La versión de las enseñanzas ocultas dice en su correspondiente pasaje: «Y conocemos la verdad de la inmortalidad del alma»(cursiva del autor).
LECCIÓN X. LA DOCTRINA SECRETA
Creo en el Espíritu Santo (Credo de los Apóstoles).
Creo en el Espíritu Santo, el Señor y Dador de vida (Credo de Nicea).
Para la generalidad de los cristianos, la naturaleza del Espíritu Santo, la tercera Persona de la Trinidad es muy oscura y no la comprenden. El cuidadoso examen de los escritos cristianos ortodoxos demuestra que la Iglesia está muy ofuscada en este punto, que debiera ser importantísimo para los sacerdotes y congregaciones. Si le preguntamos a un clérigo de vulgar entendimiento cuál es la naturaleza del Espíritu Santo, veremos cuán vagos, contradictorios y deficientes son los conceptos que mantiene. Si consultamos las enciclopedias y libros de referencia, notaremos que muy poco saben y dicen sobre tan importante asunto.
Únicamente lo esclarecen las enseñanzas del cristianismo místico, pues son explícitas sobre este punto atestado de dificultades e incomprensión por parte de los teólogos ortodoxos.
Las enseñanzas del cristianismo místico acerca del Espíritu Santo pueden compendiarse en la siguiente declaración: El Espíritu Santo es lo Absoluto en su fase de manifestación, comparado con su fase de inmanifestación. Es el Ser manifiesto comparado con el inmanifiesto. El Dios creado en comparación del increado Dios. Es Dios operante como activo Principio, en comparación con Dios el absoluto Ser
Conviene la repetida y atenta lectura de esta declaración, antes de seguir adelante en el estudio de esta lección.
Para bien comprenderla es necesario tener en cuenta que pode_ mas considerar al Absoluto en dos fases; no como dos personas, entidades o seres sino como dos fases. No hay más que un Ser ni puede haber más que un Ser absoluto; pero podemos considerarlo en dos fases o dos aspectos: el inmanifestado y el manifestado.
El Inmanifestado es el Único en su fase de Absoluto Ser, indiferenciado, inmanifestado, increado sin atributos ni cualidades ni naturalezas.
La mente humana es incapaz de concebir el Ser Inmanifestado como una cosa, como algo, porque si así lo concibiéramos dejaría de ser el ser Absoluto e Inmanifestado. Siempre que pensáramos en «algo» sería este algo una manifestación en la objetiva existencia.
Pero la razón nos obliga a admitir la existencia del Absoluto e Inmanifestado Ser, porque el relativo y manifiesto universo así como la vida deben haber procedido y emanado de una Realidad fundamental, absoluta e inmanifestada. Y esta Realidad absoluta cuya existencia nos obliga la razón a admitir es Dios Padre, incognoscible, por medio de los sentidos, pero cuya existencia nos da a conocer la razón pura o la intuición de nuestro espíritu interno. Materialmente hablando «Dios es incognoscible» pero en alto sentido puede conocer y probar su existencia el espíritu humano por el ejercicio de las facultades superiores de la mente.
El Ser Inmanifestado es el Único en su propia existencia y esencia. Si todo el mundo de objetiva vida manifestada, aun en sus formas superiores, quedara substraído de la manifestación ¿qué restaría? Únicamente el Ser Inmanifestado. Únicamente Dios Padre, en cuyo ser quedaría absorbido el universo. Nada habría fuera de él. Sería Él por sí mismo, el Único en su fase de inmanifestación.
Desde luego que esta idea puede parecer demasiado abstrusa a primera lectura, como si fuese la afirmación de un Ser que es el No-Ser; pero conviene no apresurarse y esperar a que la mente asimile el concepto, pues entonces reconocerá cada cual que dicho concepto se armoniza con la correspondiente verdad oculta en lo íntimo de su conciencia, y comprenderá a Dios Padre comparado con Dios Espíritu Santo, quien, según dijimos es el Absoluto en su fase de Ser Manifestado. Es Dios manifiesto en toda vida objetiva y en todos los fenómenos del universo.
En Lecciones de filosofía yogui dijimos que hay un Espíritu de Vida inmanente y manifiesto en todas las formas de vida. También dijimos que en el universo todo está vivo, hasta los minerales y los átomos componentes de la materia. Expusimos que como el Espíritu de Vida es la fuente de toda manifestación en el universo y la causa eficiente de todos los fenómenos de la faena, la materia y la vida, se sigue lógicamente que no puede haber nada muerto en el mundo, que en todo objeto está manifiesta la VIDA y sólo varía en el grado de manifestación. En nuestro Curso avanzado de filosofía yogui y en el Gñani Yoga tratamos extensamente de este asunto.
Por lo tanto ¿qué es este Espíritu de Vida? Si Dios lo es Todo, no puede ser el Espíritu de Vida otra cosa que Dios. Absoluto, Increado e Inmanifiesto. Pues entonces ¿qué es? Forzosamente el Ser Manifestado, Dios Creador, el Espíritu Santo. Tal es la enseñanza oculta relativa a este gran misterio del cristianismo, y vemos cómo quienes formularon el Credo de Nicea tuvieron en cuenta las tradiciones de la Iglesia primitiva al decir: «Creo en el Espíritu Santo, el Señor y Dador de Vida».
La verdad referente a la inmanencia de Dios subyace en las místicas enseñanzas de todos los pueblos, razas y épocas. Sea cual sea el nombre que se les dé y la religión que las contenga, enseñan que Dios está inmanente en todas las formas de materia y en todas las modalidades de vida y energía. Esta verdad constituye la doctrina secreta de toda filosofía, credo y religión. Las enseñanzas externas y exotéricas se reducen por lo general a la instrucción de las ineducadas mentes del pueblo y encubren la genuina verdad con el concepto de un Dios personal, de dioses y semidioses que moran en un lejanísimo reino celeste, o de un Ser que creó el universo y después de crearlo dejó que marchara por sí solo, sin prestarle atención más que en ocasiones, y reservándolo para premiar a quienes le prestan homenaje, le adoran y ofrecen sacrificios, y castigar a quienes no cumplen con estas exigencias. Creen las gentes que cada deidad personal favorece al pueblo que levanta templos en su honor y en cambio odia a los enemigos de tal pueblo.
Pero la doctrina secreta o esotérica enseñanza de todas las religiones repudia tan primitivo concepto de incultas mentes y expone la verdad del Dios inmanente, de la Energía inherente en todas las manifestaciones de vida. El cristianismo no está exceptuado de esta regla, pues afirma un principio esotérico en la declaración de su creencia en el Espíritu Santo.
Aunque la actual tendencia de las iglesias ortodoxas es decir muy poca cosa del Espíritu Santo, porque no saben explicar su significado, el cristianismo místico declara abiertamente su conformidad con este principio de las primitivas enseñanzas y con toda reverencia repite las palabras del Credo de Nicea: Creo en el Espíritu Santo, el Señor y Dador de Vida.
La mayoría de los que se llaman cristianos ignoran que también en el cristianismo hay una doctrina secreta, conocida siempre de los místicos de dentro y de fuera de la Iglesia, cuya llama mantuvieron y mantienen viva unas cuantas devotas almas escogidas para esta sagrada labor.