Выбрать главу

ESTEBAN

Mi libertad.

ÉL

(Sentándose abrumado.) Qué palabrota, qué manera brutal de decir lo que se piensa. Vamos a ver, ¿te referís a tu libertad para aceptar o no mis condiciones?, ¿a tu libertad existencial?, ¿al libre arbitrio?, ¿a la kantiana libertad para elegir tu ser aunque no puedas elegir tus actos?, ¿a la libertad llamada de indeterminación? ¿Es una pregunta teológica, filosófica, medieval, renacentista, moderna? ¿Tal vez una pregunta contemporánea que se ubica más allá de la decadente modernidad y exige un nuevo sistema de valores? ¿Tal vez oí mal?

ESTEBAN

(Violentamente.) Voy a agarrarte del pescuezo. Voy a acogotarte y tirarte por esa ventana, seas quien seas, y aunque no estés ahí. Voy a hacer algo absolutamente original e inesperado y del todo nacional y latinoamericano. Voy a darte una patada en el culo como nadie imaginó nunca. (Se acerca.)

ÉL

(Apreciativo,) Muy bueno; rasgos como éste te han ganado nuestra simpatía, hace mucho tiempo. Ya podes calmarte y escuchar. Sos libre, en efecto. Libre en el sentido y la acepción que quieras.

ESTEBAN

Y qué significa, entonces, eso de que haga yo lo que haga nuestro trato está dispuesto desde antes y es irrevocable. Qué significa que mi voluntad no cuenta.

ÉL

Te lo dije al principio, el idioma español no está aún trabajado por el pensamiento, no es elástico ni lo bastante polisémico, metafísicamente hablando. (Esteban hace ademán de acercársele.) Está bien, está bien: no te levantes ni pongas tu mano sobre mí. Evitaré los circunloquios… Me das miedo, te juro. Jacob combatió con Gabriel una noche entera, todo es posible. ¿Qué era lo que te preocupaba? No me ayudes, no digas nada. Primo: voluntad y libertad no son la misma cosa, ni ahora ni antes ni en ninguna parte. Nuestro contacto no fue voluntario, como no es tu voluntad que ciertos microlaberintos de tu parénquima y ciertas funciones de tu excelente hígado hayan venido al mundo extraordinariamente interconectadas, como te explicarán algún día. Secando: Nada estaba dispuesto con anterioridad, si por dispuesto entendés el Destino, la Moira o cualquier fatalidad clásica en ese estilo. Vos estabas dispuesto, ávido, preparado, vos clamabas por nosotros de profanáis y a grito pelado desde el vientre de tu madre. Tu estructura más íntima, tu dibujo genético, tu mariposa embrionaria ya volaba hacia esta luz como una polilla nocturna hacia la vela. Tertio: Nada de lo anterior menoscaba tu libertad. Esteban pudo negarse, torcer el rumbo, elegir la otra puerta. Fínale con fuocco: Pero, hagas lo que hagas, elijas lo que quieras, me patees el culo o me lo beses, según el antiguo rito sabático, nada podrá evitar que estés vinculado a mí, adherido a mí. Este vínculo no se elige. Tu amigo Santiago, por ejemplo, nunca me tomó en serio. Nunca me aceptó; voluntariamente me negó, llevó su libertad hasta el más absoluto de los extremos. Escribió poco, eso sí, pero quién está exento, trate o no conmigo. Y de qué le sirvió. Ni siquiera va a conseguir salvar su alma inmortal, suponiendo que él la tenga.

ESTEBAN

¿Santiago?

ÉL

Totalmente endemoniado. Diabolizado y endiablecido potencialmente hasta la genialidad. Pero, ¿cómo decirlo de un modo generoso?: mal aspectado. Con demasiado Saturno en la casa de Orfeo. Non ragionam di leí, ma gualda e passa.

(En lo que podría llamarse uno de los laterales, a la derecha del espectador, se ilumina la habitación de Santiago. Se oye un estruendo y se ve un fogonazo. Un objeto esférico, algo más grande que una pelota de ping-pong, salta desde alguna parte y rueda sobre el piso. La perspectiva del observador cambia. Como si la habitación se viera ahora a través de una lente de las llamadas ojo de pescado. Se ve la pierna de Santiago, enroscada a la pata de la silla; el brazo derecho que se bambolea-, en el extremo del brazo, la mano que sostiene la pistola. Haciendo un esfuerzo, se lo ve todo. Perfectamente. Con detalles y en color. La disposición de las figuras parece filmada sobre una superficie convexa.)

ESTEBAN

(Gritando.) ¡No!

ÉL

Sí. (La habitación desaparece.) Todavía nos queda un poco de satanismo medieval y de la magia simpática. Sí. Santiago acaba de matarse. (Alzando un dedo.) Te pidió que te quedaras con él. Peor que pedírtelo: te lo insinuó, con recato y expectación. Con pudor argentino. Siempre fue patético y simulador. De chico se escondía a rezar en los roperos. No me preguntes cómo lo sé, porque carece de importancia comparado con lo que vos sabías. ¿Qué sabías? Sabías que se iba a matar.

ESTEBAN

Qué estás diciendo.

ÉL

Ahora no estoy diciendo nada, en cambio dije lo que oíste. Vos sabías, y ahora sí lo estoy diciendo, que Santiago se iba a matar. En rigor, vos lo mataste. ¿Lo viste todo, clarito y en relieve?, ¿desde el ojo? (Hace un amplio gesto circular.) Todo este cinemascope te pertenece. "Todas estas imaginaciones son tuyas", ha sido escrito, venerablemente. ¿Cómo articularlo dentro de los límites de la razón pura? Es como si tu imaginación adelantara, a veces. Presbicia, es el nombre técnico. Por ejemplo, ¿no sabías que iba a suceder lo de las Máquinas que Cantan? Sí lo sabías. Entonces sucedió.

ESTEBAN

Lo que estás diciendo es un disparate. ¿O intentas sugerir otra cosa?

ÉL

No es ningún disparate. Pero también estoy intentando sugerir otra cosa. Sería una pena que no te dieras cuenta, que nadie se diera cuenta. Tengo que irme otra vez. (Aparte.) Quien va a entrar es Verónica. (Sale.)

ESTEBAN

(Solo.) Realmente, no sé lo que quiso decir. ¿Debería saberlo? (Pausa.) ¿Quiso decir algo? (Trompetería. Truenos.)

VERÓNICA

Tengo la impresión de que estás hablando solo. ¿Qué haces acá arriba?

ESTEBAN

Buscaba un baño.

VERÓNICA

¿Lo encontraste? Hay once. Por no contar los árboles. Hablando de árboles, Roque tuvo que irse y te dejó saludos.

ESTEBAN

No entiendo la relación.

VERÓNICA

Los vi, hace un rato, conversando animadamente uno a cada lado del nogal. ¿Qué te pasó con Bastián?

ESTEBAN

¿Con Bastían?

VERÓNICA

Sí. Se fue. Dijo que en vos había algo maligno y que necesitaba hablar con Santiago, parecía un poco loco. Son más de las tres de la mañana. El vino y las tormentas les hacen mal a ustedes.

ESTEBAN

Quiere decir que él también sabía lo de Santiago.

VERÓNICA

¿Sabía que?

ESTEBAN

No tiene importancia. ¿A qué subiste?

VERÓNICA

Bueno, cómo explicarte; ésta es mi casa, no sé si eso te dice algo. Mi cuarto está ahí, a la vuelta. Y, ya que subí, voy a decirte dos cosas, que en realidad no son dos. Qué complicada me pone este pasillo, deben ser los cuadros. Primera cosa: yo que vos cuidaría un poco más a la adolescente del Ojo de Esmirna; en esta casa nadie está seguro. Hace más de una hora que está conversando, o algo, con alguien, en algún lugar.

ESTEBAN

Ya lo sé. ¿Segunda cosa?