Feliz él.
Poco después también había asistido al juicio de un cocinero de Manhattan llamado Daniel Rakowitz quien troceó y coció en la marmita a su novia la bailarina Monika Beerle. Otro animal doméstico separaba a la pareja. En esta ocasión se trataba de un loro. Sus crónicas combinaban morbosidad y puritanismo a partes iguales. Entusiasmaron a los lectores de Damas y Caballeros. Aunque las escribía muy deprisa inventando la mitad en el taxi de vuelta a su oficina tenía en cuenta el punto de vista de las sociedades protectoras de animales y el punto de vista de las asociaciones feministas y del gremio de cocineros.
En España el amor a un animal no llevaría jamás a extremos parecidos. En España se abandonan más de 150.000 gatos y más de 75.000 perros al año de entre los dos millones y medio de gatos y los tres millones y medio de perros que comparten sus vidas con las vidas de los españoles. Se abandonan los perros y los gatos cada verano cuando sus dueños deciden irse de vacaciones y ven ahí una buena oportunidad para deshacerse de ellos. Lo cierto es que los odian desde mucho antes de las vacaciones. Los odian desde que el perro les empezó a aburrir y a dar demasiado trabajo. Bajarlo para que cague. Subirlo para que coma. Bajarlo para que mee. Subirlo para que beba. Necesitan tomarse vacaciones de los perros y de los gatos como si fueran los jefes de la oficina. Como si fueran los viejos de la casa que tampoco se mueren al llegar el cambio de estación. Todos son inmortales. Por eso la paga el perro. Lo abandonan en la calle. En una carretera sin tráfico. La mitad de ellos mueren tratando de volver a la casa de la que les han echado. Mueren atropellados por otros automovilistas que también salen de vacaciones al mar o a la montaña. En el mar el perro que sobrevive a los atropellos se abrasa de calor. Enferma y muere. En la montaña los cazadores le pegan un tiro. El resto se extravía en un desesperado vagabundeo por las ciudades donde lo más probable es que vayan a parar a los hornos crematorios del matadero municipal.
En España la gente pone cara de repugnancia imaginando el descuartizamiento de Annabelle. Pero no ponen cara de repugnancia al enterarse de que unos quinceañeros han apedreado en el zoo a un pingüino traído desde el estrecho de Magallanes. Un absurdo pingüino traído de ese estrecho a Madrid para que unos gamberros de Madrid le fracturen el cráneo.
¿Hay algo que nos una al fervor popular del pueblo danés manifestado por la perra de su reina Margarita? Esta perra salchicha llamada Zenobie desapareció del palacio. La reina pidió la colaboración de los súbditos para localizarla. Las fuerzas de seguridad rastrearon los bosques de Fredensborg. La corte se volcó en esa búsqueda. Nobles y plebeyos se afanaron por recuperar a Zenobie y devolverla al regazo de su dueña quien desde el palacio emitía comunicados rogando que de ser localizada la perrita no le dieran comida. Solamente agua. Y que cesaran las ofertas que se le hacían de regalarle otras perras de la misma raza y similares características. Ninguna podría sustituir a Zenobie. Ninguna llenaría el inmenso vacío que Zenobie había dejado en el palacio. Juan estuvo a punto de viajar a Copenhague para cubrir la información de este caso. Finalmente el director de Damas y Caballeros desistió al comprobar que el interés de los lectores españoles se inclinaba más hacia los perros esquimales que hacia los salchichas por ser aquéllos la última moda. Los perros salchicha no son ahora queridos en nuestro país. A estas alturas y como sucede con demasiada frecuencia en la prensa española no sabemos si la perra de la reina Margarita de Dinamarca extraviada el 21 de octubre de 1993 fue localizada o sigue extraviada o sencillamente murió. No sabemos nada porque la prensa española no ha vuelto a hablar de la perra de la reina de Dinamarca. Siempre hace lo mismo nuestra prensa. Machaca una noticia durante varios días hasta que ya no puedes más y de pronto la deja caer sin dar explicaciones. Se hace lo mismo con una perra perdida que con un delincuente fugado o que con un terremoto que ha matado cien mil personas. Al cabo de unos días hay que olvidarlo. El director dice que no se hable más de la perra y no se habla más. Que no se hable más de Ruanda y se acabaron las matanzas de Ruanda porque la gente se cansa de las matanzas que nos pillan demasiado lejos y las fotografías son angustiosas y es mejor hacer un reportaje sobre el turrón de Jijona.
La prensa española es conocida en todo el mundo por esta tendencia a abandonarlo todo bruscamente. La prensa española es como los españoles que nos cansamos un día de saludar a alguien y dejamos de saludarle. Y los lectores españoles se lo tragan todo. Lo dan todo por bueno. ¿Que les cuentas lo de la perra de la reina danesa? Les parece muy bien aunque la perra de la reina danesa no sea de la raza gran danés. ¿Que dejas de contarle lo de la perra de la reina? También muy bien Se olvidan. Que cada lector se imagine lo que prefiera. Que la perra volvió o que la perra no volvió. A nadie le interesa averiguar si Zenobie era desgraciada en palacio y se fugaba precisamente por esa razón. ¿La regañaban demasiado? ¿La maltrataban frecuentemente? ¿La alimentaban mal? ¿La privaban de esas satisfacciones básicas que tienen todos los mamíferos sea cual sea su raza y su educación? ¿Buscaba un macho que no fuera salchicha? ¿No se lo facilitaba la reina? ¿Por qué no se lo facilitaba? Cuestiones todas ellas que hubieran revelado no sólo el misterio de la perra misma sino las conductas de la familia real danesa. Y esto habría arrojado luz sobre el enigma que siempre envuelve a las familias reales de todo el mundo Pero nuestros periódicos son insolventes. Mendaces. Mediocres. Dan la noticia porque es una noticia curiosa cuando una reina que en sí misma ya es una curiosidad pierde a su perro faldero. Pero después no se toman la molestia de telefonear al palacio para averiguar el desenlace del asunto. La falta de imaginación es portentosa.
Lo primero que pierden los directores de periódicos españoles es la imaginación. Ésta es la primera pérdida que acusa un director de periódico en cuanto toma posesión de su cargo. Si el director es imaginativo no dura más de una semana en el cargo de director. Para ser buen director hay que perder la poca imaginación que hasta el momento de ser director tenía esa persona. Lo que pierden en imaginación lo ganan en apetito. Siempre están comiendo y bebiendo en el comedor reservado para uso exclusivo de la dirección. Siempre tienen que invitar a alguien a comer o a cenar y siempre tienen que ser invitados por alguien a comer y a cenar cuando son directores. Es como si no hicieran otra cosa más que comer y cenar. Antes de transcurrido medio año en el cargo se les pone un culo que no les cabe en la butaca. Se les infla la cara como si les dieran dosis masivas de cortisona. Pierden pelo. Pierden memoria. Empiezan a decir majaderías propias de director. La voz les cambia. Se compran un traje gris con la chaqueta cruzada modelo director sin darse cuenta de que el mismo traje aunque algo más barato lo lleva el chófer. En realidad el chófer podría pasar por ser el director. No tendría más que sentarse en la parte trasera del automóvil y hablar por teléfono para que todo el mundo supiera que ése era el director del periódico. Nadie pondría en duda que el chófer es el nuevo director y que el director es el nuevo chófer. El chófer subiría al despacho del director a dar órdenes menos estúpidas que las que habitualmente da el director. El periódico tendría más venta porque el chófer piensa como la gente de la calle y el periódico está hecho para la gente de la calle. En realidad los directores de periódicos españoles creen que los periódicos están hechos para dar satisfacción al amo del periódico que por regla general es un nuevo rico o a lo sumo un rico de segunda generación pero con la mentalidad de nuevo rico totalmente inculto. Tiene el periódico para hacer sus negocios. Para tener un poder que sin el periódico sería muy difícil que tuviera. Con su periódico se le abren muchas puertas. Consigue muchas cosas. Recibe muchos favores. Le respetan porque se le teme no tanto por él ni por su dinero como por su periódico que llega a todas partes todos los días y va socavando al adversario y arruinando al competidor para triunfar él. El director del periódico es respecto del amo del periódico lo que el chófer del director del periódico es respecto del director del periódico. Es el tipo que está a las órdenes directas del amo. El que dice sí señor cuando usted quiera y donde usted quiera. Vaya más deprisa y va más deprisa. Frene y frena. Baje aquí y baja aquí. Porque si no lo hace así su destitución es fulminante. Se le da la patada. Y entonces se nombra a otro director que desempeñe sus funciones como es debido.