llegó un yort, gordinflón y con el semblante avinagrado.
—El archirregiomando Golator Lasgia le recibirá ahora —anunció.
Se trataba de un título resonante. Pero su poseedor era una mujer esbelta, de piel morena, casi tan joven como Dekkeret, que hizo a éste un atento escrutinio con sus ojos, grandes, brillantes y solemnes. De un modo rutinario, la mujer le saludó haciendo con la mano el símbolo del pontificado y cogió el documento de credenciales que Dekkeret le tendía.
—El iniciado Dekkeret —murmuró—. Misión de investigación, por encargo de la prefectura provincial de Khyntor. No lo entiendo, iniciado Dekkeret. ¿A quién sirve usted, a la Corona o al Pontífice?
—Pertenezco al personal de lord Prestimion, tengo una categoría muy baja —dijo Dekkeret, muy violento—. Pero mientras estaba en la provincia de Khyntor, la oficina del pontificado tuvo la necesidad de investigar cierto asunto en Suvrael, y cuando los funcionarios locales descubrieron que yo iba rumbo a Suvrael, me pidieron que aceptara la misión en aras de la economía, aunque yo no estaba al servicio del Pontífice. Y…
Golator Lasgia, muy pensativa, dio golpecitos a los documentos de Dekkeret que estaban sobre el escritorio.
—¿Usted iba rumbo a Suvrael? —dijo—. ¿Puedo preguntar el motivo?
Dekkeret se ruborizó.
—Un asunto personal, y discúlpeme.
Ella no le dio más importancia.
—¿Y qué asuntos de Suvrael pueden tener un interés tan urgente para mis hermanos pontificios de Khyntor, o mi curiosidad al respecto está también fuera de lugar?
El nerviosismo de Dekkeret aumentó.
—Tiene relación con un saldo comercial desfavorable —respondió, casi incapaz de resistir aquella mirada fría y penetrante—. Khyntor es un centro de producción, comercia productos a cambio de la ganadería de Suvrael. En los últimos dos años las exportaciones de blaves y monturas de Suvrael han descendido constantemente, y ahora surgen problemas en la economía de Khyntor. Los fabricantes tienen dificultades por haber dado tanto crédito a Suvrael.
—Nada de esto es nuevo para mí.
—Me han pedido que inspeccione las tierras de pasto de Suvrael —dijo Dekkeret— para determinar si puede esperarse un alza de la producción ganadera en breve plazo.
—¿Le apetece un vaso de vino? —dijo inesperadamente Golator Lasgia.
Dekkeret, desorientado, consideró los cánones sociales. Mientras él dudaba, Golator Lasgia sacó dos frascos de vino dorado, partió los sellos con gestos decididos y tendió a Dekkeret uno de los recipientes. Dekkeret lo cogió mientras esbozaba una sonrisa de agradecimiento. El vino estaba frío, y era dulce y ligeramente efervescente.
—Vino de Khyntor —dijo ella—. De este modo contribuimos al déficit comercial de Suvrael. La respuesta, iniciado Dekkeret, es que durante el último año del Pontífice Prankipin una terrible sequía azotó el continente… Y usted, iniciado, tal vez se pregunte qué diferencia hay aquí entre un año de sequía y un año de lluvias normales, pero hay diferencia, iniciado, hay una diferencia notable… Y las regiones de pastos sufrieron. No había forma alguna de alimentar al ganado, así que sacrificamos tantas reses como podía absorber el mercado, y vendimos gran parte de las existencias restantes a rancheros de Zimroel occidental. No mucho después de que Confalume llegara al Laberinto, volvieron las lluvias y la hierba empezó a crecer en las sabanas. Pero cuesta varios años volver a formar los rebaños. Por lo tanto el desequilibrio comercial continuará algún tiempo, y luego se corregirá. —La mujer sonrió sin cordialidad—. Bien. Le he ahorrado los inconvenientes de un insípido viaje al interior.
Dekkeret se percató de que sudaba mucho.
—A pesar de todo, debo hacerlo, archirregiomando Golator Lasgia.
—No averiguará más que lo que acabo de explicarle.
—No pretendo ser irrespetuoso. Pero la misión me exige en concreto que vea con mis propios ojos… Ella cerró los suyos un momento.
—Llegar a las tierras de pasto en estos momentos significaría para usted grandes dificultades, extrema incomodidad física, quizá considerable riesgo personal. Si yo fuera usted, me quedaría en Tolaghai, probaría las diversiones que hay aquí y me ocuparía de ese asunto personal que le ha traído a Suvrael. Y después de un intervalo apropiado, redactaría el informe en consulta con esta oficina y volvería a Khyntor.
Inmediatas sospechas florecieron en el pensamiento de Dekkeret. La sección del gobierno para la que trabajaba aquella mujer no siempre cooperaba con el personal de la Corona. Ella, de un modo muy diáfano, intentaba ocultar algo que estaba pasando en Suvrael. Y aunque la misión de investigación sólo era un pretexto para viajar por Suvrael, y no la tarea fundamental, Dekkeret tenía que considerar su carrera, y si permitía que un archirregiomando pontificio le embaucara con tanta facilidad, después las pasaría mal. Dekkeret se arrepintió de haber aceptado el vino. Mas para ocultar su confusión se concedió aún una serie de suaves sorbos.
—Mi sentido del honor —dijo por fin— no me permitiría seguir un curso tan fácil.
—¿Cuántos años tiene, iniciado Dekkeret?
—Nací en el duodécimo año del reinado de lord Confalume.
—Sí, en ese caso su sentido del honor seguirá causándole escozor. Venga, acompáñeme a mirar este mapa.
La mujer se levantó resueltamente. Dekkeret no esperaba que fuera tan alta, casi igualaba su estatura, y ese detalle le confería una apariencia de fragilidad. Su cabello, moreno y muy rizado, emitía una fragancia sorprendente que destacaba incluso sobre el aroma del fuerte vino. Golator Lasgia tocó la pared y apareció un mapa de Suvrael en brillantes tonalidades ocre y castaño rojizo.
—Esto es Tolaghai —dijo ella, tocando la punta noroeste del continente—. Las tierras de pasto están aquí. —Indicó una franja que empezaba a mil o mil doscientos kilómetros tierra adentro y se extendía en irregular círculo alrededor del desierto, en el corazón de Suvrael—. De Tolaghai parten tres puntos principales al territorio ganadero. Ésta es la primera. En la actualidad está azotada por tormentas de arena y ninguna clase de transporte puede usarla con seguridad. Ésta es la segunda ruta: aquí tenemos algunos problemas con bandidos cambiaspectos, y también está cerrada a los viajeros. La tercera ruta es la del paso de Khulag, pero esa carretera ha caído en desuso últimamente, y un brazo del gran desierto ha empezado a invadirla. ¿Se percata de los problemas?
Dekkeret se esforzó en mantener la calma.
—Dado que Suvrael se dedica a criar ganado para exportarlo, y puesto que todas las rutas entre las tierras de pasto y el puerto principal están bloqueadas, ¿es correcto afirmar que la falta de pasto es la verdadera causa del reciente descenso en la exportación de ganado?
Golator Lasgia sonrió.
—Hay otros puertos. En ellos embarcamos la producción en la situación actual.
—Bien, entonces, si voy a uno de esos puertos, encontraré una carretera que me lleve al territorio ganadero.
La mujer volvió a tocar el mapa.
—Desde el invierno pasado el puerto de Natu Gorvinu es el centro del comercio ganadero. Es éste, en la parte oriental, frente a la costa de Alhanroel, a diez mil kilómetros de aquí.