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La tradición oculta nos enseña que con el oro ofrecido por los Magos, quienes les dijeron a los padres que lo guardaran para el niño, pudieron aquel pobre carpintero y su familia costearse el viaje a una tierra extraña, fugitivos y sin probabilidades de ganar dinero durante el viaje. Así el oro de aquellos místicos ocultistas salvó de la matanza al Fundador del Cristianismo. ¡Cuán miserablemente ha pagado la cristiandad esta deuda si consideramos las persecuciones de que en toda época ha sido objeto por los sedicentes cristianos a quienes llaman «paganos» orientales!

¡Y tengamos en cuenta que con el oro de los Magos fueron José, María y Jesús a Egipto, la sede del misterio y del ocultismo, la tierra de Isis! Había de ser un apropiado lugar de reposo para el Gran Maestro Oculto. Y la tradición oculta nos informa también de que una noche, rendida la familia por las fatigas del largo viaje, pernoctaron en el paraje de la esfinge y las pirámides. Y que la Madre y el Niño reposaron entre las garras delanteras de la esfinge que los mantuvo salvos y seguros, mientras que José se tendió ante ellos en la base del coloso para guardarles el sueño. ¡Qué escena! El Maestro, en la infancia, protegido por la esfinge, el antiguo emblema y símbolo ocultista, y cerca de allí, erguidas como potentes y vigilantes centinelas, las pirámides de Egipto, la obra maestra de los místicos egipcios, cada una de cuyas líneas y medidas simboliza una esotérica enseñanza… ¡verdaderamente el cristianismo se meció en el regazo del misticismo!

Las enseñanzas místicas son las eficacísimas reconciliadoras de la fe y la razón.

LECCIÓN II. EL MISTERIO DE LA VIRGINIDAD

Uno de los puntos de contradicción entre la teología dogmática por una parte, y por otra el racionalismo, la alta crítica y la mitología comparada es el del virginal nacimiento de Jesús. Acaso logremos mostrar más claramente los puntos diferenciales, exponiendo los opuestos conceptos y revelando después las tradiciones conservadas sobre el asunto por las ocultas fraternidades y corporaciones. Podemos exponer imparcialmente las distintas opiniones porque nos apoyamos en las enseñanzas ocultas con la convicción de que estamos situados independientemente y muy por encima de la lucha entablada entre las dos escuelas de teólogos cristianos. Esperamos que el lector reserve su Juicio hasta completar en esta lección el estudio del asunto. Creemos que las enseñanzas ocultas han de dar la clave del misterio y conciliar los dos distintos puntos de vista teológicos que amenazan dividir las iglesias en dos campos:

1º El de los teólogos ortodoxos.

2º El de los adheridos al concepto racionalista y de alta crítica.

La escuela teológica ortodoxa que sostiene la virginidad de María antes del parto, en el parto y después del parto en que nació Jesús, y cuyas enseñanzas aceptan por fe los fieles, se expresa como sigue:

María, una joven doncella de Judea, se desposó con José, carpintero de Nazaret en Gali1ea. Antes de consumar el matrimonio le anunció una visión angélica que concebiría milagrosamente un hijo a quien ella daría nacimiento, el cual reinaría en el trono de David y se le llamaría Hijo del Altísimo. Esta enseñanza tiene por único fundamento las afirmaciones contenidas en los evangelios de Mateo y Lucas, y dice:

«Y el nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo.

Y José su marido, como era justo, y no quería infamada, quiso dejarla secretamente.

Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños, y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es.

Y dará luz a un hijo, y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.

Todo esto aconteció para que se cumpliese lo que fue dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo:

He aquí, una virgen concebirá y dará luz a un hijo, y llamará su nombre Emmanuel, que traducido es: Dios con nosotros.

Y despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer.

Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre Jesús» (Mateo 1,18-25).

«Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado de Dios a una ciudad de Gali1ea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María.

Y entrando el ángel a donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres.

Mas ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería ésta.

Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios.

Y ahora concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús.

Éste será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.

Entonces María dijo al ángeclass="underline" ¿Cómo será esto? pues no conozco varón.

Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios» (Lucas 1, 26-35).

Tal es la enseñanza comúnmente aceptada por la ortodoxa teología cristiana. Está contenida en los dos credos principales de las iglesias cristianas y declarada artículo de fe por la mayoría de las iglesias ortodoxas.

En el Credo de los apóstoles, formulado hacia el año 500 de la era vulgar y que según se afirma fue modificación de otro credo anterior está expuesta la doctrina en estos términos:

«… y en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra del Espíritu Santo y nació de la Virgen María…»

En el credo de Nicea, que data del año 325, se expone así la doctrina:

«… y en el Señor Jesús Cristo, el unigénito Hijo de Dios, engendrado por su Padre… y encarnado por el Espíritu Santo de María Virgen…»

Tal es la enseñanza firmemente mantenida como de fe por las iglesias ortodoxas de hoy día, aunque no siempre fue así, porque este punto de doctrina suscitó muchas discusiones y discrepancias de opinión en los primeros siglos de la Iglesia, hasta que la actual enseñanza prevaleció contra las adversas y fue aceptada más allá de toda duda y discusión por los cristianos ortodoxos.

Pero en nuestros tiempos hay en las iglesias cristianas muchos hombres de talento que no aceptan la doctrina tal como está expuesta, y la voz de la alta crítica resuena cada día más potente en el mundo, de suerte que muchas enseñanzas incuestionable, mente aceptadas por los laicos las abandonan los clérigos, aunque mantienen su discrepancia en «discreto silencio». Pero aquí y allí se oyen valerosas voces que declaran explícitamente lo que su razón y su conciencia les dictan. Consideremos estas diversas opiniones.

Conviene advertir que no simpatizamos con la opinión de los incrédulos para quienes la virginidad de María es una leyenda inventada para encubrir el ilegítimo nacimiento de Jesús. Semejante parecer no se funda ni en inteligente investigación ni en severa crítica ni en enseñanzas ocultas. La inventaron arbitrariamente los incapaces de aceptar el dogma definido y que al ser expulsados de las iglesias se entretuvieron en trazar un tosco sistema de reconstrucción de la historia bíblica. Por lo tanto, prescindiremos de tan arbitrario concepto y pasaremos a examinar las opiniones heterodoxas de los eruditos, y después consideraremos las enseñanzas ocultas.