Kerstin rompió a reír y Patrik se percató, admirado, de que su semblante parecía más dulce cuando reía. Luego volvió a adoptar una expresión grave.
– Pero, de todos modos, me cuesta creer que Ola tenga algo que ver con la muerte de Marit. Ya hacía tiempo que no discutían y… bueno, no sé. Sencillamente, no me parece verosímil.
– Y la persona que llamaba y les escribía, ¿no tiene ni idea de quién pudiera ser? ¿No habló ella de ningún cliente de la tienda que mostrase un comportamiento extraño o algo parecido?
Kerstin se esforzó por recordar durante unos minutos, pero terminó por negar despacio con la cabeza.
– No, la verdad es que no recuerdo a nadie. Quizá ustedes tengan más suerte -dijo señalando el montón de cartas.
– Sí, esperemos que así sea -asintió Patrik volviendo a guardar las cartas cuidadosamente en la bolsa. El y Martin se levantaron-. Entonces, podemos llevarnos las cartas, ¿verdad?
– Sí, desde luego, no quiero volver a verlas nunca más.
Kerstin los acompañó hasta la puerta y les estrechó la mano al despedirse.
– ¿Me avisarán cuando sepan algo definitivo sobre…? -Kerstin no terminó la pregunta. Patrik asintió.
– Sí, le prometo que la llamaré en cuanto sepamos algo más. Gracias por dedicarnos su tiempo en estos momentos tan… difíciles.
La mujer asintió sin más y cerró la puerta. Patrik miró la bolsa que llevaba en la mano.
– ¿Qué te parece si enviamos hoy mismo un paquetito al laboratorio de criminalística? -le preguntó.
– Me parece una idea excelente -convino Martin, ya camino de la comisaría. Ahora, al menos, tenían por dónde empezar.
– Pues sí, tenemos grandes esperanzas en este proyecto. Empezáis a emitir el lunes, ¿no?
– Sí señor, entonces será el gran día -respondió Fredrik obsequiando a Erling con una amplia sonrisa.
Estaban en la gran sala del Consejo Municipal, en una pequeña sección con una mesa rodeada de sillones. Aquélla fue una de las primeras medidas de Erling, cambiar el aburrido mobiliario de las dependencias municipales por muebles de verdad, con clase y de calidad. No le había costado el menor trabajo colar aquella factura en la contabilidad. ¿Acaso no iban a poder comprar mobiliario de oficina?
La piel del sillón rechinó un poco cuando Fredrik cambió de postura, antes de continuar:
– Estamos muy satisfechos con las grabaciones que hemos hecho hasta ahora. Bueno, no puede decirse que haya mucha acción, pero es buen material para presentar a los participantes, para marcar el tono, vamos. Luego ya es cosa nuestra conseguir que surjan desavenencias, a ver si recibimos críticas como es debido. Creo que mañana por la tarde se celebra aquí una fiesta o algo así, puede ser un buen escenario en el que empezar. O mucho me equivoco, o los participantes animarán el ambiente de lo lindo.
– Sí, bueno, nosotros queremos que Tanum suene en los medios tanto como sonaron Amal y Töreboda. -Erling daba caladas a su cigarro sin dejar de observar al productor a través de la cortina de humo-. ¿Seguro que no quieres un habano? -le preguntó señalando con la cabeza el estuche que había sobre la mesa. El humidor, como él solía decir, con acento en la o. Aquello era importante, claro. Sólo los aficionados guardaban sus habanos en una caja cualquiera. Los verdaderos entendidos, en cambio, tenían humidores.
Fredrik Rehn meneó la cabeza.
– No, gracias, yo me limito a fumar palillos de veneno normales y corrientes -respondió sacando del bolsillo un paquete de Marlboro antes de encender un cigarrillo. El humo empezaba a adensarse en torno a la mesa.
– En fin, no necesito decir lo importante que es que tengamos verdadera difusión en las próximas semanas. -Erling dio otra calada-. Amal ocupó las primeras páginas como mínimo una vez a la semana durante el período de grabación del programa, y Tóreboda incluso mucho después. Espero que nosotros tengamos la misma cobertura, como mínimo -dijo utilizando el puro para subrayar sus palabras.
El productor no se dejó amedrentar. Estaba acostumbrado a tratar con jefes de programación seguros de sí mismos y no le asustaba uno venido a menos que se había convertido en obispillo de un pueblucho de nada.
– Habrá titulares, habrá titulares. Si la cosa no marcha, echaremos algo de leña al fuego y asunto concluido. Créeme, sabemos exactamente qué botones pulsar con esta gente. No son muy complicados que digamos -aseguró entre risas, que Erling coreó sin dudar. Fredrik continuó-: En realidad, la cuenta es muy sencilla. Juntamos a un grupo de jóvenes imbéciles y ansiosos de salir en televisión, añadimos un montón de alcohol y de cámaras siempre grabando a su alrededor. Duermen poco, comen mal y se hallan siempre bajo la presión que ejercemos nosotros y los televidentes para que hagan algo, para que se hagan notar. Si no lo consiguen, ya se pueden ir olvidando de darse paseos por los bares, de colarse para entrar en los clubes nocturnos, de verse rodeados de tías a todas horas o de que les paguen por posar desnudos. Créeme, están lo bastante motivados como para provocar titulares y generar buenos niveles de audiencia, y nosotros tenemos las herramientas adecuadas para ayudarles a canalizar esa energía.
– Bueno, parece que sabes lo que haces. -Erling se inclinó y golpeó el puro contra el borde del cenicero para hacer caer una larga columna de ceniza-. Aunque admito que no comprendo cuál es la gracia de estos programas. Jamás se me ocurriría verlo si no tuviera un interés tan particular justo en este programa. Los que se hacían antes, ésos sí eran programas de televisión. Aquello sí que era televisión de calidad. Här är ditt liv, Gäster med gester, Gäst hos Hagge… . [4] Ya no quedan presentadores como Lasse Holmqvist y Hagge Geigert.
Fredrik Rehn contuvo un impulso de hacer un gesto de desprecio. ¡Que los carcamales anduviesen siempre dando la murga con lo buenos que eran antes los programas de la televisión! Pero, si los sentaban delante de uno de esos espacios con el tal Hagge o como se llamara, no tardarían ni diez minutos en dormirse. Eran soporíferos. Sin embargo, sonrió a Erling como si estuviese completamente de acuerdo con él, pues le interesaba tenerlo de su lado.
– Se sobreentiende que aquí no queremos que nadie corra peligro ni lo pase mal -prosiguió Erling con el ceño fruncido. Un ceño que le había sido de gran utilidad durante sus años de jefazo. En efecto, después de no poco entrenamiento, había conseguido que pareciese auténtico.
– Desde luego que no -convino el productor, intentando parecer tan preocupado e interesado como Erling-. Estamos muy pendientes de cómo se encuentran los participantes e incluso hemos contratado los servicios de un profesional con el que podrán hablar mientras estén aquí.
– Y ¿a quién habéis recurrido? -preguntó Erling al tiempo que dejaba el habano, del que no quedaba ya más que una porción minúscula.
– Pues tuvimos la fortuna de dar con un psicólogo que se ha mudado a Tanum recientemente. A su mujer la han trasladado a la comisaría de aquí. Resulta que tiene una trayectoria profesional impecable, así que tuvimos suerte. Hablará con los participantes, tanto de forma individual como en grupo, un par de veces a la semana.
– Estupendo, estupendo -se congratuló Erling asintiendo-. Nos preocupa muchísimo que todos se encuentren bien -insistió con una sonrisa paternal.
– En ese punto, estamos totalmente de acuerdo -respondió el productor devolviéndole la sonrisa. Pero la suya no fue tan paternal.
Calle Stjernfelt miraba con repugnancia los restos de comida de los platos. Allí estaba, sin saber qué hacer, con la mascarilla en una mano y el plato en la otra.
– ¡Joder, qué cosa más asquerosa! -exclamó sin apartar la vista de los restos de patata, salsa y carne, mezclados hasta formar un mejunje imposible de identificar-. Oye, Tina, ¿cuándo vamos a cambiar de puesto, eh? -le preguntó con frustración cuando la joven salió de la cocina y pasó ante él con dos platos de comida elegantemente servidos.
[4] Literal y respectivamente: «Ésta es tu vida», basado en el americano This Is Your Life; «Invitados con gestos», en el que un famoso debía adivinar la identidad de otro interpretando la mímica de un tercero, y «Los invitados de Hagge», entrevistas a celebridades del espectáculo y la cultura suecos. (TV. de la T.)