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«Movido a la exploración del reino de lo oculto y trascendental por la saducea tendencia de mi juventud, he tenido durante medio siglo experiencias en que pocos podrán igual arme y ninguno excederme; pero todavía no me atrevo a dar definidas conclusiones. Por lo tanto, suspendo mi juicio, pues no me inclino a dogmatizar en nada, y con mente abierta y equilibrado pensamiento, deseoso de recibir la luz de todos los focos sin rechazar nada que pueda servir a la justicia, me pregunto por qué unos mueren de viejos y otros apenas nacidos o en el mismo momento de nacer; por qué unos nacen ricos y otros pobres; por qué unos malgastan sus riquezas en devaneos y vicios pasionales, mientras la meritoria pobreza se esfuerza sin auxilio de nadie en su mejoramiento. Unos nacen con talento y otros idiotas. Unos con alma de santos y otros con propensiones criminales.

»La ley de herencia puede influir muchísimo en que los pecados de los padres recaigan sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación, pero no me explica el misterio de que a veces de un padre bueno salga un hijo malo y de otro muy sabio uno completamente estúpido.

»Tengo en mis anotaciones de los textos sagrados algunos pasajes que con otros de los Padres de la primitiva Iglesia parecen ser supervivencias de la antigua idea clásica de la reencarnación.

»El profeta Jeremías escribe: "Vino, pues, palabra de Jehová a mí, diciendo: Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones" (Jeremías 1, 4-5).

»¿Significa esto que creó de propósito el ego del que destinaba para su siervo y antes de revestirlo de carne mortal le instruyó en los planos superiores acerca de la parte que había de desempeñar en la manifestación de la divina voluntad?

»Cuando el fundador de nuestra religión encontró en el Templo al enfermo a quien poco antes había sanado después de treinta y ocho años de enfermedad, le dijo: "Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor" (Juan 5,14).

»Si el castigo era proporcional al pecado ¿había cometido aquel hombre alguno tan horrendo en su niñez que requiriera los cerca de cuarenta años de enfermedad y aun todavía más si reincidiese en el pecado?

»En otra ocasión vio Jesús un ciego de nacimiento, y sus discípulos le preguntaron: "Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres para que naciese ciego?" Pero yo pregunto: ¿Pecó antes de nacer para sufrir el castigo de la ceguera?

»EI profeta Malaquías dice: "He aquí, yo os envío a Elías el profeta, antes que venga el día del Señor, grande y terrible". ¿Era Juan el Bautista la reencarnación del profeta Elías? Jesús dijo que efectivamente era Juan el Bautista aquel Elías que había de venir, y que los judíos no le conocieron, antes hicieron con él todo lo que quisieron, pues Herodes lo mandó degollar» (Mateo 11,14; 17, 12).

»Según los textos de la Biblia y las Concordancias de Cruden, resulta que el profeta Elías y Juan el Bautista son una misma entidad. El versículo octavo del primer capítulo del segundo libro de los Reyes, y el cuarto del tercer capítulo del Evangelio de San Mateo, denotan evidentes analogías en las características personales de Elías el profeta y Juan el Bautista, pues de Elías dice el texto: "un varón y ceñía sus lomos con un cinto de cuero", y de Juan el Bautista que "tenía un vestido de pelos de camellos y una cinta de cuero alrededor de sus lomos".

»Juan el Bautista vivía en el desierto. Elías permaneció cuarenta días y cuarenta noches en el monte Horeb, el monte de Dios, en el desierto de Sinaí. Juan el Bautista bautizaba en el desierto al otro lado del Jordán. La vida de ambos voluntariamente apartados del bullicio de las gentes, se mantuvo de análogo modo, pues a Elías le dijo el Señor: "he mandado a los cuervos que te den de comer"; y la comida del Bautista eran langostas y miel silvestre.

»Dijo Jesús de Juan el Bautista: "Y si queréis recibir, él es aquel Elías que había de venir".

»Orígenes, uno de los más eruditos Padres de la Iglesia, que floreció en el siglo II, dice que el citado texto denota la preexistencia de Juan el Bautista en la personalidad de Elías, antes de su decretada existencia como el precursor de Cristo.

»Añade Orígenes acerca del texto bíblico: "Amé a Jacob y a Esaú aborrecí (Malaquías 1,2-3). Que si nuestra suerte no estuviera señalada por nuestras obras anteriores a la vida presente ¿cómo no fuera impropio e injusto por parte de Dios que el hermano mayor sirviera al menor y que Dios lo odiara a pesar de haberlo Isaac, el justo hijo de Abraham, sin que Esaú hubiese hecho nada para merecer tal servidumbre y concitarse el odio del Todopoderoso?"

»Asimismo echa de ver Orígenes nuestra preexistencia antes de la formación del mundo en el texto de san Pablo: "Bendito de Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo" (Efesios 1,3-4).

»San Jerónimo, en coincidencia con Orígenes, habla de nuestro descanso en planos superiores donde las criaturas racionales moran antes de descender a este bajo mundo, antes de trasladarse de la invisible vida en las espirituales esferas a la visible vida terrena; y enseña la necesidad de tener otra vez cuerpos materiales antes de que como santos y hombres "tan perfectos como perfecto es nuestro Padre en el cielo", gocen una vez más en el mundo angélico su anterior bienaventuranza.

»San Justino Mártir habla también del alma que habita más de una vez en el cuerpo humano; pero opina que por regla general (como en el caso de Juan el Bautista que olvidó que había sido Elías) no se nos permite el recuerdo en esta vida de nuestras pretéritas experiencias, aunque de nuevo estamos aquí desterrados como extranjeros y peregrinos en un inadecuado clima lejos de nuestra patria celestial.

»San Clemente de Alejandría y otros Padres aluden a la reencarnación al recordar la vital verdad enseñada por nuestro Señor al decir: "Os es necesario nacer de nuevo".»

Este sermón pronunciado por una tan conspicua dignidad de la Iglesia de Inglaterra debe llamar la atención de cuantos ardientemente busquen la verdad de la doctrina cristiana. Si un clérigo así, educado en semejante ambiente, pudo verse capaz de alegar tan elocuente testimonio en pro de una verdad usualmente considerada extraña a su aceptado credo ¿qué no cabe esperar de una Iglesia que una vez libre, de las estrechas trabas formalistas de la ortodoxia, puede considerar, aprender y enseñar tan notables doctrinas originalmente mantenidas y enseñadas por los primeros Padres de la Iglesia de Cristo?

Aunque la mayoría de los cristianos modernos impugnen acremente la idea de que la verdad de la reencarnación formó siempre parte de la doctrina, y prefieran considerarla como una enseñanza «paganizada», es innegable que los escrupulosos exégetas libres de prejuicios hallarán en los escritos de los Padres de la Iglesia cristiana irrefutables pruebas de que la verdad de la reencarnación se creía y enseñaba en los círculos esotéricos de la primitiva Iglesia.

La doctrina de la reencarnación formó incuestionablemente parte de los misterios cristianos, pero fue cayendo en relativa oscuridad a medida que se debilitaba la espiritualidad de la Iglesia, hasta que hoy día ya no se atreven a mantenerla los teólogos vulgares, quienes tildan de bárbara y pagana aquella parte de las enseñanzas originariamente comunicadas por los primitivos Padres de la Iglesia.

Los primeros cristianos estaban algún tanto divididos respecto a los pormenores de la reencarnación. Creían unos que el alma humana era eterna y procedía del Padre, y que había muchos grados y clases de almas, algunas de las cuales no han encarnado nunca en cuerpos humanos sino que viven en varios planos de existencia desconocidos de nosotros, y transitan de plano en plano y de mundo en mundo. En cambio otras almas quisieron tener la experiencia de la vida en el mundo terreno, y están pasando por todas las etapas de la vida física con sus penas y tristezas, sujetas a la ley de la reencarnación hasta que completen sus experiencias y salgan entonces del círculo de influencia del mundo físico y recobren su prístina libertad.