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– Hay una aglomeración de matemáticos allá abajo -dijo, casi acusadoramente, como si nos correspondiera a nosotros algo de la culpa-. En cualquier momento llegarán los periodistas… Tendremos que dar a conocer una parte del asunto, pero voy a pedirles que mantengan el secreto sobre el primer símbolo de la serie. Siempre evitamos hasta donde es posible que se difundan públicamente los casos de crímenes seriales, y sobre todo las constantes que se repiten. En fin -dijo, moviendo la cabeza-: vengo del Radcliffe. Esta vez fue un hombre muy viejo, un tal Ernest Clark. Estaba en coma, conectado a un respirador artificial, desde hacía años. No tenía, aparentemente, ninguna familia. La única conexión que vemos hasta ahora con Mrs. Eagleton es que Clark también participó en la guerra. Pero por supuesto, lo mismo podría decirse de cualquier otro hombre de su edad: toda esa generación tiene en común los años de la guerra. La enfermera lo encontró muerto en su ronda de las dos y cuarto y esa fue la hora que anotó en el brazalete, antes de retirarlo de la sala. Todo parecía perfectamente normal, no había ninguna señal de violencia, nada fuera de lugar, constató el pulso y escribió "muerte natural", porque le pareció un caso de rutina. Todavía no se explica cómo pudo haber entrado alguien en la sala, porque a esa hora recién empezaba el horario de visitas. El médico principal del segundo piso reconoció que no había revisado el cadáver exhaustivamente; llegó tarde al hospital, era domingo y quería volverse cuanto antes a su casa. Sobre todo, estaban esperando la muerte de Clark desde hacía meses, les parecía en el fondo mucho más extraño que siguiera vivo. De modo que confió en la anotación de la enfermera, transcribió en el acta la hora y causa de la muerte tal como estaban en la etiqueta y dio el visto bueno para que lo enviaran a la morgue. Estoy esperando ahora los resultados de la autopsia. Acabo de ver el papel allá abajo. Supongo que no podíamos esperar que volviera a escribir con su letra, ahora que sabe que estamos detrás de él. Pero esto ciertamente hace todo más difícil. Por la tipografía yo diría que recortó las letras del Oxford Times, quizá de los artículos que aparecieron sobre Mrs. Eagleton. Pero el pez está dibujado a mano – Petersen se volvió hacia Seldom-. ¿Cuál es la sensación que tuvo usted al mirar el papel? ¿Diría que se trata de la misma persona?

– ¿Cómo saberlo? -dijo Seldom-. El papel parece del mismo tipo, y la ubicación y el tamaño del dibujo también son similares. Tinta negra en los dos casos… yo diría en principio que sí. Pero hay algo más que usted debería saber. Yo voy casi todas las tardes al Radcliffe, a visitar a un paciente del segundo piso, Frank Kalman. Clark era el paciente de la cama contigua a la de Frank. También: no vengo en general muy seguido al Instituto, pero sí tenía que estar aquí esta mañana. Yo diría que es alguien que me está siguiendo de cerca los pasos y sabe bastante de mí.

– En realidad -dijo Petersen, sacando una pequeña libreta de notas- sí estábamos al tanto de sus visitas al Radcliffe; ya sabe -dijo con un tono de disculpa-, tuvimos que preguntar un poco por ustedes dos. Veamos. En general usted hace sus visitas alrededor de las dos de la tarde, pero el domingo llegó después de las cuatro… ¿Qué fue lo que ocurrió?

– Estaba invitado a almorzar en Abingdon -dijo Seldom-. Perdí el bus de la una y treinta. Los domingos hay sólo dos por la tarde, tuve que esperar en la estación hasta las tres -Seldom buscó en uno de sus bolsillos y le extendió con frialdad un boleto de ómnibus a Petersen.

– Oh, no, no es necesario -dijo Petersen algo avergonzado-. Sólo me estaba preguntando…

– Sí, yo también lo pensé -dijo Seldom-. Soy en general el primero y el único que entra en esa sala durante el horario de visita. Si yo hubiera ido en mi horario habitual, habría estado sentado todo el tiempo junto al cadáver de Clark, supongo que esa era su idea. Que cuando descubrieran la muerte durante la ronda, yo estuviera allí. Pero otra vez las cosas no salieron exactamente como hubiera querido. Fue, en algún sentido, demasiado suticlass="underline" la enfermera no reparó en el pinchazo del brazo, lo confundió con una muerte natural. Y después, yo llegué mucho más tarde, y ni siquiera advertí que habían cambiado al paciente de esa cama. Para mí fue un día de visita totalmente normal.

– Pero tal vez sí quería que el crimen se confundiera en un principio con una muerte natural -dije yo-. Tal vez preparó la escena para que retiraran el cuerpo delante de sus ojos como si se tratara de una muerte de rutina. Es decir, que el crimen también fuera imperceptible para usted. Yo creo que debería contarle al inspector -le dije a Seldom- lo que piensa sobre esto, lo que me dijo a mí antes.

– Pero no podemos estar seguros todavía -dijo Seldom, con un tono de protesta intelectual-, no podemos hacer inducción con sólo dos casos.

– De todas maneras -dijo Petersen-, lo que sea, me gustaría escucharlo.

Seldom pareció dudar todavía un momento.

– En los dos casos -dijo finalmente con cautela, como si no quisiera ir más allá de los hechos- los crímenes fueron lo más leves posibles, si tiene sentido esta palabra. Pareciera que las muertes en sí no son exactamente lo que importa. Los crímenes son casi simbólicos. No creo que el asesino esté realmente interesado en matar, sino en señalar algo. Algo que seguramente tiene que ver con la serie de figuras que dibuja en los mensajes, la serie que empieza con un círculo y un pez. Los crímenes son sólo la manera de llamar la atención sobre esta serie v está eligiendo sus víctimas lo suficientemente cerca de mí con el único propósito de involucrarme. Creo que en el fondo es un problema puramente intelectual, pero que sólo se detendrá si logramos demostrarle -de algún modo- que pudimos resolver el sentido de la serie, es decir, que podemos predecir el símbolo, o el crimen, que vendrá a continuación.

– Voy a pedir esta tarde un perfil psiquiátrico, aunque no creo que todavía pueda decirse demasiado. De todos modos, quizá pueda ahora responderme a la pregunta que le hice antes. ¿Cree que se trata de un matemático?

– Me inclinaría a decir que no -dijo Seldom cautelosamente-. No por lo menos un matemático profesional. Yo diría que se trata de alguien que imagina que los matemáticos son algo así como el paradigma de la inteligencia y por eso busca medir fuerzas directamente con ellos. Una especie de megalómano intelectual. No creo que sea casual que haya elegido para el segundo mensaje la puerta de entrada del Instituto. Supongo que hay un segundo mensaje velado para mí en esto: si yo no acepto el desafío, algún otro matemático lo recogerá. Si es por hacer conjeturas, yo diría que es alguien que fue reprobado alguna vez injustamente en un examen de matemática, o quizá perdió una oportunidad importante en su vida por alguno de los tests de inteligencia de la clase que imaginaba Frank. Alguien que fue excluido de lo que considera el reino de la inteligencia, alguien que a la vez admira y odia a los matemáticos. Posiblemente concibió la serie como una venganza contra sus examinadores. Ahora es él de algún modo el examinador.

– ¿Podría ser un alumno que usted hubiera desaprobado? -preguntó Petersen.

Seldom se sonrió levemente.

– Hace mucho que no desapruebo a nadie -dijo-. Sólo tengo alumnos de doctorado; todos son excelentes. Yo me inclinaría a pensar que se trata de alguien que no estudió matemática de una manera formal pero leyó ese capítulo de mi libro sobre los crímenes en serie y considera, desgraciadamente, que soy la persona a la que debe desafiar.