Conviene advertir que el Maestro había anunciado a sus discípulos que «al tercer día resucitaría de entre los muertos y aparecería de nuevo entre ellos». A la ordinaria comprensión le indican estas palabras que el Maestro volvería a ocupar su cuerpo físico y reaparecer de este modo. El relato evangélico así lo entiende, y sin duda lo afirmó en tal sentido a fin de que las mentes vulgares más fácilmente lo comprendieran.
Pero las ocultas tradiciones enseñan que tres días después de su muerte se apareció Jesús a sus discípulos y estuvo con ellos algún tiempo instruyéndoles en los profundos misterios de la doctrina secreta; y los místicos han sostenido y enseñado siempre que se les apareció en cuerpo astral y no en la ya desechada forma física.
Para las gentes vulgares el cuerpo físico lo es todo, según demostramos en la primera lección, y de aquí la popular creencia de que en el último día resucitará todo el linaje humano en sus cuerpos físicos, pues no lo hubieran entendido las gentes dicho de otro modo.
Mas para los ocultistas y místicos que conocen la verdad respecto de los sutiles vehículos del alma, semejante resurrección física en una grosera y anticientífica idea, y saben que según las enseñanzas esotéricas Jesús usó el cuerpo astral por vehículo de su reaparición.
Dice el relato evangélico que, por instigación de los sacerdotes, puso Pilatos una guardia de soldados romanos en el sepulcro de Jesús y mandó sellado para impedir que los discípulos vinieran por la noche a llevarse el cadáver y derramaran después la voz de alarma de que había resucitado; pero que, no obstante estas precauciones, resucitó Jesús en su cuerpo físico, y los discípulos se atribularon por creer que alguien había robado el cuerpo de su Maestro.
Las tradiciones ocultas enseñan diversamente que los más fieles amigos de Jesús, ayudados por un conspicuo judío, secretamente discípulo, recabaron del condescendiente Pilatos una orden reservada para quitar el cuerpo de la cruz y sepultado en un secreto y seguro pasaje, donde se convirtió en el polvo a que todo lo mortal ha de volver. Aquellos fieles amigos sabían que la resurrección del Maestro no tenía nada que ver con su mortal cuerpo físico. Sabían que el inmortal espíritu del Maestro aparecería revestido de la envoltura astral para manifestarse a sus sentidos físicos. Todo ocultista lo comprenderá así sin necesidad de mayor explicación. A los demás les recomendamos que lean cuanto se ha escrito acerca del cuerpo astral y sus características, pues no pertenece a este libro la exposición de los fenómenos relativos al cuerpo astral del hombre.
La primera persona que vio al Maestro en forma astral fue María de Magdalena, discípula y admiradora de su Señor. Llorando estaba junto al sepulcro cuando al alzar los ojos vio que se acercaba una figura humana. No la reconoció de pronto, porque no estaba familiarizada con las formas astrales; pero al oírse llamar por su nombre la miró más detenidamente al acercarse y entonces reconoció las facciones del Maestro.
También las tradiciones ocultas corroboran algunas de la primitiva iglesia cristiana, especialmente la que durante los tres días siguientes a la escena del Calvario se aparecieron en Jerusalén y sus alrededores muchos difuntos que habían muerto poco tiempo atrás, y que en forma astral visitaron los lugares de su vida anterior y los vieron sus parientes y amigos.
Después se apareció Jesús en cuerpo astral a sus discípulos. Refiere la tradición que dos de los once lo encontraron en la tarde del domingo de Pascua, el mismo día en que se apareció a la Mag dalena. Por extraño que parezca, no lo reconocieron de pronto aunque anduvo con ellos por el camino por donde iban y comieron con él en la misma mesa de la casa donde se hospedaron. Esta falta de reconocimiento no tiene ordinaria explicación, ni los exégetas han intentado explicada; pero las ocultas enseñanzas dicen que por prudencia no materializó enteramente Jesús su cuerpo astral, y por consiguiente no estaban distintamente señaladas sus facciones; pero que en la comida, al partir el pan, se materializó del todo y los discípulos lo reconocieron fácilmente. Sin dificultad comprenderán esta afirmación los ocultistas que hayan visto materializarse un cuerpo astral. En cambio, la ortodoxa suposición de que Jesús resucitó en cuerpo físico es incompatible con la falta de reconocimiento por parte de los dos discípulos que le habían acompañado siempre antes de su muerte. Basta la más leve reflexión para demostrar cuál de ambas afirmaciones, si la evangélica dogmática o la ocultista, es más lógica y veraz.
Jesús permaneció visible a sus escogidos discípulos durante cuarenta días, como lo comprueban centenares de testigos personales. Hay varias tradiciones místicas acerca de algunas de sus apariciones. No mencionadas en los evangelios. Una de ellas afirma que se apareció a Poncio Pilatos, perdonándole por la parte que había tomado en la tragedia del Calvario. Otra tradición asegura que Herodes lo vio en su dormitorio; otra, que se presentó en el Templo, delante de los príncipes de los sacerdotes, quienes aterrorizados se postraron ante él de hinojos, y otra dice que se apareció a los once mientras estaban retirados en cámara cerrada, y después de decides: «La paz sea con vosotros, amados míos», se desvaneció de su vista.
Los evangelios relatan otra aparición a los once, cuando el incrédulo Tomás quiso asegurarse de la identidad del Maestro poniendo sus dedos en los estigmas, que reproducía el cuerpo astral según las conocidas leyes que rigen este fenómeno.
Estas idas y venidas de Jesús, las súbitas apariciones y desapariciones, la manifestación reiterada de su forma astral sólo a quienes deseaba que lo vieran y su ocultamiento de los que no habían de conocer su vuelta, demuestran concluyentemente la naturaleza del vehículo que usó para manifestarse después de su muerte. No habría duda alguna sobre el particular entre las gentes si conociesen las leyes relativas a los fenómenos del mundo astral.
Los relatos evangélicos denotan que los discípulos reconocían que Jesús no era un «espíritu» en el sentido de aérea e insustancial forma. Ellos percibían su cuerpo y lo veían comer; pero, ¿qué importa esto? Las leyes de la materialización de las formas astrales posibilitan que, en determinadas condiciones, la forma astral se materialice de suerte que no sólo sea perceptible por la vista, sino también por el tacto. Los anales de la Sociedad de Investigaciones Psíquicas de Inglaterra corroboraron sin género de duda los fenómenos familiares a los ocultistas adelantados.
Un día se apareció Jesús a sus discípulos, quienes le acompañaron a un monte donde les habló de la obra que habían de llevar a cabo en el mundo, y después se despidió de ellos, y fue poco a poco desapareciendo de su vista. El relato evangélico lo describe ascendiendo en los aires hasta perderse de vista, pero el relato místico nos dice que su forma astral se fue des materializando poco a poco, hasta que los discípulos dejaron de veda. Desprovista el alma de Jesús de toda envoltura y forma material, ascendió a los superiores planos de existencia.
En vista de esta explicación, ¿no parece tan grosero como pueril el vulgar relato? ¿Puede alguien que esté familiarizado con las leyes y fenómenos de los planos allende el Velo creer que un cuerpo físico ascienda a las esferas en donde no existen las ordinarias formas de materia? Semejantes ideas sólo concuerdan con mentes que para concebir la inmortalidad creen necesaria la «resurrección del cuerpo» de las almas salidas de este mundo. Para el ocultista el cuerpo físico es tan sólo un temporal vehículo del alma que oportunamente lo desecha, pues nada tiene que ver con la real existencia del alma, la cual se desprende de la envoltura física como la mariposa del capullo cuando lo rompe para desplegar sus alas en nuevo ambiente.