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Pero a veces se envalentonan.

Si es tan fácil de pintar la foto la pintas tú cabrón. ¿Por qué no la pintas tú?

Sin embargo por regla general el fotógrafo de prensa vuelve al periódico con la foto que le han encargado. Se quejan de su oficio porque les parece que es un oficio muy duro del que hay que quejarse. Su manía es comparar siempre su oficio con el del periodista. El fotógrafo de prensa dice que los periodistas algunas veces escriben lo que ven pero cuando una cosa no la ven se la inventan. En cambio el fotógrafo no puede inventar la foto. La tiene que hacer. No la puede pintar por mucho que le digan que la pinte. Y eso es una desventaja brutal. El periodista añade siempre cosas de su propia cosecha. Entrevista a personas y pone en sus bocas frases lapidarias cuando le conviene. Frases que el entrevistado nunca dijo. Pero el entrevistado no protesta porque afortunadamente sale mejorado en la entrevista. El periodista va haciendo su camino. Con un poco de oficio al final todo cuela. Y se comporta así hasta el esperado día de la jubilación que es cuando hace balance y concluye que su trabajo ha sido un trabajo totalmente objetivo y veraz. Un trabajo muy digno y respetable. Lo cierto es que su trabajo ha sido un embuste ininterrumpido desde el primer día que escribió la primera línea hasta el último día que escribió la última línea cansado y harto de escribir estupideces. Cualquier artículo que volviera a leer al cabo de unos años le sacaría los colores a la cara. Se pondría enfermo. No podría terminar de leerlo. Desearía no haber escrito nunca aquella paparruchada. En cambio el fotógrafo de prensa por mucho que se lamente saldrá siempre mejor parado en el futuro. Sus fotos se guardan en un archivo y alguna que otra vez aún son útiles para ilustrar algo. Las personas fotografiadas pueden parecer ridículas. Muchas lo son. Pero la foto no es ridícula como tal foto. Un montón de fotos de un fotógrafo de prensa aguanta mejor el paso del tiempo que un montón de palabras de un periodista por muy bueno que sea el periodista.

El fotógrafo de prensa no tiene más remedio que ponerse delante de la manifestación y aguantar allí los porrazos si quiere llevar al periódico la foto que el periódico espera que lleve. Así como hay veces que el fotógrafo tiene fácil su trabajo y se lo despacha en un santiamén otras veces lo tiene muy difícil. Tiene que humillarse rastreramente. Tiene que lamer culos y adular. Tiene que tragarse insultos. Tiene que esquivar salivazos. Tiene que aguantar algún que otro empellón y algún que otro mamporro. Tiene que ir siempre corriendo cargado de cámaras y objetivos y focos que pesan más de lo que el fotógrafo puede soportar. El fotógrafo de prensa acaba padeciendo desviamiento de columna vertebral. Acaba con el cuello torcido hacia el lado izquierdo si es diestro y hacia el lado derecho si es zurdo. Realmente se convierte poco a poco en un ser deforme muy interesante y pintoresco para la traumatología. Pero sobre todo se vuelve receloso y mal pensado. Los fotógrafos de prensa sólo se ponen de acuerdo para atacar a los periodistas. Para mofarse de los que ellos despectivamente llaman los plumíferos. Para despotricar de los plumíferos que se inventan lo que no ven y se las dan de inteligentes y firman con su nombre más grande que el nombre del fotógrafo que es quien se juega el tipo y va por ahí como un mulo de carga. No le pidas al plumífero que te lleve un bulto. No se te ocurra. Te lo lleva una vez y lo pierde. O si no lo pierde te lo restriega hasta que vuelve de viaje y te da el bulto. El fotógrafo no sabe si recoger ese bulto o zumbarle con el bulto en los morros. Al final del viaje si el viaje dura más de tres o cuatro días se masca la tragedia entre el fotógrafo y el plumífero. No se tiran los trastos a la cabeza de milagro. Pero entran en la redacción y uno dice a su jefe con éste no me mandes más a ningún sitio que un día le romperé la cara. Y el otro va a su jefe y le dice otro tanto. Aunque al cabo de una semana ya son otra vez amigos porque lo que quieren es salir de la redacción y que los manden de viaje aunque sea para pegarse. Salir y respirar aire puro. Le preguntas a un fotógrafo de prensa por otro fotógrafo de prensa y dice que ése es un indeseable. Cuando dice que es buena persona es porque es mal fotógrafo. El fotógrafo de prensa sólo se encuentra a gusto con la variedad de plumífero que demuestre estar dispuesto a aguantarle su cháchara profesional. Cuando estuvo en Bosnia. Cuando estuvo en Ruanda. Cuando estuvo aquí y cuando estuvo allá y lo que trajo de allí y lo que trajo de acá. Lo que comía aquí y lo que comía allá. Y lo que bebía en todas partes. El hotel tan increíble de tal sitio y el de tal otro sitio. La intérprete que se llevó a la cama no sé dónde. La guía aquella que se enamoró perdidamente de él y no le dejaba ni a sol ni a sombra.

Los grandes fotógrafos de prensa ganan un premio Pulitzerpor una sola foto de prensa y los otros fotógrafos de prensa que nunca ganarán ese premio aunque vivan doscientos años y hagan cien millones de fotografías comentan que esa foto si la miras bien es una foto vulgar. Efectista. Pero pobre. O sea una mala foto que la mires por donde la mires no merece el Pulitzer.

La foto de una negrita en un país africano asolado por la guerra abandonada en la cuneta de una carretera en los mismísimos huesos a punto de morir de un momento a otro y a espaldas de la niña hay un buitre que avanza despacito hacia la niña que seguramente no ve ni oye al buitre ni tampoco al fotógrafo. Esa foto gana el Pulitzer.

¿Me puedes explicar por qué esa foto gana el Pulitzer?

Juan imaginaba al fotógrafo pidiendo a Dios que el buitre no se mueva que se quede quieto hasta que dispare convencido de que el encuadre es perfecto la luz es perfecta el mensaje de la foto es un mensaje perfecto con la niña y el buitre juntos y él testigo de esa unión en el asolado continente africano.

¿Ahuyentar al buitre? ¿Arriesgarse a que el enorme buitre negro se abalance sobre la diminuta niña negra y le arranque la cabeza de un picotazo?

El fotógrafo de prensa que está allí soportando aquel infierno está precisamente allí para hacer fotos como ésta.

No está allí para salvar la vida de la niña. Ni para acabar en ese instante con la vida del buitre. Eso ya lo harán quienes vean publicada su fotografía y experimenten el horror de su mensaje. La única responsabilidad del fotógrafo de prensa es sacar fotografías de prensa. No le pidamos la siguiente foto. No preguntemos qué ocurrió después. La niña tal vez continúa sentada en la cuneta en espera de otro fotógrafo y de otro buitre.

O de un solo buitre capaz de hacer primero la foto y luego el trabajo restante

Pero son muy pocos los fotógrafos españoles que puedan hacer esas fotos. Los directores de los periódicos españoles los utilizan como pinches de cocina. No quieren que fotografíen las atrocidades del universo. Quieren cosas prácticas. Domésticas. Ahora chico corta esto. Luego pica eso. Y trocea aquello. Y pela patatas y cebollas y no llores que aún será peor.

Tienen que pasar la tarde del domingo con el culo pegado a la hierba del estadio de fútbol para hacer la foto del gol. O cualquier foto deportiva. Tienen que meterse en el callejón de la plaza de toros para hacer la foto de la cogida si hay cogida y cuando no hay cogida tienen que hacer alguna otra foto espectacular. Cualquier foto no vale Ya lo saben. Hay que tener olfato. Esa foto o ninguna foto.

En el callejón de la plaza los fotógrafos taurinos miran con un ojo por un lado de la cámara y al mismo tiempo su otro ojo está pegado al objetivo. Si no miran por el rabillo del ojo se perderían siempre lo mejor. Al final salen de la plaza con un ojo mirando hacia el tendido y el otro hacia los corrales. Pero de pronto ya tiene al toro con un asta clavada en la arena y las patas traseras en lo alto y el cuerpo del bicho cabeza abajo.

¡Qué foto!

Fue cosa de una milésima de segundo porque el toro no puede de ningún modo mantenerse en ese difícil equilibrio más que un instante pero en ese instante el fotógrafo taurino hizo la gran foto taurina. El resto le corresponde al crítico taurino.