– ¿Qué tal el viaje? -preguntó Kjell Sandberg echando a andar delante de ellos.
Era un hombre de muy baja estatura -poco más de uno sesenta, calculó Patrik-, pero parecía compensarlo con la gran cantidad de energía acumulada en su breve persona. Hablaba con todo el cuerpo y gesticulaba sin cesar, y tanto a Martin como a Patrik les costó seguir su carrera por el pasillo. La marcha culminó por fin en una sala de descanso y entonces Kjell los invitó a pasar primero.
– He pensado que podíamos sentarnos aquí en lugar de en mi despacho -dijo Kjell señalando una mesa donde había un montón de archivadores. En el primero de ellos se leía «Börje Knudsen» que, según sabía Patrik desde el día anterior, era el nombre de la víctima número tres, o número dos, para ser exactos y consecuentes con la cronología. Se sentaron y Kjell empujó el montón hacia Patrik-. Ayer estuve revisándolo todo otra vez. Después de vuestra consulta, bueno, podría decirse que vi una serie de detalles a una luz distinta. -Meneó la cabeza como lamentándolo y excusándose un poco.
– Y hace seis años, ¿no hubo ninguna sospecha de que algo no encajaba? -preguntó Patrik, aunque procurando que no sonara como un reproche.
Kjell meneó de nuevo la cabeza. Cada vez que lo hacía, su enorme bigote aleteaba de un modo un tanto cómico.
– No, la verdad, no se nos pasó por la cabeza que hubiese nada extraño en la muerte de Börje. Ya sabéis, Börje era uno de los borrachos habituales, a los que uno esperaba encontrarse muerto cualquier día. Había estado a punto de morir de una borrachera en más de una ocasión, pero se había librado. Aquel día pensamos simplemente que… Bueno, cometimos un error, no hay que darle más vueltas -dijo con expresión angustiada.
Patrik asintió como para consolarlo.
– Por lo que sé, era fácil cometer ese error precisamente en este caso. También nosotros creímos durante bastante tiempo que nuestro asesinato había sido un accidente. -Con esta confesión, Patrik pareció conseguir que Kjell se sintiera un poco mejor.
– ¿Qué fue exactamente lo que hizo que reaccionarais, o, bueno, que reaccionaras a nuestra consulta? -preguntó Martin tratando de no quedarse mirando el aleteo del bigote. Aún conservaba algo de la palidez del viaje y se alegró de poder comer un par de galletas María, que lo animaron un poco. Por lo general, solía tardar unas horas en volver a su ser después de un viaje en coche.
Kjell no dijo nada al principio, se puso a remover en el montón de archivadores, buscando algo. Finalmente, sacó uno que dejó abierto delante de Patrik y de Martin.
– Mirad. Aquí tenéis las fotos de Börje cuando lo encontraron. En fin… llevaba algo más de una semana muerto en el apartamento, así que no ofrecen un espectáculo muy agradable que digamos -explicó disculpándose-. Nadie reaccionó hasta que no empezó a oler mal.
Kjell tenía razón, sin duda, aquellas fotos eran horrendas, pero lo que captó su atención fue algo que Börje sostenía en la mano. Parecía una hoja de papel arrugada. Siguieron mirando fotos hasta que llegaron a un primer plano del papel ya desplegado, después de que se lo hubieran quitado a Börje de la mano. Era una página del libro que Patrik y Martin tan bien conocían a aquellas alturas. El cuento Hansel y Gretel, de los hermanos Grimm. Se miraron y Kjell asintió.
– Sí, es una coincidencia extraordinaria como para atribuírsela a la casualidad. Y lo recordaba porque me pareció muy extraño que Börje tuviese en sus manos una página de un cuento. El no tenía hijos.
– ¿Y la página? ¿La conserváis? -preguntó Patrik conteniendo la respiración, tenso y expectante ante la respuesta. Kjell no pronunció una palabra, pero, con una sonrisa en los labios, sacó una funda de plástico que tenía encima de la silla contigua.
– Una combinación de suerte y habilidad -declaró sonriente.
Patrik cogió la funda con expresión solemne y se aplicó a examinarla enseguida. Luego se la pasó a Martin, que también la observó con suma atención.
– ¿Y qué me dices del resto, de las lesiones y el modo en que murió? -preguntó Patrik observando con más detenimiento las fotos del cadáver de Börje. Creyó advertir unas sombras violáceas alrededor de la boca, pero el cuerpo se hallaba en tal estado de descomposición que resultaba casi imposible distinguirlo. Sintió que se le revolvían las tripas sólo de mirarlo.
– Por desgracia, no tenemos información alguna sobre las lesiones. Como os decía, no se hallaba en un estado que permitiera observar nada y, además, Börje siempre estaba más o menos lesionado, o sea que la cuestión es si habríamos reaccionado aunque… -No acabó la frase, pero Patrik comprendió lo que quería decir. Börje era un borracho que solía andar metido en peleas y el que lo hubiesen hallado muerto de una borrachera no dio pie a que se abriera ninguna investigación. Claro, sí, ahora que sabían lo que había sucedido, fue un error, pero Patrik lo comprendía. Con todos los datos en la mano, resultaba muy fácil juzgar.
– Pero ¿presentaba una tasa de alcohol muy elevada?
Kjell asintió con tal vehemencia que el bigote, más que agitarse, empezó a saltar.
– Sí, eso encaja, pero incluso así… Presentaba una tasa absolutamente anormal, aunque, claro, con los años, había alcanzado una tolerancia muy acusada. Y, según el forense, se había bebido una botella entera y de eso murió, sin más.
– ¿Tenía algún familiar con el que pudiéramos hablar?
– No, no tenía a nadie. Las únicas personas con las que tenía relación éramos los policías y sus compañeros de la pandilla de alcohólicos del barrio. Y las personas a las que conocía en sus estancias en la cárcel, claro.
– ¿Cuáles eran los motivos por los que iba a parar a la cárcel?
– Bueno, las causas eran muy variadas. Tenéis la lista, con las fechas correspondientes, en la primera carpeta. Agresiones, amenazas, conducción bajo los efectos del alcohol, homicidio preterintencional, atracos, todo un repertorio. Yo diría que pasaba más tiempo entre rejas que fuera.
– ¿Puedo llevarme este material? -preguntó Patrik cruzando los dedos.
Kjell asintió.
– Sí, ésa era la idea. Y prométeme que llamaréis si pensáis que podemos ayudaros en algo. Yo me encargaré de preguntar entre los colegas, por si hubiera algo más que os sea de utilidad.
– Muchísimas gracias -respondió Patrik y se puso de pie, al igual que Martin.
Camino de la salida, tuvieron que volver a recorrer el pasillo medio a la carrera para seguir el ritmo de Kjell. Las piernas del colega escaniano funcionaban como pequeños palillos de tambor.
– ¿Regresáis hoy mismo? -quiso saber Kjell volviéndose hacia ellos justo delante de la salida.
– No, hemos reservado habitación en el Scandic, así que tendremos tiempo de revisar el material tranquilamente antes de la próxima parada de mañana.
– Sí, que será Nyköping, ¿no? -dijo Kjell muy serio-. Los asesinos que reparten su talento de este modo no son frecuentes, por suerte.
– No -contestó Patrik con la misma seriedad-. No son frecuentes. No lo son en absoluto.
– ¿Qué prefieres? ¿Lo de los chuchos o revisar el material de Marit? – Gösta no podía ocultar su frustración ante la carga laboral que les habían encomendado. Hanna tampoco parecía muy animada. Seguramente, se había hecho a la idea de pasar una agradable tarde de sábado en casa con su marido. Sin embargo y muy a su pesar, Gösta tuvo que admitir que, si en algún caso tenían justificación las horas extraordinarias, era en uno como aquél. No todos los días se les presentaba en la comisaría una investigación de asesinato múltiple; cinco, para ser exactos.