La gente empezaba a acudir en masa a la granja donde se celebraría el baile. Habían retirado las camas de los participantes y cada uno de ellos guardó bajo llave sus objetos personales. Aún no se le había permitido la entrada a nadie, de modo que la cola iba creciendo como una serpentina por todo el aparcamiento. Las chicas estaban ateridas de frío y daban saltitos para entrar en calor. El fresco viento primaveral hacía cuanto estaba en su mano para que se arrepintieran de haberse puesto las faldas más cortas y las camisetas más escotadas del armario. Sin embargo, las caras de cuantos formaban la cola expresaban la misma expectación. Aquello era lo más espectacular que había ocurrido en Tanum desde hacía años. Llegaron jóvenes de toda la comarca e incluso de más allá, de Strömstad y de Uddevalla. Todos observaban ansiosos la puerta que no tardaría en abrirse. Al otro lado se hallaban sus héroes, sus ídolos, los que habían logrado alcanzar aquello con lo que ellos mismos soñaban: ser famosos; recibir invitaciones a fiestas en las que codearse con otros famosos; salir en televisión. ¿Quién podía saberlo? Quizá aquella noche consiguieran apropiarse de un poco de ese brillo, hacer algo que atrajese la atención de las cámaras hacia ellos. Como le ocurrió a aquella chica en Fucking Töreboda. Consiguió ennoviarse con Andreas, el de El bar, y desde entonces también ella había participado varias veces en el programa. ¡Si lograran algo así! Las chicas se ajustaban la ropa nerviosas, sacaban la barra de labios del bolso y mejoraban lo existente con una capa más. Se arreglaban el pelo y se ponían laca e intentaban comprobar el resultado en pequeños espejos. La expectación vibraba en el ambiente.
Fredrik Rehn vio la cola desde la ventana y se echó a reír.
– Mirad, chicos, ahí vienen los figurantes. Venga, tenemos que sacarle a lo de esta tarde todo el partido posible, ¿eh? No os reprimáis, ¿vale? Bebed y divertíos y haced lo que os apetezca. -Entornó los ojos, antes de proseguir-. Pero hacedlo delante de las cámaras. Que a nadie se le ocurra escabullirse y pasarlo bien por su cuenta, ¿eh? Eso sería incumplimiento de contrato.
– Joder, suenas como Drinkenstierna [5] -observó Calle. Varios de sus compañeros asintieron y acogieron con risas el comentario; todos menos Jonna, que no conocía sus celebérrimas giras por los bares.
Fredrik sonrió, pero con la mirada sombría.
– Bueno, haré como que no lo he oído, pero yo tengo clarísimo lo que queremos conseguir esta noche: entretener a la gente. Habéis sido elegidos porque sabéis darle marcha a cualquier sitio, y ésa es aquí vuestra misión. No lo olvidéis ni un segundo. No hemos invertido un montón de dinero en una producción como ésta sólo para que vosotros seis os distraigáis un poco bebiendo e incrementando vuestras posibilidades de ligar. Habéis venido a trabajar…
– Y entonces, ¿qué coño hace Jonna aquí? -preguntó Uffe riendo y mirando a su alrededor en busca de apoyo-. Ella no sería capaz de darle marcha ni a una residencia de ancianos…
Todos estaban ya acostumbrados a la crudeza de sus burlas, y Jonna no se molestó siquiera en levantar la vista, que mantenía fija en el suelo.
– Jonna ha alcanzado una enorme popularidad entre las chicas de catorce a diecinueve años. Muchas se identifican con ella, por eso la reclutamos para el programa. -Fredrik se dirigió a todo el grupo, pero, en su fuero interno, no pudo evitar darle la razón a Uffe. Aquella chica era como un agujero negro social. Absolutamente deprimente. Sin embargo, la decisión de admitirla vino
de las altas esferas, de modo que no había más remedio que aceptarlo.
– Bueno, entonces, todo el mundo tiene claro lo que toca esta noche, ¿no? ¡Marcha, marcha, marcha! -exclamó señalando obsequioso la mesa preparada con las bebidas-. Y, cuando Tina interprete su canción, la animamos todos, ¿verdad? -preguntó mirando a Uffe, que respondió con un bufido.
– Bueno, sí, lo que tú digas. A ver, ¿podemos empezar a beber ya o qué?
– Claro, adelante -respondió Fredrik con una sonrisa que dejó al descubierto una hilera reluciente de dientes blancos-. ¡Esta noche haremos buena televisión! -Los animó con los dos pulgares en alto.
Un murmullo disperso le confirmó que habían oído sus palabras. Acto seguido, se lanzaron sobre las bebidas.
La gente que guardaba cola ya empezaba a entrar.
Cuando Patrik llegó a casa, Anna estaba preparando la cena. Erica se encontraba en la sala de estar, viendo con los niños el programa infantil Bolibompa. Maja manoteó entusiasmada cuando apareció en la pantalla el oso Björne, y Emma y Adrian parecían estar en trance. A Erica le rugía el estómago y, muerta de hambre, olisqueó el aire: un exquisito aroma a comida tailandesa le llegó desde la cocina. Anna le había prometido cocinar algo que fuese rico y ligero a la vez y, a juzgar por el olor, había mantenido la primera parte de su compromiso.
– Hola, cariño -saludó Erica sonriente cuando Patrik entró en la sala. Parecía agotado. Y, además, después de observarlo con algo más de atención, algo sucio.
– ¿Qué has estado haciendo hoy? Pareces un poco… mugriento -le dijo al tiempo que le señalaba la camisa.
Patrik se miró la ropa y dejó escapar un suspiro. Empezó a desabotonarse la camisa.
– Estuve en el archivo de la comisaría, que está lleno de polvo, buscando unos papeles. Subo a darme una ducha rápida y a cambiarme y te lo cuento luego.
Erica lo vio desaparecer escaleras arriba en dirección al dormitorio y fue a la cocina.
– ¿No acaba de llegar Patrik? Me ha parecido oír la puerta -dijo Anna sin apartar la vista de las cacerolas.
– Sí, era Patrik. Pero ha subido a ducharse y a cambiarse de ropa. Parece que hoy ha tenido un día duro en el trabajo.
Ahora Anna levantó la vista de los fogones.
– Vale, pues si me ayudas a poner la mesa, estará todo listo para cuando baje.
Justo a tiempo. Cuando Patrik bajaba la escalera con el pelo mojado y el chándal de estar por casa, Anna colocaba la cacerola en la mesa.
– ¡Ñam! ¡Qué bien huele! -exclamó dedicándole una sonrisa a Anna. El ambiente en casa era totalmente distinto desde que su cuñada había despertado de nuevo a la vida.
– Un guiso tailandés, a base de leche de coco desnatada. Guarnición de arroz integral y verduras cocidas en el wok.
– ¿A qué vienen esas ansias de comida saludable? -preguntó Patrik un tanto escéptico, ya menos seguro de que el sabor de la comida hiciese honor al aroma.
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