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– «¡Exclusiva! Hoy, selección de fragmentos del diario de la víctima. ¿Reconoció la joven a su asesino?» -Martin se quedó mudo y miró incrédulo a Patrik y a Mellberg.

– En las páginas centrales encontrarás los párrafos del diario -observó Patrik con amargura-. Mira, aquí. Léelo. -Le tendió el periódico a Martin y tanto Patrik como Mellberg guardaron silencio mientras leía.

– ¿Será verdad? -preguntó Martin cuando hubo terminado-. ¿Creéis que es auténtico? O sea, ¿tenía Lillemor un diario o será una invención del periódico?

– Eso es lo que vamos a averiguar. Ahora mismo -repuso Patrik levantándose-. ¿Quieres venir, Bertil? -le preguntó, cumpliendo con su deber de subordinado.

Mellberg pareció sopesarlo durante un segundo, pero se decidió enseguida.

– Pues… no, tengo algunas cosas que hacer, así que id vosotros.

A juzgar por lo cansado que parecía estar, la más importante de las tareas que Mellberg pensaba abordar sería sin duda echar una cabezadita, pensó Patrik. Pero, en el fondo, se alegraba de que no los acompañara.

– Bien, pues vamos -le dijo Patrik a Martin.

Fueron caminando a buen paso hasta la granja. La comisaría se hallaba en un extremo de la pequeña calle comercial de Tanumshede, y la granja en el otro, de modo que no les llevaba ni cinco minutos ir hasta allí. Lo primero que hicieron fue llamar a la puerta del autobús, que la productora tenía permanentemente aparcado allí. En el mejor de los casos, el productor estaría dentro. De lo contrario, tendrían que llamarlo.

Hubo suerte, pues la voz que les respondió invitándolos a entrar era sin duda la de Fredrik Rehn. Estaba repasando la emisión del día siguiente con uno de los técnicos y, cuando entraron, se volvió hacia ellos enojado.

– ¿Qué pasa ahora? -preguntó dándoles a entender que la investigación de la policía no era sino una molestia para el desarrollo de su trabajo. O, más bien, que le encantaba el interés que la investigación despertaba por la serie, pero que detestaba los momentos en que la policía les hacía perder el tiempo a él y a los participantes.

– Queremos hablar con ustedes. Y con los chicos. Llame a todo el grupo y dígales que vengan a la granja. Ahora. -La paciencia de Patrik estaba definitivamente agotada y no pensaba perder tiempo en ser cortés.

Fredrik Rehn, que no era consciente de la magnitud de la ira a la que se enfrentaba, empezó a protestar con una vocecilla quejosa.

– Ahora están en el trabajo. Y, además, estamos grabando, de modo que no pueden…

– ¡He dicho AHORA! -rugió Patrik de modo que tanto Rehn como el técnico se llevaron un susto.

Mascullando y muy a disgusto, el productor empezó a llamar a los móviles que les habían proporcionado a los participantes. Después de cinco llamadas, se volvió hacia Patrik y Martin y declaró indignado:

– Bueno, misión cumplida. Estarán aquí dentro de unos minutos. ¿Puedo saber qué es tan importante como para que vengan a interrumpir un proyecto que vale millones y que, además, cuenta con el respaldo de la autoridad municipal, puesto que también supone grandes ventajas para la comarca?

– Se lo contaré dentro de unos minutos, cuando todos estemos reunidos ahí dentro -replicó Patrik, que salió del autobús seguido de Martin. Con el rabillo del ojo vio que Fredrik Rehn se abalanzaba de nuevo sobre el teléfono.

Fueron llegando uno tras otro, algunos irritados por verse convocados con tan poco margen, y otros, como Uffe y Calle, contentos con la interrupción de su jornada laboral.

– ¿Qué pasa? -preguntó Uffe sentándose en el borde del escenario. Sacó un paquete de cigarrillos y se disponía a encender uno cuando Patrik lo interrumpió arrebatándoselo de la boca y arrojándolo a la papelera.

– Aquí dentro está prohibido fumar.

– ¡Qué mierda! -replicó Uffe indignado, aunque sin atreverse a protestar más. Había algo en la actitud de Patrik y de Martin que le decía que no los habían hecho ir allí para hablar de la normativa de prevención de incendios.

Justo ocho minutos después de que Patrik hubiese llamado a la puerta del autobús, entró el último de los participantes.

– Pero ¿qué pasa? ¡Esto parece un entierro, joder! -dijo Tina entre risas antes de sentarse en una de las camas.

– Cierra el pico, Tina -le espetó Fredrik Rehn, que se apoyó en la pared con los brazos cruzados. Estaba decidido a que aquella interrupción fuese lo más breve posible. Y ya había empezado a llamar a sus contactos. No pensaba aguantar atropellos de la policía. Le pagaban demasiado bien para aguantar esas cosas.

– Estamos aquí porque queremos una respuesta -comenzó Patrik mirando a su alrededor y fijando la vista unos segundos en cada uno de los participantes-. Quiero saber quién de vosotros encontró el diario de Lillemor. Y quién se lo ha vendido a un periódico vespertino.

Fredrik Rehn frunció el entrecejo. Parecía desconcertado.

– ¿Un diario? ¿De qué coño de diario habla?

– Del diario que hoy ha publicado parcialmente Kvállstidningen -respondió Patrik sin mirarlo-. El que anuncian todas las primeras planas de hoy

– ¡Vaya! ¿Hoy salimos en primera página? Joder, qué bien! Eso tengo que verlo yo.

Una mirada de Martin bastó para que guardase silencio, aunque le costaba contener la sonrisa. Una primera plana era oro molido en su sector. Ninguna otra cosa daba tanta audiencia.

Todos los participantes callaban. Uffe y Tina eran los únicos que miraban a los policías. Jonna, Calle y Mehmet bajaron la cabeza con gesto abatido.

– Si no me decís dónde se hallaba el diario, quién lo encontró y dónde está ahora, haré cuanto esté en mi mano para cerrar esta guardería inmediatamente -continuó Patrik-. Habéis podido seguir sólo porque nosotros os lo hemos permitido, pero si no habláis ahora mismo… -Dejó la frase inconclusa.

– Joder, venga, hombre -intervino Fredrik Rehn un tanto estresado-. Si sabéis algo, hablad ahora mismo. Si alguno de vosotros sabe algo y no lo dice, le haré la vida imposible al que sea y me las arreglaré para que no tenga ni la más remota posibilidad de salir en televisión. -Bajó la voz y, en un susurro amenazador, insistió-: El que no hable ahora está acabado, ¿lo habéis pillado?

Todos se revolvieron nerviosos. El silencio resonaba en la gran sala de la granja. Finalmente, Mehmet carraspeó.

– Fue Tina. Yo la vi cogerlo. Barbie lo tenía debajo del colchón.

– ¡Cállate la boca! ¡Cállate la boca, negro de mierda! -lo amenazó Tina con una mirada llena de odio-. ¡No pueden hacer nada! ¿Es que no lo entiendes? Joder, eres un imbécil integral! No tenías más que cerrar el pico…

– ¡Ahora eres tú la que tiene que cerrar el pico! -rugió Patrik acercándose a Tina, que obedeció por primera vez un tanto asustada-. ¿A quién le entregaste el diario?

– No debería revelar mis fuentes -masculló Tina en un último intento por hacerse la dura.

– Pero si la fuente eres tú… -observó Jonna lanzando un suspiro. Seguía mirando al suelo sin importarle la mirada asesina de Tina.

Patrik repitió su pregunta, subrayando cada sílaba, como si estuviese hablándole a un niño pequeño:

– ¿A-quién-le-en-tre-gas-te-el-dia-rio?

Finalmente, y muy a su pesar, Tina le dijo el nombre del periodista y Patrik se dio la vuelta sin malgastar una sola palabra más con ella. Si empezaba a hablar, temía no poder parar nunca.

Cuando Martin y él pasaron por delante de Fredrik Rehn, este les preguntó amedrentado:

– Y… bueno… ¿qué va a pasar ahora? ¿No hablaría en serio cuando…? Quiero decir que podremos continuar, ¿no? Mis jefes… -Rehn comprendió que no lo escuchaban y guardó silencio.

Ya en la puerta, antes de salir, Patrik se dio la vuelta: -Sí, sigan haciendo el ridículo en la televisión. Pero si entorpecen o impiden esta investigación una vez más, de la manera que sea… -Dejó la amenaza en el aire, sin pronunciarla expresamente.