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Y él sería por fin huérfano de madre.

Su padre reapareció al atardecer con un esparadrapo en el cogote. No venía solo. Esta vez venía escoltado por su hermano gemelo y el director del manicomio.

Pase usted doctor Po. ¿Dónde se ha metido esta mujer? ¿Se habrá encerrado en su habitación?

Pues la haremos salir dijo el hermano gemelo que era exactamente como su padre.

Eran dos gotas de agua. Dos cuellos duros idénticos. El mismo timbre de voz. La misma estatura. La misma mirada. La misma onda en el pelo. Si uno se hacía raya el otro se hacía raya. Si uno se ponía triste el otro se ponía triste. Si uno se cortaba afeitándose el otro también se cortaba afeitándose. Pensaban las mismas cosas uno y otro. Los dos eran abogados. El padre de Juan era abogado de la Diputación. Y su hermano gemelo era abogado del Ayuntamiento. Coincidían en todo. Siempre estaban de acuerdo en todo. Les gustaba el café cargado. Odiaban la leche y la mantequilla. Comulgaban diariamente desde su juventud. Eran muy aficionados a los toros. Fumaban la misma picadura de tabaco. Liaban los cigarrillos con el mismo grosor. Chupaban los cigarrillos igual. Echaban el humo a la vez. Si el padre de Juan lo echaba por las narices su hermano Pedro lo echaba por las narices. Si lo echaba por la boca el otro lo echaba por la boca aunque estuviera de espaldas y no pudiera ver por dónde había echado el humo su hermano gemelo si por la nariz o por la boca Cuando tosía uno el otro tosía. Cuando escupía uno el otro también escupía. Estaban sincronizados. Era extraño que no se hubieran dedicado al mundo del espectáculo aunque naturalmente lo habían pensado a la vez y también habían renunciado a esa idea a la vez. Se querían mucho. Se ayudaban cuanto podían. Juanito y Pedrito. Habitualmente Juanito mandaba en Pedrito. Un gesto de Juanito bastaba para que su hermano gemelo se pusiera inmediatamente a sus órdenes. Si Juanito señalaba la habitación de la madre de Juan su hermano gemelo Pedrito ya sabía lo que tenía que hacer.

Pase usted doctor Po. Mi hijo debe de estar con ella. No veo nada. Enciende la luz Pedrito.

Entonces el doctor Po dijo aquí huele a alcohol. Ventilemos.

Pedrito abrió la ventana

La madre de Juan roncaba. El doctor Po puso su maletín sobre la cama. Abofeteó ligeramente a la madre de Juan. La madre de Juan abrió un ojo. Reconoció a los asistentes y volvió a cerrar ese ojo. El doctor Po tomó la palabra.

Aquí hay dos alternativas doña Dolores. Nada más que dos. Óigame bien lo que le voy a decir. Una posibilidad es que se venga con nosotros. Y la otra es que le pongamos aquí mismo el electroshock.

¡Váyase a la mierda! dijo su madre abriendo los ojos.

Los gemelos se miraron La madre de Juan los llamó pareja de abogaditos. El doctor Po preguntó dónde hay un enchufe. Pidió una alargadera.

La madre de Juan apartó las sábanas de un manotazo. Quería levantarse. No podía.

No lo intentes le dijo Pedrito. No lo intentes que yo estoy aquí.

El doctor Po le ordenó a Juan que saliera de la habitación.

Pedrito dejó entornada la puerta.

Se oían los gritos de su madre. Suplicaba que no le pusieran el electroshock.

Es un momento. Hay que hacerlo. Después lo agradecerá. Así no podemos seguir. Ni un minuto podemos seguir así doña Dolores. Fíjese qué corte le ha hecho a su marido en la cabeza. Es un momento. Quieta. Es un momento. Muerda esta goma. ¡Le digo que muerda esto!

Por el ruido de sacudidas y calambres imaginaba Juan las convulsiones del cuerpo de su madre rompiéndose a pedazos. ¿Se rompía a pedazos? ¿En cuántos pedazos exactamente?

Luego todo quedó en silencio. Como si hubiera muerto. Una paz inquietante.

Su padre salió de la habitación suspirando. Su hermano gemelo también suspiraba. El doctor Po llevaba el maletín con el orgullo de un representante de perfumería después de haber hecho una gran venta.

Estará tranquila un buen rato pero conviene que se quede alguien con ella.

El chico se quedará con ella.

El doctor Po se acercó a Juan.

Veo que tiemblas. ¿Desde cuándo?

Sacó una moneda del bolsillo. La tiró al suelo.

Cógela.

Juan se agachó a recoger la moneda. Su mano serpenteaba.

El doctor Po movió la cabeza.

Su padre y el gemelo también movían la cabeza.

De lo tuyo nos ocuparemos otro día.

Uno dos. Uno dos.

Grabando.

Grabando su padre hizo grabar especialmente una cinta con los quince misterios del santo rosario rezados en la Capilla del Santo Cáliz. Por el mundo hay muchos cálices de la Ultima Cena pero el Cáliz que se conserva en la Capilla del Santo Cáliz en la Catedral de Valencia es el auténtico según un documento del obispado. Una de las pruebas de su autenticidad es que el pie del cáliz también llamado Santo Grial es un vaso del siglo X añadido a la copa con rica orfebrería del siglo XIV porque se tenía la absoluta certeza de que la pieza había estado en contacto con las manos y los labios del Señor. Por tanto los otros santos cálices son falsos cálices y del mismo modo que las falsas religiones deben ser ignoradas cuando no combatidas los falsos cálices de la última cena deberían destruirse públicamente en la plaza de San Pedro para evitar la proliferación de falsificaciones. Esto mismo hacen las grandes marcas con las falsificaciones de sus mejores productos. Anualmente la firma Cartier destruye miles de falsos relojes Cartier en una ceremonia pública celebrada en los Campos Elíseos de París. La plana mayor de Cartier asiste al acto en el que una gran apisonadora con el nombre Cartier sobre el poderoso rodillo aplasta todas esas falsificaciones hasta dejarlas como una oblea. Y sin ir más lejos porcelanas Lladró hace otro tanto con las figuritas Lladró falsificadas. En presencia de los fotógrafos de prensa y de las cámaras de televisión una apisonadora con el nombre Lladró sobre el gigantesco rodillo apisona las falsas figuritas Lladró y la imagen de este apisonamiento público da la vuelta al mundo para solaz y alivio de los coleccionistas de auténticas figuritas Lladró. Algo parecido tendría que hacer la autoridad eclesiástica con los santos cálices falsificados. Una gran apisonadora católica debería apisonar las falsificaciones de los santos cálices repartidos por el orbe católico que ofenden y desprestigian al auténtico Santo Cáliz de la Capilla del Santo Cáliz de la Catedral de Valencia.

El padre de Juan enchufaba el casete del rosario y al mismo tiempo que hacía sus ejercicios espirituales realizaba sus ejercicios físicos en la bicicleta estática mientras su esposa permanecía sentada en una butaca anatómica que habían comprado en el concesionario oficial de Citroën. Aquella butaca de automóvil Citroën modelo ZX era la que resultaba más cómoda a doña Dolores y en la que doña Dolores tenía menos dolores. Por eso habían decidido entronizarla en el salón de la casa porque la butaca Citroën ZX era la más confortable de cuantas había probado. Y un ebanista del manicomio le hizo las patas a medida.

Virgo potens

Virgo clemens

Virgo fidelis

La pareja desgranaba las letanías sin dejar de pedalear en la bicicleta estática y sin dejar de tricotar en el sillón delantero de Citroën ZX.

Santa María madre de Dios ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte amén.

Sin embargo las largas sesiones diarias del rosario con todos sus misterios gloriosos, dolorosos y gozosos no garantizaban la paz del hogar. El éxtasis beato daba paso otra vez al infernal estallido de insultos y golpes. El cielo se oscurecía súbitamente. Se desgarraba por la mitad. Caían rayos y truenos.