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Cuando terminó el período de luto y tuvo oportunidad de ocuparse de tales asuntos, Inyanna llamó a un administrador y ordenó que se llevaran al Gran Bazar generosos obsequios monetarios, para el ladrón Agourmole y los miembros de su familia. De ese modo Inyanna dejaba claro que no los había olvidado.

—Hágame saber las palabras exactas de estas personas cuando reciban las bolsas —ordenó al administrador.

Inyanna esperaba que sus amigos se referirían cordialmente a los viejos tiempos pasados juntos, pero el administrador explicó que ninguno había dicho nada de interés, que se habían limitado a expresar sorpresa y gratitud para con lady Inyanna… con la excepción de un joven llamado Sidoun, que había rechazado su regalo y fue imposible obligarle a aceptarlo. Inyanna sonrió tristemente y ordenó que los veinte reales de Sidoun fueran repartidos entre niños de las calles. Después Inyanna no vio más a los ladrones del Gran Bazar y jamás se acercó al lugar.

Pocos años más tarde, mientras visitaba las tiendas de la Galería Telaraña, lady Inyanna vio dos hombres de aspecto sospechoso en el comercio dedicado a la venta de tallas hechas con hueso de dragón. Por sus movimientos y por su forma de intercambiar miradas, Inyanna dedujo que eran ladrones, gente que estaba tramando la forma de distraer al vendedor para cometer un robo. Inyanna los observó con más atención y se dio cuenta de que los había visto en otra ocasión, porque uno era un hombre bajito y rollizo y el otro alto, de piel pálida y cara llena de bultos. Inyanna dio órdenes por gestos a sus acompañantes, que silenciosamente rodearon a los dos desconocidos.

—Uno de vosotros es Steyg, y el otro Vezan Ormus, aunque he olvidado quién es quién —dijo Inyanna—. Por otra parte, recuerdo perfectamente los detalles de nuestro encuentro.

Los ladrones intercambiaron miradas de alarma.

—Señora, está confundida —dijo el más alto—. Me llamo Elakon Mirj, y mi amigo se llama Thanooz.

—Es posible, ahora. Pero cuando visitasteis Velathys hace años teníais otros nombres. Veo que os habéis graduado, de timadores habéis pasado a ladrones, ¿eh? Decidme una cosa: ¿cuántos herederos de Vista de Nissimorn descubristeis antes de que el juego empezara a ser aburrido?

Había pánico en los ojos de los dos hombres. Parecían estar calculando la posibilidad de correr hacia la puerta burlando la vigilancia de los hombres de Inyanna. Pero ello habría sido una temeridad. Los guardianes de la Galería Telaraña estaban sobre aviso y se habían congregado en el pasillo.

—Somos honrados comerciantes, señora, y nada más —dijo el ladrón bajito, tembloroso.

—Sois incorregibles bribones —dijo Inyanna— y nada más. Negadlo otra vez y haré que os embarquen rumbo a Suvrael para hacer trabajos forzados.

—Señora…

—Decid la verdad —dijo Inyanna.

—Admitimos la acusación —dijo el hombre alto. Los dientes le castañeaban—. Pero eso fue hace mucho tiempo. Si le causamos daño, la indemnizaremos.

—¿Causarme daño? ¿Causarme daño? —Inyanna se rió—. No, me prestasteis el mayor servicio que una persona puede hacer. Sólo siento gratitud hacia vosotros. Porque debéis saber que yo era Inyanna Forlana, una tendera de Velathys a la que timasteis veinte reales, y ahora soy lady Inyanna de Ni-moya, señora de Vista de Nissimorn. De ese modo el Divino protege al débil y transforma lo malo en bueno. —Llamó a los guardianes—. Lleven a estos dos a los agentes imperiales y expliquen que yo prestaré declaración contra ellos en otro momento, pero que solicito merced para ellos, quizá una condena de tres meses de mendigar por las calles o algo similar. Y después creo que os emplearé a los dos. Sois insignificantes bribones, pero inteligentes, y es mejor que estéis cerca, donde se os pueda vigilar, que sueltos para engañar a los incautos.

Inyanna hizo un gesto con la mano. Los guardianes se llevaron a los ladrones.

—Lamento la interrupción —dijo Inyanna, dirigiéndose al vendedor—. Bien, respecto a estas tallas de los emblemas de la ciudad, que usted opina que valen doce reales cada una… ¿qué le parecería treinta reales por el lote, y quizá con el añadido de la miniatura de bilantún para redondear…?

X

VORIAX Y VALENTINE

Entre las vidas indirectas que Hissune ha experimentado en el Registro de Almas, la de Inyanna Forlana es quizá la más próxima a su corazón. Ello se debe en parte a que Inyanna es una mujer contemporánea y el mundo que habita es menos extraño que el del pintor espiritual, el del capitán de barcos o el de Thesme de Narabal. Pero el principal motivo de que Hissune se sienta emparentado con la ex tendera de Velathys es que ésta partió prácticamente de la nada, e incluso perdió lo poco que tenía, cosa que no le impidió obtener poder, grandeza y, sospecha Hissune, cierta satisfacción. Él sabe que el Divino ayuda a los que se ayudan a sí mismos, e Inyanna es muy parecida a él en ese sentido. Naturalmente se vio acompañada por la suerte, atrajo la atención de las personas precisas en el momento preciso, y estas personas se preocuparon de que llegara a buen puerto. Pero ¿acaso un individuo no moldea también su suerte? Hissune, que estuvo en el lugar preciso cuando lord Valentine llegó al Laberinto hacía años, es de ese parecer. No sabe qué sorpresas y placeres le deparará la fortuna, no sabe cuál es la mejor forma de moldear su destino para obtener algo más elevado que el puesto de empleado del Laberinto que ocupa desde hace tanto tiempo. Actualmente tiene dieciocho años, y esa edad le parece excesiva para iniciar el ascenso hacia la grandeza. Pero él recuerda que Inyanna, con los primeros años, vendía potes de barro y rollos de tela en el peor barrio de Velathys y acabó heredando Vista de Nissimorn. Imposible saber el futuro. Caramba, lord Valentine podría llamarle en cualquier momento… Lord Valentine, que llegó al Laberinto la semana pasada y ocupa ahora los suntuosos aposentos reservados para la Corona cuando reside en la capital del pontificado, lord Valentine podría llamarle y decirle: «Hissune, ya has trabajado demasiado en este sucio lugar. ¡A partir de ahora vivirás conmigo en el Monte del Castillo!»

En cualquier momento, sí. Pero Hissune no tiene noticias de la Corona y no espera tener ninguna. Es una bonita fantasía, pero él no piensa atormentarse con falsas esperanzas. Hissune prosigue su monótono trabajo y medita en lo que ha aprendido en el Registro de Almas. Dos días después de compartir la vida de la ladrona de Ni-moya vuelve al Registro y, con el mayor atrevimiento, investiga en el índice si existe alguna grabación del alma de lord Valentine. Sabe que es una imprudencia, que se arriesga, que está tentando a la suerte; no se sorprenderá si se encienden luces y suenan alarmas y llegan guardias armados a detener al joven fisgón que, sin una brizna de autoridad, intenta penetrar en la mente y en el espíritu de la misma Corona. Lo que sorprende a Hissune es el resultado reaclass="underline" la vasta máquina se limita a informarle que dispone de una sola grabación de lord Valentine, realizada hace mucho tiempo, en su adolescencia. Hissune, insolente, no titubea. Se apresura a apretar las teclas activadoras.