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Gösta asintió con gesto cansino. Una misión concreta… Se le hacía pesada aun antes de comenzar.

– Muy bien -dijo Patrik dando una palmada, señal de que daba por concluida la reunión-. Tenemos trabajo.

Todos murmuraron algo a modo de respuesta y se fueron levantando. Patrik los observó mientras salían de la sala. Se

preguntaba si eran conscientes de que las fuerzas de la naturaleza se desatarían sobre ellos en breve. Dentro de muy poco tiempo, los focos de toda Suecia apuntarían a Tanumshede. Tendrían que acostumbrarse a ver el nombre de su pueblo en las primeras páginas de todos los periódicos, de eso estaba seguro.

Joder, esto va a ser fantástico! Huele a éxito a cien kilómetros.

En el reducido espacio del autobús del estudio, Fredrik Rehn le dio al técnico una contundente palmada en la espalda. Habían revisado el material del día anterior y ya habían empezado a hacer los cortes. A Fredrik le gustó lo que había visto, pero incluso lo bueno podía mejorarse.

– ¿Podríamos añadir más abucheos mientras canta Tina? En la cinta resultan muy pocos y, bueno, teniendo en cuenta lo mal que lo hizo, merece algo más de presión.

Se echó a reír mientras el técnico asentía entusiasmado. Más abucheos, por supuesto, eso no suponía ningún problema. Si añadía un poco de sonido en varios canales, sonaría como si todos y cada uno de los asistentes al espectáculo se hubiesen pasado el rato abucheando a Tina.

– Este grupo es una gozada -se congratuló Fredrik. Se retrepó y cruzó las piernas-. Son tan absolutamente imbéciles… pero claro, ni ellos mismos son conscientes. Tina, por ejemplo, se ha creído de verdad que va a convertirse en una cantante de éxito, ¡y resulta que no atina con una sola nota! Estuve hablando con el productor de su single y me dijo que fue una pesadilla conseguir que sonara medio fumable siquiera. Me dijo que desafinaba tanto que estuvo a punto de reventar los altavoces. -Fredrik se rió complacido y se inclinó sobre la mesa de mezclas que tenían delante, llena de botones y de reguladores. Giró el que ponía «volumen»-. ¡Escucha esto! Qué sentido del humor, ¿no? -Fredrik lloraba de risa, y el técnico no pudo evitar reírse también al oír la versión de su canción, I Want to Be Your Little Bunny, que podría convertirla en presidenta de la República de los Inútiles Musicales. No era de extrañar que el jurado de Idol la hubiese condenado.

Unos toquecitos resueltos en la puerta vinieron a interrumpir sus risas.

– Entra -gritó Fredrik desde dentro dándose la vuelta para ver quién era, pero no reconoció al hombre que abrió la puerta-. Ajá… ¿qué puedo hacer por usted? -preguntó con una desagradable sensación en el estómago, provocada por la placa que acababan de mostrarle. Aquello no podía traer nada bueno. O quizá sí, dependiendo de lo que hubiera pasado y de lo televisivo que fuera-. ¿Qué lío han organizado ahora los muchachos? -preguntó con una risita al tiempo que se ponía de pie para ir a saludar.

El policía entró y, con cierta dificultad, encontró un lugar donde sentarse entre los montones de cables y conexiones. Con mirada curiosa, echó un vistazo a su alrededor.

– Exacto, aquí es donde se hace todo -respondió Fredrik henchido de orgullo-. Resulta difícil creer que, desde aquí, seamos capaces de hacer el programa que arrasa en las listas de audiencia. Bueno, una parte del proceso tiene lugar en los estudios centrales -admitió displicente-. Pero la primera versión sale de aquí.

El policía, que se había presentado como Patrik Hedström, asintió educadamente antes de aclararse la garganta con un carraspeo:

– Pues verá, resulta que tenemos malas noticias -declaró al cabo-. Se trata de uno de los participantes.

Fredrik miró al cielo con los ojos en blanco.

– A ver, ¿cuál de ellos? -preguntó lanzando un suspiro-. Espere, deje que lo adivine… Uffe. Ha montado algún escándalo. -Se dirigió al técnico y prosiguió-: ¿No te dije que Uffe sería el primero en crear una situación dramática? -Fredrik, cuya curiosidad iba en aumento, se volvió de nuevo al policía. Mentalmente, ya le daba vueltas a las posibilidades de incorporar al programa la novedad, cualquiera que fuese. Miró al policía apremiándolo a hablar.

Patrik volvió a carraspear y dijo en voz baja: -Por desgracia, hemos hallado muerto a uno de los participantes.

Fue como si hubiesen dejado caer una bomba en el angosto espacio del autobús atestado. Todo quedó en silencio, en suspenso. Sólo se oía el zumbido del equipo electrónico.

– ¿Qué ha dicho? -atinó a preguntar Fredrik cuando logró serenarse un poco-. ¿Que han encontrado muerto a uno de ellos? ¿A quién? ¿Dónde? ¿Cómo? -Las ideas giraban vertiginosamente en su cabeza. «¿Qué habría ocurrido?», se preguntaba mientras su mente fraguaba una tragedia mediática. Aquello no había ocurrido jamás con anterioridad, en ningún reality-show. Sexo sí, claro, eso ya estaba muy visto a aquellas alturas, los embarazos eran un terreno descubierto por Gran Hermano en Noruega, y en el tema de las declaraciones amorosas, el Gran Hermano sueco había ofrecido un exitazo con el caso de Olivier y Carolina. Y la agresión con un trozo de tubería en El bar se ganó las primeras páginas durante varias semanas. Pero, ¡una muerte! Eso era algo nuevo. Algo único. Fredrik aguardaba tenso a que el policía respondiese a sus preguntas, y sólo tuvo que esperar unos segundos.

– Se trata de la chica llamada Barbie. La encontraron esta mañana en… -Patrik dudó un instante, hasta que se decidió a continuar-… en un contenedor. Todo apunta a que le arrebataron la vida.

– ¿Que le arrebataron la vida? -repitió Fredrik, calcando aquella expresión ñoña-. ¿Asesinado? ¿La han asesinado? ¿Es eso lo que está diciendo? Pero, ¿quién? -Seguramente Fredrik parecía tan desconcertado como de hecho se sentía. Aquello no se hallaba en la lista de posibles sucesos que había confeccionado mentalmente.

– Por el momento, no tenemos ningún sospechoso, pero comenzaremos un turno de interrogatorios lo antes posible. Interrogaremos a los participantes del programa. Los policías que vigilaron la fiesta de ayer han dado parte de las disputas que surgieron entre la joven asesinada y los demás participantes.

– Sí, bueno, algún que otro empujón y alguna palabra más alta que otra y esas cosas -admitió Fredrik, recordando las escenas que acababa de revisar-. Pero nada tan grave como para… -Dejó la frase sin concluir, pero tampoco era necesario.

– Además, queremos una copia de la grabación de ayer. -Patrik sonó convincente y expresó su deseo mirando a Fredrik a los ojos;

Este le sostuvo la mirada, antes de replicar.

– No tengo autoridad para ceder las cintas -respondió sereno-. Hasta que no vea un documento legal en virtud del cual se me obligue a ceder el material, éste permanecerá aquí. Cualquier otra cosa es impensable.

– ¿Es consciente de que se trata de una investigación de asesinato? -preguntó Patrik irritado, aunque no demasiado sorprendido. Desde luego, había abrigado la esperanza de conseguirlo, pero, en realidad, no confiaba en ello.

– Sí, soy consciente, pero no podemos ceder nuestro material así, sin más. Existe una larga serie de principios éticos con los que hemos de contar. -Exhibió una sonrisa afable a modo de excusa. Patrik resopló al oírlo: ambos sabían que la ética no tenía nada que ver con su negativa.

– En cualquier caso, doy por hecho que interrumpirán las emisiones de inmediato, dado lo ocurrido, ¿no? -preguntó a modo de afirmación Patrik.

Fredrik meneó la cabeza como disculpándose.

– Eso es de todo punto imposible. Tenemos un horario de grabación reservado para las próximas cuatro semanas, y parar una producción así, sin más… No, no, eso es imposible, sencillamente. Ni creo que a Barbie le hubiese gustado, ella habría querido que continuásemos.

Con una simple ojeada a Patrik constató que se había pasado un poco. El policía estaba encendido de ira y hacía visibles esfuerzos por tragarse un par de improperios.