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¿Es esto mucho pedir?

Todos los creadores del mundo tienen su Santo Creador colgado de la pared. Se hicieron fieles devotos de ese Santo Creador desde el día mismo de su ingreso en la Academia de los Muertos. Antes no era más que un payaso.

Uno dos. Uno dos.

Grabando.

Grabando en el café Braünerhof.

Anuncian música de tres a cinco. Un cuarteto dice el cartel.

Está lleno.

Hay mujeres solas.

Matrimonios mayores que han ido de compras y ahora se rodean de las bolsas de sus compras. Todo lo compraron juntos. Pero no parecen estar juntos. Cruzan miradas de hastío. Casi de odio.

Hay parejas jóvenes. ¿Jóvenes? Quién sabe.

Fuman sin parar. Un cigarro tras otro. Beben litros y más litros de café con leche. El popular Melange. Comen tartas que supuran nata por los cuatro costados. Leen periódicos austriacos. Periódicos alemanes.

¿Qué leen hoy? Veamos. ¿Qué sucede más allá de los cristales empañados del café Braünerhof?

Leen sobre la polémica que ha surgido en Alemania por mantener con vida artificial a una agonizante embarazada hasta el momento del parto. Grandes titulares. En España también tenemos un caso muy polémico. El de un tetrapléjico que lleva veinticinco años en la cama y es mantenido con vida contra su voluntad. La justicia no le da el pasavolante para morir. El tetrapléjico pide un empujón. Pero el empujón se lo dan para que siga viviendo como una momia que apenas mueve los labios.

Si estuviera tetrapléjico no podría moverme. Ahora me mearía encima este melange vienés que he bebido en el café Braünerhof. Bebida diurética por excelencia. Los vieneses beben melange y a los pocos minutos van a mear. Siempre están meando o guardando cola delante de la puerta de los lavabos de los cafés para mear el café vienés en el mismo café donde se lo han bebido. Se toman el tiempo necesario para hacer el ciclo completo.

El tipo de detrás tiene prisa. Que espere. Relincha como un Lippizaner. Lo único que no tengo todavía averiado en mi espíritu es el esfínter. Podría decírselo. De paso también podría interesarme por el suyo. Pero los bufidos que da son propios de un desalmado sin espíritu.

Mientras meo trato de sacar cuentas.

¿Cuántas veces habré hecho esto mismo a lo largo de mi vida? ¿Algo así como 110.000 veces? Entre 110.000 y 125.000 veces diría yo. A una media de seis meadas por día a lo largo de 50 años eso mismo es lo que sale. Me parece poco. Muy poco. ¿No está uno siempre subiéndose y bajándose la cremallera? ¿Abriendo y cerrando la bragueta? ¿Meando y meando y meando? Meando en la escuela. En casa. En la cama. En las calles. En las carreteras. En las duchas. En el mar. En los aviones. En los trenes. En las piscinas. Meando a todas horas y en todas partes. De un lado a otro pendiente de esto. No lo puedes olvidar. Y cuando no estás pendiente de mear estás pendiente de cagar. Al menos una vez al día. Me levanto y aunque no tenga verdaderas ganas me siento a cagar por la sencilla razón de que allí donde se duerme suele haber un sitio para cagar. Duermes y luego cagas. O al revés.

Pansy no tenía esa costumbre. Cagaba cada vez en un sitio y siempre a distintas horas. Eso no le preocupaba. Decía que no es un motivo de preocupación para ningún norteamericano tanto si es hombre como si es mujer. En América repetía Pansy es muy fácil cagar en cualquier sitio. Es lo más fácil del mundo. Todo el país está preparado para ello. Hay servicios en todas partes. Hasta en los lugares más remotos. Lugares donde supones que el hombre no ha puesto el pie hay un aviso indicando que existe un lavabo. Un lavabo que son tres lavabos. Para señoras uno. Para caballeros otro. Para minusválidos otro. Incluso en ocasiones hay cuatro porque también separan a los minusválidos en razón del sexo. Y todos esos aseos están siempre limpísimos. Eso es muy impresionante. La limpieza de los aseos públicos en los Estados Unidos. El funcionamiento y mantenimiento impecable de esos aseos en los Estados Unidos. Los Estados Unidos son como un inmenso cuarto de baño para una población extraordinariamente meona. En aquel país la población siempre está ingiriendo sustancias líquidas cuando no también sólidas y gaseosas. Dado su volumen de ingestión es indispensable disponer de todos los aseos de que disponen porque de lo contrario el consumo habría de restringirse drásticamente. Lo cual tendría graves repercusiones en la economía mundial. A Pansy le daba envidia que Juan cagara de una forma tan metódica y puntual nada más levantarse por las mañanas. En cambio ella no. A ella le entraban ganas de cagar durante el desayuno. Durante la comida. Durante la cena. Por regla general siempre le entraban ganas de cagar durante la cena. Se metía cuatro bocados en la boca y necesitaba cagar. Luego volvía a la mesa como si tal cosa. Pero Juan nunca se acostumbró a esa costumbre que tenía Pansy. Volvía a la mesa y a él ya se le iban las ganas de seguir comiendo mientras que a ella le entraban muchas más ganas de comer después de haber cagado que antes de haber cagado. Y gracias que cagaba cuando podía. Cuando no podía cagar Pansy se ponía inaguantable porque en el acto se le inflamaban las hemorroides. Eso le ponía de un humor de perros. Era un problema de familia. Todos padecían de estreñimiento y de almorranas. Cuando Pansy y Juan visitaban a los padres de Pansy en Truth or Consequences uno de los temas insoslayables de conversación era el tema del estreñimiento y de las almorranas que todos sufrían por igual. El padre de Pansy tomaba la palabra delante del micrófono de su emisora This is My Voice in America y a través de las ondas imaginarias organizaba un debate acerca de las tres almorranas que más le molestaban recayentes dos de ellas hacia la derecha y la otra hacia la izquierda. Explicaba su particular sistema de ponerse la pomada antihemorroidal cuyo tubito llevaba permanentemente en el bolsillo de la camisa. Y daba consejos a sus oyentes aquejados de la misma anomalía. Joe registraba sus intentos fallidos de defecación y sus baños de asiento en un gran cuaderno. En ese mismo cuaderno anotaba los gastos efectuados por tratamientos y ungüentos de todo tipo así como los gastos médicos y quirúrgicos. Joe mantenía correspondencia a nivel nacional con diversas personas aquejadas de estreñimiento crónico y era secretario de la Asociación de Estreñidos de Nuevo México que organizaba diversos actos para recaudar fondos destinados a la investigación y tratamiento del estreñimiento en el estado de Nuevo México. Desde que el padre de Pansy había sufrido el traumatismo cerebral que le orientó patológicamente hacia la radiodifusión política el estreñimiento se había acentuado y ocupaba espacios cada día más importantes en su programación radiada. Emitía ingeniosos anuncios de laxantes. Desaconsejaba los picantes y en particular la guindilla. Confeccionaba listas de alimentos y sustancias laxantes. Explicaba el proceso de acción del laxante en el intestino. Leía cartas de supuestos oyentes exponiendo sus casos particulares y agradeciendo la información que la emisora les proporcionaba. También pedía la participación de la madre de Pansy en el programa y compartía con ella el consultorio radiofónico del estreñimiento en Nuevo México y Arizona en el que disertaban sobre sus ya largas relaciones conyugales desde el punto de vista de los efectos nocivos del estreñimiento. Cuando los hermanos de Pansy acudían a casa de los padres de Pansy el día de Thanksgiving eran inmediatamente requeridos por el padre de Pansy para intervenir en una tertulia radiofónica familiar sobre el estreñimiento familiar. Siendo Peter el mayor de los hermanos y estando al frente de la empresa familiar le correspondía trazar una política industrial del estreñimiento. Una planificación racional. Para complacer a su padre improvisaba toda clase de estupideces al respecto. Decía que los capataces de las máquinas apisonadoras se resentían de más estreñimiento que los simples obreros de las apisonadoras porque no conducían las apisonadoras mientras que los obreros sí que las conducían. La constante trepidación de las máquinas facilitaba la necesaria trepidación de los intestinos y actuaba como inductora de la defecación. Añadía que por esta razón los asientos de las apisonadoras habían sido oportunamente equipados con un recipiente para defecar sin necesidad de que el obrero interrumpiera el trabajo de apisonamiento. Añadía que los resultados estadísticos de los últimos cuatro años habían sido enviados a las autoridades sanitarias federales y estatales para su estudio y análisis. El segundo hijo de Joe y Mom llamado Patrick enfocaba el asunto desde una vertiente teológica puesto que su campo era la teología. Argumentaba que el estreñimiento estaba íntimamente relacionado con los designios del Todopoderoso que había elegido a sus más queridas criaturas para que lo sufrieran y de este modo acumularan méritos para la salvación de sus almas. La hermana menor de Pansy que se llamaba Susi debía cerrar las intervenciones anteriores añadiendo una nota de alegría familiar y en fecha tan señalada agradecía a los peregrinos llegados a este gran país aquejados de almorranas sus sacrificios y su impagable generosidad. Por último Pansy entonaba una canción absolutamente diarreica acompañada de ruidos de gases y expulsiones fecales que Joe grababa en dos magnetófonos al mismo tiempo. Más tarde salían todos al porche donde Mom servía té árabe y dátiles frescos que le enviaban sus parientes del Líbano. Llegado un momento el hijo mayor Peter se acercaba por detrás a su madre Mom y sin mediar palabra la derribaba al suelo y la dejaba pataleando allí sin poder levantarse hasta que su otro hijo el teólogo Patrick la ayudaba a levantarse. Este espectacular derrumbamiento anual de la madre árabe de Pansy era lo que más regocijaba al padre de familia quien entonces ponía música de Wagner a todo volumen invocando a Alá.