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Pero lo más llamativo no era ni el edificio ni la decoración. Tampoco la abundancia de ordenanzas uniformados que merodeaban por allí. Ni siquiera era el director con su voz atiplada y sus gestos afeminados. Lo sorprendente y original era un semáforo que el mismo director se había hecho instalar junto a la puerta de su despacho y que él accionaba discretamente con unos pedales. Un pedal encendía la luz verde. Otro la luz ámbar. Y el tercero la luz roja. De este modo jamás se producían accidentes entre las visitas del director. Nunca chocaban dos redactores jefes en el estrecho pasillo que conducía al despacho del director. Nadie tenía dudas de que al director no se le podía molestar cuando el semáforo estaba rojo. Nadie tenía dudas de que era arriesgado meterse allí con el semáforo ámbar. Y nadie tenía la menor duda de que sólo cuando la luz se ponía verde el acceso estaba autorizado.

Uno dos. Uno dos.

Grabando.

Grabando la cinta número tres.

Habitación 108.

Hotel Domgasse.

La calle de Mozart.

Si dejo de hablar un instante el Olympus L200 Microcasete Recorder se para en el acto.

Vuelvo a hablar y arranca.

El sonido lo activa. Cualquier sonido. El ruido de las herraduras de los caballos de los coches de caballos con turistas que van sobre el empedrado hacia la casa de Mozart hace funcionar el aparato. La pata de un caballo pone en marcha el motor de la grabadora igual que lo pone en marcha mi voz. No hay diferencia alguna entre la pezuña animal y la voz humana.

La herradura de un asno y la voz de Pavaroti.

La coz de un percherón y la voz de Plácido Domingo.

El goteo de la cisterna del váter y mi voz llamando a Berta.

En un hospital de parapléjicos ya instalaron un sistema que permite mover infinidad de aparatos con la voz. Se llama el Controlador de Entorno por Voz. El parapléjico dice buenas noches y las luces de su habitación se apagan. El parapléjico dice subidme la sábana y el aparato encargado de subir la sábana le sube la sábana al parapléjico. Se puede programar en cualquier idioma. Incluso en cualquier dialecto.

El Controlador de Entorno por Voz puede llamar por teléfono como un manos libres. Puede rascarle la oreja al parapléjico cuando a éste le pica la oreja. Puede proporcionarle otros placeres al parapléjico si los desea y su estado se lo permite.

Las aplicaciones son muy variadas.

¿Podría suministrarle a un tetrapléjico el ansiado suicidio con sólo pronunciar la palabra?

Juan miró la luz verde del semáforo y entró en el despacho del director de Damas y Caballeros. Se sentó por vez primera en la silla aunque el director le había indicado que lo hiciera en el sofá. A Juan nunca se le habría ocurrido sentarse en el sofá ni en las butacas que parecían destinados a otro tipo de visitas. En lo sucesivo siempre se sentaría allí. En la misma silla desde la que podía verse con toda claridad la foto dedicada de Franco titular de la tarjeta número 1 de Prensa desde el 20 de julio de 1949. El Generalísimo vestía de general. Apoyaba su mano derecha en un libro abierto. Miraba con la mirada del cronista de sucesos que espera la noticia del próximo asesinato.

El director le dijo querido Juan usted no se haga ilusiones de que va a firmar artículos ni a viajar por cuenta de este periódico que le contrata exclusivamente para que edite los trabajos firmados por nuestras mejores firmas y para que redacte los pies de las fotografías así como los títulos y sumarios de los distintos reportajes que iremos publicando un día tras otro. Usted entra en este periódico de gran solera y tradición como un soldado raso que entra en el Ejército al que por cierto dedicamos amplios espacios con cierta frecuencia por ser uno de los pilares de nuestra sociedad y uno de los intereses primordiales de nuestros lectores. Aunque es obvio que esto no quiere decir que con el tiempo usted no vaya haciendo alguna otra cosa. Por ejemplo traducciones de crónicas o entrevistas adquiridas a publicaciones francesas o italianas para lo cual es muy aconsejable que en sus ratos libres mejore sus conocimientos de esos idiomas.

El director hizo una pausa. Bajó los ojos. Volvió a mirarle en silencio. Bajó nuevamente los ojos. Parecía como si tomara fuerzas para volver a hablar.

¿Ha entendido usted cuál va a ser a grandes rasgos la naturaleza de su trabajo?

Juan asintió. Lo había entendido. Éste era su primer trabajo. Estaba de acuerdo.

El director no mencionó el sueldo. Dijo que de esas cosas de menor importancia ya se ocupaban otras personas. Pero hizo hincapié en que un periodista jamás se hace rico en este sacrificado oficio por muy buen periodista que sea.

El periodismo no hace rico a nadie. No espere usted hacerse rico en un periódico. Si espera hacerse rico ejerciendo esta noble y desinteresada profesión al servicio de la sociedad es preferible que abandone cuanto antes el periodismo y se dedique a los negocios. Porque el periodismo tiene mucho de arte y sacerdocio.

El director también le dijo que esperaba de él su total colaboración para escribir cartas al director. Desde el principio podía Juan ejercitar su talento en ese magnífico banco de pruebas.

Nuestros lectores no suelen tomarse la molestia de escribir cartas. Ésta es una tradición mucho más arraigada en la prensa sajona que en la prensa española. Pero nosotros tenemos en Damas y Caballeros una acreditada sección de cartas al director que supongo que usted conoce perfectamente. Es una sección muy destacada. La lee mucha gente. Es una sección muy influyente. En esa sección podemos incluso denunciar cosas que sería conflictivo denunciar en nuestros editoriales. Los lectores que no se toman la molestia de escribir cartas al director desean sin embargo ver publicadas cartas al director que expresen puntos de vista coincidentes con sus propios puntos de vista. Por tanto conviene ofrecerles en la sección de cartas al director el tipo de carta que ellos desearían escribir y no escriben. Cartas de la más diversa temática escritas con ingenio y sobre todo con oportunidad. Piense usted temas originales de posibles cartas al director. Otros redactores del periódico me entregan cartas al director sobre temas de actualidad. Pero debo insistir en que no es necesario que los temas sean siempre temas de rabiosa actualidad. Es preferible que nosotros hagamos actuales algunos grandes temas olvidados. Temas religiosos. Temas culturales. Temas sociales. Diversos temas tratados desde distintos ángulos. Toda clase de temas a excepción de los temas políticos. Los lectores no esperan cartas al director de contenido político. En absoluto. Prescinda usted de la política. Póngase en la piel del lector medio de Damas y Caballeros que como usted muy bien sabe es un periódico tradicional. Un periódico con una larga historia. Un periódico con mucho prestigio. Respetable. Muy sólido. Así que nuestra misión consiste en fomentar al máximo los valores del pasado. El respeto a las instituciones. El amor a la Patria. El respeto a la familia. La defensa de la religión. Estoy seguro de que encontrará temas interesantes para esas cartas. Temas sencillos. Vulgares y corrientes. Los que están en la calle. Ésos son los temas. Por ejemplo se me ocurre que un tema interesante podría ser esta reciente polémica en torno al proyecto de construcción de un campo de golf en la Casa de Campo. Unos están a favor y otros en contra. Los izquierdistas demagogos están naturalmente en contra. Nosotros como usted sabe no somos izquierdistas. Lo cual tampoco hay que interpretarlo como que estemos incondicionalmente a favor de la propuesta de ese campo de golf de 18 hoyos en la Casa de Campo. Sabemos que no es un proyecto indispensable. Pero tal vez sea conveniente. ¿Por qué no? Mire usted la popularidad que el golf ha adquirido en los últimos años en Japón. Impresionante. Cuando he visitado recientemente Japón me he quedado asombrado al ver a miles de obreros saliendo de las fábricas con los palos de golf en alto para ir corriendo a jugar a los campos públicos de golf. No se puede afirmar que el golf sea en Japón un deporte de minorías. Al contrario. Y en otros países lo es cada vez menos. De manera que una carta en la que el lector se incline a favor de ese campo de golf de 18 hoyos en la Casa de Campo al que tendrían acceso las clases populares en determinadas circunstancias sería una carta a tener en cuenta para su publicación. Pero también debe usted redactar otra carta sobre el mismo asunto pero en sentido contrario. Es decir una a favor y otra en contra. Una a favor sin otra en contra no nos interesa. Nos comprometería. Hemos de buscar un equilibrio. Y ahora amigo mío creo que ya hemos terminado. Le deseo suerte y le doy la bienvenida a esta casa.