– Mmm. ¿Y de quién fue la idea? ¿Tuya o de la señorita Cameron?
Una mirada de obstinación cruzó el rostro de Norman.
– Mía.
El señor Thorne no le creyó.
– ¿Importa algo que no te dé mi bendición? Entiendo a la perfección por qué la señorita Cameron quiere un marido: tiene casi veinticinco años. Pero tú sólo tienes veinte, chico. Eres demasiado joven para fundar una familia.
– No tenemos la intención de tener hijos enseguida.
– Tal vez tú no, chico, pero estoy seguro de que la señorita Cameron opina de modo distinto.
Norman apretó los dientes.
– Ya no soy un chico, papá, y su nombre es Elsie. Ojalá pudieras veda como la veo yo. Es dulce y amable, y sólo desea lo mejor para mí.
– También yo, Norman.
– Pues a veces no lo parece.
El señor Thorne lanzó una mirada fulminante.
– ¿Esa Elsie te ha dado cien libras?
– No.
– Entonces no me acuses de no preocuparme por ti. -No 10 hago -replicó Norman, en tono triste-, pero el dinero no es 10 único que importa en la vida, papá. El señor Thorne sacudió la cabeza.
– Lo es cuando uno se compromete a algo que está fuera de su alcance. No queda tiempo para el amor cuando llega la orden de desahucio.
Cuán distinta fue la escena en el hogar de los Cameron. El padre de Elsie le dio una palmada en la espalda y le dijo que era un chico estupendo.
– Nuestra niña siempre ha querido casarse. Cuando su hermano y su hermana se prometieron este año sufrió uno de sus ataques. Pero todo está bien si bien acaba, ¿no crees? Nos alegramos de tenerte como hijo.
La señora Cameron le abrazó.
– Eres un buen chico, Norman. Sabía que un día u otro te declararías. Nuestra Elsie está impaciente por fundar una familia.
Norman le lanzó una sonrisa tímida.
– Todavía falta un poco, señora Cameron. Antes tenemos que encontrar un lugar donde vivir.
Elsie pasó la mano por el brazo de su prometido y estiró el dedo para que la luz del fuego centelleara en el anillo.
– No tanto, cielito. Si puedes regalarle esto a tu novia, también podrás encontrar una casita para ella, ¿no?
Norman pensó abatido en las cinco libras que había pedido a un prestamista para comprarlo.
– El año que viene, tal vez.
Él se refería a doce meses a partir de ese momento, es decir, a 1924. Pero los Cameron asumieron que hablaba de 1923. El hermano y la hermana de Elsie tenían previsto casarse aquel año y parecía adecuado que ella también celebrara su boda. Durante todo el día de Navidad no se habló de otra cosa que de trajes de novia y bebés.
Fue esto lo que provocó que Norman enterrara la cabeza en la arena. Era más fácil acceder que recalcar que todavía no podía permitirse mantener a una esposa y a una familia. Incluso se sintió un poco alarmado ante la prisa que parecían tener los Cameron por librarse de su hija.
– Se calmará cuando viva fuera de Londres -dijo la señora Cameron-. El ruido y la multitud la deprimen. Intenta no prolongar demasiado la espera, Norman.
Después de comer el señor Cameron se lo llevó a un aparte.
– Elsie es una chica de ideas fijas… pero eso tú ya lo sabes. Mi consejo es que no la contradigas. Está mejor cuando se sale con la suya.
– Haré lo que pueda, señor.
– Buen chico. Si consigues rematar la faena antes de que se casen sus hermanos, la harás la mujer más feliz de la tierra.
Norman sabía que eso era imposible, pero se abstuvo de decirlo. Con la ingenuidad propia de un joven de veinte años, confiaba en que el tema se diluyera. Creía que podía mantenerse en la misma posición mientras no se fijara una fecha.
Aclass="underline" fin y al cabo, nadie podía obligar a un hombre a casarse antes de que estuviera listo para ello…
Clifford Gardens, 86
Kensal Rise
Londres
30 de enero de 1923
Amadísimo Norman:
Ha sucedido lo peor. El señor Hanley me ha despedido hoy, de manera que tu pequeña Elsie se ha quedado sin trabajo. Fue tan brutal, tesoro. Dijo que me echaba por el bien de las demás. Han estado contando mentiras sobre mí otra vez, y todo porque no soportan verme feliz. Están celosas de mi anillo y de que esté prometida. ¡Cómo las odio!
Papá dice que debo buscar otro empleo, pero si nos casamos pronto no me hará falta. Di que será así, por favor. ¡Estoy tan impaciente por ser tu esposa, cielito! Podría encontrar un trabajo de mecanógrafa en el pueblo y volver a la cabaña todas las noches. Nos las apañaremos si prometo no tener hijos durante un par de años.
Oh, cariño, te quiero tanto… Por favor, por favor, di que sí.
Besos de tu amorcito, Elsie
Blackness Road Crowborough Sussex
3 de febrero de 1923
Mi querida Elsie:
Lamento que hayas perdido tu empleo pero creo que deberías hacerle caso a tu padre. Busca otro trabajo en Londres. La cabaña no es lugar para vivir, y no tener hijos no es algo que una esposa pueda prometer. Llegan lo quiera uno o no.
En esta época hace tanto frío que por las noches se hiela el agua de las gallinas. Tengo que dormir con el abrigo puesto para no congelarme yo también. Estarías muy a disgusto. Y nadie daría trabajo a una secretaria que no puede asearse ni lavar su ropa como es debido.
La paciencia es una virtud, Elsie. Si nos casamos ahora no seremos tan felices como si esperamos un poco. Por esta razón creo que lo mejor es retrasarlo todo.
Espero que encuentres un nuevo trabajo.
Te quiere,
Norman
4
Granja avícola Wesley, Blackness Road. Verano de 1923
Norman empezaba a temer las visitas de fin de semana de Elsie. La felicidad de la joven durante el primer año había dado paso a arranques de ira y depresión. Le reprendía por todo: su negación a fijar una fecha; su falta de dinero; las incontables desgracias que.la afligían y que, según Elsie, eran culpa de él.
De repente se reveló incapaz de mantener un empleo. Después de trabajar para la misma empresa durante nueve años, la habían despedido tres veces en cinco meses. De eso también culpaba a Norman.
– N o paran de preguntar cuándo voy a casarme y no sé qué decirles -se quejaba ella-. Se ríen de mí a mis espaldas.