Finalmente llegaron a una especie de anfiteatro, bien conservado, anillos y más anillos de asientos de piedra que se extendían hacia fuera formando un extenso arco. En el centro se alzaba una mesa de piedra y varios bancos del mismo material, y en la mesa había una botella y una taza. ¡De modo que ése era el lugar de la Prueba! Y ahora, conjeturó Tisana, yo y la vieja Vandune compartiremos el vino, nos echaremos en el liso suelo de arena y haremos una sesión de interpretación. Y cuando nos levantemos Vandune sabrá si debe inscribir a Tisana de Falkynkip en la nómina de oráculos.
Pero las cosas tampoco fueron así. Vandune señaló la botella.
—Contiene vino onírico —dijo—. Sírvete tanto como quieras, bebe, examina el interior de tu alma. Tú misma te harás la Prueba.
—¿Yo? Vandune sonrió.
—¿Qué otra persona puede probarte? Adelante. Bebe. Volveré más tarde.
La anciana tutora inclinó la cabeza y se alejó. La cabeza de Tisana rebosaba de preguntas, mas la consumada se controló, puesto que percibía que la Prueba ya había empezado y que la primera parte de ella era no formular preguntas. Perpleja, vio que Vandune cruzaba una brecha del muro del anfiteatro y desaparecía en un nicho. No hubo más sonidos después, ni siquiera una pisada. Con el total silencio de la desierta ciudad, la arena parecía estar rugiendo, aunque en silencio. Tisana frunció el ceño, sonrió, se echó a reír… estruendosas carcajadas que levantaron lejanos ecos. ¡Estaban gastándole una broma! ¡Idea tu Prueba, ése era el secreto! ¡Que tengan miedo de ese día, luego las lleváis a las ruinas y explicáis que ellas mismas deben dirigir el espectáculo! Atrás quedaban las temerosas previsiones de espantosas experiencias y los fantasmas inventados por el alma.
Pero ¿cómo…?
Tisana se alzó de hombros. Sirvió vino, bebió. Vino dulce, tal vez de otro año. La botella era grande. Muy bien: soy una mujer grande. Se sirvió otro trago. Tenía el estómago vacío; casi al instante sintió que el líquido abrasaba su cerebro. Sin embargo bebió una tercera taza.
El sol ascendía rápidamente. El borde delantero de la luz había llegado a la parte más alta del muro del anfiteatro.
—¡Tisana! —gritó. Y replicó a su grito—: ¿Sí, Tisana?
Se echó a reír. Bebió otra vez.
Jamás había bebido vino onírico a solas. Ese vino siempre se tomaba en presencia de alguien, bien durante una sesión de interpretación o bien en compañía de una tutora. Beberlo a solas era como formular preguntas a la imagen de uno mismo. Tisana experimentó el tipo de confusión que resulta de hallarse entre dos espejos y ver la imagen repetida a ambos lados hasta el infinito.
—Tisana —dijo—, ésta es tu Prueba. ¿Eres apta para ser oráculo?
—He estudiado cuatro años —respondió—, y antes pasé otros tres en la peregrinación a la Isla. Conozco los siete sueños engañosos y los nueve sueños instructivos, los sueños de citación, los sueños…
—Muy bien. Pasa por alto todo eso. ¿Eres apta para ser oráculo?
—Soy muy estable. Tengo un alma tranquila.
—Estás evadiendo la pregunta.
—Soy fuerte, estoy capacitada. Tengo poca malicia. Deseo servir al Divino.
—¿Qué opinas de servir al prójimo?
—Sirvo al Divino sirviendo al prójimo.
—Una respuesta muy elegante. ¿Quién te dijo esa frase, Tisana?
—Se me ha ocurrido. ¿Puedo beber más?
—Como gustes.
—Gracias —dijo Tisana.
Bebió. Se sentía mareada, aunque no borracha, y la misteriosa facultad del vino onírico para unir mentes no era visible, ya que ella estaba sola y despierta.
—¿Cuál es la siguiente pregunta? —dijo.
—Todavía no has respondido la primera.
—Formula la siguiente.
—Sólo hay una pregunta, Tisana. ¿Eres apta para ser oráculo? ¿Puedes sosegar las almas de los que recurran a ti?
—Lo intentaré.
—¿Ésa es tu respuesta?
—Sí —dijo Tisana—. Ésa es mi respuesta. Déjame sola y lo intentaré. Soy una mujer de buena voluntad. Poseo pericia y tengo deseos de ayudar a otras personas. Y la Dama me ha ordenado que sea oráculo.
—¿Te acostarás junto a todos los que te necesiten? ¿Con humanos, gayrogs, skandars, liis, vroones y todas las razas del mundo?
—Con todos —dijo Tisana.
—¿Los librarás de sus confusiones?
—Si puedo, lo haré.
—¿Eres apta para ser oráculo?
—Déjame intentarlo, y entonces lo sabremos —dijo Tisana.
—Eso me parece justo —dijo Tisana—. No tengo más preguntas.
Sirvió el resto del vino y lo bebió. Después se quedó sentada tranquilamente mientras el sol subía y aumentaba el calor diurno. Estaba totalmente serena, sin impaciencia, sin malestar. Habría estado así día y noche, si hubiera sido preciso. Pasó, quizás, una hora, o un poco más, y de pronto apareció Vandune.
—¿Has terminado la Prueba? —dijo la anciana, en voz baja.
—Sí.
—¿Cómo ha ido?
—He aprobado —dijo Tisana. Vandune sonrió.
—Sí. Estaba segura de que aprobarías. Vamos. Debemos hablar con la superiora y hacer preparativos para tu futuro, oráculo Tisana.
Regresaron a la casa capitular con idéntico silencio que antes, caminando con rapidez pese al creciente calor. Casi era mediodía cuando salieron de la zona de ruinas. Las novicias y comprometidas que trabajaban en el campo se disponían a entrar en la casa para comer. Todas miraron a Tisana con expresión de incertidumbre, y Tisana contestó con una sonrisa, una sonrisa alegre y tranquilizadora.
Al entrar en el edificio principal se toparon con Freylis, que se cruzó con Tisana como por casualidad, y le lanzó una rápida mirada de preocupación.
—¿Y bien? —preguntó Freylis, en tono tenso.
Tisana sonrió. Sintió el impulso de contestar: «No ha sido nada, una broma, una formalidad, un simple ritual, la Prueba real tuvo lugar hace mucho tiempo». Pero Freylis tendría que descubrirlo por sí misma. Ahora estaban separadas por un abismo, porque Tisana era oráculo y Freylis seguía siendo una comprometida.
—Todo va bien —se limitó a replicar Tisana.
—Estupendo. ¡Oh, qué estupendo, Tisana, qué estupendo! ¡Me alegro por ti!
—Te doy las gracias por tu ayuda —dijo seriamente Tisana.
De pronto una sombra cruzó el patio. Tisana levantó la cabeza. Una nubécula negra, como la de ayer, erraba por el cielo. Un fragmento descarriado, sin duda, de una tormenta de la distante costa. Estaba suspendida como si un gancho la atara al chapitel de la casa capitular, y pareció que se abría un cerrojo, porque de improviso la nube liberó gruesas gotas de agua.
—¡Mira! — dijo Tisana—¡Está lloviendo otra vez! ¡Vamos, Freylis! ¡Vamos a brincar!
IX
UNA LADRONA DE NI-MOYA
Hacia el fin del séptimo año de la restauración de lord Valentine, llegan noticias al Laberinto de que la Corona efectuará una pronta visita… y esas noticias hacen que el pulso de Hissune se dispare y que su corazón se desboque. ¿Va a ver a la Corona? ¿Se acordará de él lord Valentine? Una vez la Corona se tomó la molestia de llamarle al mismísimo Monte del Castillo para la segunda ceremonia de coronación; seguramente la Corona debe recordarle, seguramente lord Valentine tendrá algún recuerdo del niño que…