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Aquí termina en el Nuevo Testamento la historia de la infancia de Jesús, y no vuelve a hablar de él hasta diecisiete años después, cuando ya hombre de treinta años aparece en el lugar de la predicación de Juan el Bautista.

¿En dónde y cómo pasó aquellos diecisiete años? El Nuevo Testamento guarda absoluto silencio sobre el particular. Quien haya leído lo antes expuesto, ¿podrá imaginar que Jesús estuvo aquellos diecisiete años en que de púber pasó a viril, trabajando de carpintero en el banco de su padre en la aldea de Nazaret? ¿No hubiera insistido el Maestro en vigorizar sus halladas facultades? ¿Podía el divino genio, después de reconocerse, quedar satisfecho entre oscuros menesteres materiales? El Nuevo Testamento calla; pero las ocultas tradiciones y místicos relatos nos enseñan la historia de aquellos diecisiete años, según vamos a exponer.

Las tradiciones y relatos de las místicas y ocultas fraternidades dicen que después de la discusión con los doctores de la ley y del encuentro con sus padres, se acercaron a éstos algunos miembros de la sociedad secreta a que pertenecían los Magos, y les representaron la sinrazón de tener al muchacho sujeto al banco del carpintero, cuando tan concluyentes pruebas había dado de maravilloso desenvolvimiento espiritual y preclaro talento en la discusión de arduas cuestiones. Se refiere que después de larga y detenida consideración del asunto, consintieron al fin los padres en el plan proyectado por los Magos, y les entregaron al muchacho para que se lo llevaran a su país, en cuyos retirados parajes pudiera recibir las enseñanzas que anhelaba su alma y para las que estaba su mente dispuesta.

Cierto es que el Nuevo Testamento nada dice de todo esto, pero también es verdad que nada expone en contrario. Guarda silencio respecto de este importante período de diecisiete o dieciocho años. Recordemos que cuando Jesús se presenta en el lugar donde ejercía su ministerio Juan el Bautista, éste no lo reconoce, mientras que si Jesús hubiese permanecido en su país y en su casa, su primo Juan hubiera estado seguramente familiarizado con SU fisonomía y su aspecto personal.

Las enseñanzas ocultas nos dicen que durante los diecisiete o dieciocho años de la vida de Jesús sobre los que guarda silencio el evangelio, viajó por lejanos países, donde le instruyeron en la oculta erudición y sabiduría de las diferentes escuelas. Lo llevaron a la India, Egipto, Persia y otras luengas tierras, y permaneció algunos años en cada uno de los centros más importantes, siendo iniciado en las diversas comunidades, órdenes y corporaciones que tenían allí su sede. Algunas órdenes egipcias conservan la tradición de un joven Maestro que habitó con ellos, y lo mismo sucede en India y Persia. Aun en las lamaserías escondidas en el Tíbet y los Himalayas subsisten tradiciones y relatos referentes al admirable joven Maestro que un tiempo los visitó y asimiló su sabiduría y secreto conocimiento.

Los brahmanes, budistas y parsis mantienen la respectiva tradición referente a un joven Maestro extranjero que, aparecido entre ellos, enseñaba admirables verdades y levantó acérrima oposición de los sacerdotes de las religiones de India y Persia, porque predicaba contra el sacerdocio y el formalismo y también vituperaba acerbamente la distinción de castas. Esto concuerda con las ocultas tradiciones que afirman que, desde los veintiún años hasta cerca de los treinta, ejerció Jesús una misión en India, Persia y países colindantes, hasta regresar a su nativa tierra, donde desempeñó su ministerio durante los tres últimos años de su vida.

Refieren las tradiciones ocultas que despertó vivo interés en las gentes de cada país visitado, y que en cambio suscitó terrible oposición entre los sacerdotes, porque se oponía al sacerdocio y al formulismo, con intención de conducir a las gentes al Espíritu de Verdad y apartadas de las ceremonias y fórmulas que siempre han eclipsado la Luz del Espíritu. Insistentemente enseñaba la paternidad de Dios y la confraternidad de los hombres. Procuraba poner las fundamentales verdades ocultas al nivel de la mentalidad de las masas populares, que con la observancia de extensos formulismos y presumidas ceremonias habían perdido el Espíritu de Verdad.

Se dice que en la India concitó las iras de los brahmanes mantenedores de la diferencia de castas, maldición de la India. Mora ba en las cabañas de los sudras, la casta inferior de aquel país, cuyas clases superiores le miraban desdeñosamente como un paria. Por doquiera le tildaban los sacerdotes y gobernantes de incendiario y subversor del establecido orden social. Era para ellos un agitador, un rebelde, un hereje, un anarquista, un hombre peligroso y por tanto indeseable.

Pero las semillas de la Verdad quedaban debidamente sembradas, y en la actual religión hinduista y en las enseñanzas de otros países orientales se encuentran huellas de la Verdad, cuya analogía con las transmitidas enseñanzas de Jesús demuestran que proceden del mismo origen y han confundido a los misioneros cristianos que desde entonces visitaron dichos países.

Así lenta y pacientemente encaminó sus pasos hacia Israel, su patria, donde había de completar su ministerio durante tres años de labor entre sus compatriotas y concitarse de nuevo las iras de los sacerdotes y los gobernantes que le acarrearían la muerte. Se rebelaba contra el establecido orden de cosas y halló el destino reservado a quienes se adelantan a su época.

Como desde el principio al fin del ministerio de Jesús así también hoy las verdaderas enseñanzas del Hombre de las Aflicciones llegan más fácilmente al corazón de las gentes sencillas, mientras que las denigran y combaten las autoridades civiles y eclesiásticas, aunque se afanan de servir a Jesús y llevar su librea. Jesús fue siempre amigo de los pobres y oprimidos y rechazaba a los soberbios y autoritarios.

Así vemos que según las enseñanzas ocultas fue Jesús un instructor mundial en vez de un particular profeta judío. El mundo fue su sala de audiencia y todas las razas sus oyentes.

Sembró las semillas de Verdad en el seno de varias religiones y no de una sola, y estas semillas empiezan a dar sus mejores frutos en estos nuestros tiempos, cuando el verdadero principio de la paternidad de Dios y de la fraternidad de los hombres va penetrando por igual en el ánimo de todas las naciones y llegará a ser lo bastante firme y robusto para destruir el error que enemistó a los hermanos y separó los credos.

El verdadero cristianismo no es un simple credo religioso sino una capital verdad humana y divina que se sobrepone a todas las mezquinas distinciones de raza y credo, y que al fin ha de iluminar igualmente a todos los hombres, congregándolos en un sólo abrazo de Fraternidad universal. ¡Ojalá llegue pronto tan fausto día!

Dejamos a Jesús encaminando lentamente sus pasos hacia Judea, la tierra de su padre y el lugar de su nacimiento. Siguió su camino dejando caer aquí una palabra y plantando allá una semilla. Visitaba de paso una oculta fraternidad y se detenía algún tiempo en un paraje retraído, recorriendo de vuelta el camino de su juventud. Pero mientras el viaje de ida fue el de un estudiante anheloso de completar su educación en el extranjero, regresaba hecho todo un Maestro e Instructor con la simiente de una capital Verdad que había de germinar y dar óptimos frutos, que andando el tiempo se desparramarían por el mundo en su prístina pureza, a pesar de haberse corrompido en manos de aquellos a quienes los confió al dejar el escenario de su labor.

Advino Jesús como un profeta mundial y no como un particular santo judío, y menos aún como un Mesías hebreo, destinado a sentarse en el trono de David, su padre. Dejó su huella en todos los países de la tierra por donde anduvo. En toda Persia se conserva la tradición de Issa, el joven Maestro que apareció en aquel país hace siglos y enseñó la paternidad de Dios y la fraternidad de los hombres. Entre los hinduistas subsiste el recuerdo de Jesoph o Josá, un joven asceta que pasó por la India hace muchísimo tiempo, combatiendo la establecida ley de castas y conviviendo con las gentes del pueblo, que como en Israel «le recibían gozosamente». También en China se escuchan relatos sobre un revolucionario y joven religioso que predicaba la confraternidad humana y se le llamaba el Amigo del Pobre. Proseguía Jesús su camino sembrando las semillas de la humana libertad y la emancipación del yugo de la tiranía eclesiástica y del formulismo religioso, semillas que aún brotan en nuestros días. El Espíritu de las verdaderas enseñanzas de Jesús fructifica todavía en el corazón de los hombres, y aunque ya hayan transcurrido cerca de dos mil años, el «alma» de sus religiosas enseñanzas sigue dando la vuelta al mundo.