Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: No perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos.
Mas yo os digo: No juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey.
Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello.
Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede (Mateo 5, 33-37).
Combate aquí Jesús la costumbre de jurar, tan arraigada a la sazón entre los judíos y otros pueblos orientales. Exhorta a la sencillez y moderación de palabra. En esto es fiel a las tradiciones ocultas que de los iniciados y neófitos exigen sencillez de pensamiento y palabra.
Oísteis que fue dicho a los antiguos: Ojo por ojo, y diente por diente.
Pero yo os digo: No resistáis al mal; antes, a cualquiera que te hiere en una mejilla derecha, vuélvele también la otra;
y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa;
y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, vé con él dos.
Al que te pida dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses (Mateo 5, 38-42).
En este pasaje alude Jesús a la ley de resistencia, cuyo aspecto esotérico comprende todo iniciado. Esta ley rige en el plano mental y quienes la conocen saben que se refiere a la actitud mental que con respecto a los demás hombres ha de mantener el iniciado, en defensa contra toda imposición. El amor desvanece el odio y la cólera. Los nobles pensamientos prevalecen contra los siniestros.
Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo.
Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.
Porque si amáis a los que os aman ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos?
y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles?
Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto (Mateo 5, 43-48).
Aquí enseña Jesús la amplia tolerancia, caridad y amor que forman parte tan importante de todas las doctrinas místicas. Es una enseñanza completamente opuesta a la clerical idea de tolerancia y favor exclusivamente para con quienes son de su bando o que se sujetan a las normas de conducta que autoritariamente les imponen. Jesús enseñó la amplísima doctrina de la confraternidad humana, y que Dios concede su amor a todos los seres, tanto justos como pecadores, y que este perfecto amor ha de ser la finalidad de cuantos quieran entrar en el reino del Espíritu.
Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis merced de vuestro Padre que está en los cielos.
Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa.
Mas cuando tú haces limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre que ve en secreto te recompensará en público (Mateo 6,1-4).
Esta es otra reprimenda que Jesús da a los mojigatos, santurrones y beatos de relumbrón, que abundan hoy tanto como entonces.
Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos gustan de orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa.
Mas tú cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada tu puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en secreto te recompensará en público.
Y orando, no uséis vanas repeticiones, como gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos.
No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis.
Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.
Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
El pan nuestro pan de cada día, dánoslo hoy.
y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.
y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; por que tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.
Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial;
mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas (Mateo 6,5-15).
Aquí tenemos lo que dijo Jesús respecto de la oración. Precave contra la ostentosa exhibición de pietismo tan frecuente en las iglesias en toda época y país. Manda que nos acerquemos reverentemente al Padre sin llamar la pública atención. Después enseñó a sus discípulos la famosa oración dominical, qué comprendía un caudal de instrucciones Y preceptos genuinamente religiosos.
Todo el que al recitar las palabras de esta oración las llene con el reconocimiento del Espíritu recibirá la respuesta adecuada a sus necesidades y a su perfecciona miento individual. La Oración Dominical es un arcano del Místico Mensaje.
Y cuando ayunéis, no seáis austeros como los hipócritas; porque ellos demudan sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os digo que ya tienen su recompensa.
Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público (Mateo 6,16,18).
Esta es una reconvención a los tartufos y falsos devotos que alardean de su escrupulosidad en la observancia de las formas. Jesús, como verdadero místico, detestaba toda hipocresía santurrona y no desaprovechaba ocasión de condenada.
No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde los ladrones minan y hurtan;
sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan.
Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz;
pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que hay en ti es tinieblas ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?
Ninguno puede servir a dos señores; porque aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.
Por tanto os digo. No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que el vestido?
Mirad las aves del cielo, que no siembran ni siegan ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?
¿ y quien de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?
y por el vestido ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; mas os digo, que ni Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos.