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ESTEBAN

No seas imbécil.

ÉL

(Suspirando.) Tengo la desgracia de que todos ustedes me insultan. En eso me parezco a Shylock. Y ahora que lo pienso, Shakespeare, no Marlowe sino Shakespeare debería haber escrito el Fausto. Y todos los que vinieron atrás se habrían dejado de joder conmigo. Con el respeto debido a éste, aquél y al de más allá. ¿Conversábamos de qué?, como dice tu otro custodio.

ESTEBAN

De mí, de lo que significa todo esto. Estoy borracho, o realmente…

ÉL

Más o menos realmente. Pero no empecemos otra vez; todo esto ya lo discutimos en el ómnibus.

ESTEBAN

Entonces es cierto.

ÉL

Sí y no. Es un poco complicado para un logos argentino, al menos por ahora. Se dice que mi idioma materno es el alemán y mi segunda lengua es el inglés. Esa gente gutural, ya se sabe, puede hacer con toda naturalidad que una cosa sea y no sea, acordate de Berkeley y de Kant. Ustedes, los de origen románico e hispánico, tienen la manía de lo absoluto.

ESTEBAN

(Irónico.) En el ómnibus no decían ustedes sino nosotros. ¿En qué quedamos?

ÉL

La nacionalización de lo demoníaco, pichón, es tu asunto, no el del paisano aquí presente. Yo he venido a embarullar, corromper e inducir, también podríamos llamarlo seducir. Te voy a dar una pista. Si yo fuera Esteban ya me estaría contestando que el idioma del diablo no es ni remotamente germánico o sajón. Es griego y latino. Una alocada y terrible traducción de un verso fenicio. ¡Oh tú, estrella de la mañana! y todo el chorro que sigue: ahí empezó esta historia que, en progresión decreciente, ha venido a parar al Cerro de las Rosas. Y espiritualmente la única lengua del todo apropiada al caso que nos ocupa es el venerable, simétrico, monumental y angélico latín de la Vulgata. O lo que es lo mismo, la lengua madre del diablo es católica y protocastellana. Todo eso argumentaría yo si fuera vos, y lo engalanaría con unos cuantos proverbios y coplas criollas. Pero veo que no te podes tener ni parado, cuantimenos polemizar.

ESTEBAN

Independientemente de mí, no te concedo ninguna existencia. Por lo tanto, todo lo que digas lo digo yo. Lo que ahora necesito saber es otra cosa.

ÉL

¿Y a quién vas a preguntárselo?

ESTEBAN

A vos.

ÉL

Pero si somos uno solo y el mismo yo no hace ninguna falta en este corredor. Mejor me voy con Custodio. (No se mueve.)

ESTEBAN

La naturaleza del castigo. Eso quiero conocer.

ÉL

No sé si entendí bien.

ESTEBAN

El castigo, animal. Cuál es el castigo.

ÉL

La palabra es infierno, ¿o me equivoco? La palabra es Gehenna, Orco, Tártaro. Hablamos del embudo bajo la ciudad de Jerusalén, de la gruta de Cumas. Hablamos de ayes, parrillas, fuego frío, caca, círculos, bolsones de maldad, resbalosas cornisas. En suma, decimos infierno. ¿Lo decirnos?

ESTEBAN

Lo decimos.

ÉL

En cuanto a esa lamentable pregunta, debo contestar que estoy desilusionado y entristecido.

ESTEBAN

No entiendo.

ÉL

(Casi gritando.) Que estoy decepcionado.

ESTEBAN

Dije que no entiendo, no que no oigo.

ÉL

Entendés. Si yo no soy más que sombra de tu propio pensamiento, un eco en un pasillo, si soy un poquito de tu locura puesto misteriosamente en el espacio, un idola theatri, si no existo, en suma, no te queda otro remedio que entender. Claro que si las cosas son de otra manera, antes de continuar esta conversación deberás aceptar mi existencia, y aceptar no sólo que soy sino que, además, estoy. Matiz muy español. No hablamos ni alemán ni inglés. Ser y además estar son nociones muy claras, aceptado lo cual, y no hace falta que intervengas, aceptado lo cual te digo que el motivo de mi decepción es que has perdido la gran oportunidad de tu vida. Pudiste ser arrogante, pudiste tener hybris, no preguntar nada. Nadie, ninguno de tus ilustres antecesores, dejó de pasar por esto.

ESTEBAN

Por????

ÉL

Por la pregunta, cabeza de chorlito. Qué manga de catequistas cretinos y literatos. Cuánto miedo y cuánto convencionalismo. Es lo que no le perdono al viejo Mann, esa payasada del fuego frío y los gemidos. Claro que él era un clásico y debía preservar la tradición; eso es lo peligroso de ser un clásico. (Pausa.) No hay castigo.

ESTEBAN

¿Cómo?

ÉL

No hay Castigo Eterno. No parrillas. No fuego helado.

ESTEBAN

Entonces…

ÉL

Entonces un corno. No hay castigo en el sentido tradicional, en el ominoso y elocuente sentido dantesco, ni, para ser precisos, en el oxidado sentido occidental cristiano. ¿Cómo puedo explicártelo? Hay un karma, una infalible y fría ley de las retribuciones. Sus operaciones son interiores, secretas y decisivas.

ESTEBAN

Lo que la abuela llamaba remordimiento, subproducto de la conciencia moral. Algo así como la justicia inmanente.

ÉL

Algo así como la Justicia Poética, hijito querido, sólo que atroz. Pero, antes de que me enoje, vamos a precisar los términos. Nada de moral ni de justicia. Sabrás que soy filólogo y lingüista; sabrás que, en cierto modo, mi entera existencia depende de una debatida cuestión semántica, aquello del astro matutino o estrella rutilante, Lucifer, hijo de la aurora, desmoronado por el suelo a causa de su soberbia. Soy, aunque autodidacta, una autoridad en materia de palabras. Así que nada de moral ni de justicia, inmanente o no. La moral es un basurero donde todos los decaídos, malformados, incumplidos y pestilentes excretan la mala digestión de su conciencia para que las Personas de Bien vayan y coman. Y la justicia es una mascarita inconstante, inconsistente, errabunda, caprichosa, olvidadiza, evasiva, más bien putilla, y limitada humanamente por la muerte. Karma es horrenda como una Mantis Religiosa platónica, enorme e inevitable como la fatalidad; impasible, infalible e incorruptible…

ESTEBAN

Como Dios.

ÉL

Como tu abuela. Y te hago notar que si persistís en esa maníaca tendencia a la teología escolástica te abandono para siempre en este pasillo. La condenación, ahijadito querido, el Infierno, el castigo, está en vos. Como el man; en la vaina, como el whisky en esa botella. Como la perla en la ostra desdichada y luminosa que por azar engendró una perla y debe pagar por ella con la vida. Karma es in potentia; está latente y al acecho, como tu alcoholismo de los próximos trece años, para expresarlo de manera profética e inexplicable, según se mire. El Infierno está en Esteban como Esteban ya está en el Infierno. Es Esteban. Pero, ¿cómo decirlo sin confundirte o alarmarte? Sobre todo es más que Esteban. Con tu permiso. (Saca un librito del bolsillo del gabán, se cala unos lentes redondos, busca parsimoniosamente una página. Está apoyado, con las piernas cruzadas, en una baranda de madera que, por alguna razón, da a la sala de la fiesta. Esteban comprueba, sin ningún asombro, que el astrólogo no sólo está apoyado en esta baranda sino también allá abajo, discutiendo animadamente con el padre Cherubini. No se ve por ninguna parte a Graciela, tampoco al adolescente de mirada sombría.) ¿Me viste allá? Diabolus ubique, pero no te me distraigas con el mundo fenoménico, estamos en el ombligo mismo de la cosa-en-sí. Sobre todo, decíamos, Karma es más que Esteban. (Hojeando el librito.) Esteban es pequeño, envalentonado y efímero; ella es grande, imperturbable y eterna.