– Bueno, Bronte es realmente agradable.
– Sí, lo es.
– Se ríe mucho y me gusta cómo me abraza. Pero supongo que también tendrá que irse, si ella no es mi madre.
Estaba muy clara la decepción de Lucy.
– ¿Te gustaría que se quedara, Lucy?
– ¡Oh, sí!
Luego hizo una larga pausa y añadió:
– Quiero decir que Brooke Lawrence no tiene tiempo para ser madre, ¿verdad? Está lejos, tratando de salvar a los animales y a mí me gustaría tener una mamá. Una de verdad. Una que se quede en casa y haga tartas y todo lo demás…
– ¿Me estás sugiriendo que podrían intercambiar los papeles?
Había tanta lógica infantil en esa solución, tanta simplicidad que Fitz no estuvo seguro de querer reír o llorar.
– No seas tonto, papá, no pueden hacerlo. Brooke Lawrence siempre será mi madre. Pero si tú te casas con Bronte, ella puede serlo también. Como ahora Ellie es la madre de Josie. Y luego podríamos tener también una hermanita.
«¡Bien!» pensó él.
– Creo que será mejor que vayas un poco más despacio. Primero hay que preguntarle a Bronte si quiere ser tu madre.
– ¿Cuándo?
– Mañana. Y también podrás conocer a Brooke. Eso es lo que ha sucedido. Lucy. Ha llegado esta noche…
– ¡Brooke Lawrence está aquí!
– Sí, pero tú estás muy cansada. Ya la verás por la mañana. A Lucy se le llenaron los ojos de excitación.
– ¡Es fantástico! ¿Puedo llamar a Josie?
– Estará dormida, y tú también deberías estarlo. Ya la llamarás por la mañana.
– Muy bien. Entonces le diré también a Bronte lo del niño.
Él se aclaró la garganta.
– Creo que tal vez será mejor que me dejes eso a mí.
Era un deber que estaba ansioso por cumplir.
– ¿Es eso cierto?
Bron estaba en la puerta, mirándolo con una intensidad casi desesperada. La respuesta de él importaba mucho y Fitz se levantó y se acercó a ella.
– ¿Qué te ha dicho?
Ella se dirigió entonces a un sillón y se dejó caer en él pesadamente.
– Me ha dicho que se lió con un profesor de la universidad y que, cuando le dijo que estaba embarazada, él le envió un talón para que abortara. Y ella había bebido basante, pensando en hacerlo, cuando cayó en tus brazos el día de la fiesta de Navidad.
– Fue así más o menos. Por supuesto, yo llevaba semanas deseándola. Pensé que era mi noche de suerte cuando cayó en mis brazos. La traje aquí, pero entonces me di cuenta de que no era sólo el alcohol lo que la había hecho desmayarse y llamé al médico. Él la regañó por beber en su estado y, dado que pensó que yo era el responsable, a mí también.
– Oh, cielos.
Bron pareció como si se fuera a reír y añadió:
– Pobre Fitz.
Luego, definitivamente, se rió.
– Cuando él se marchó, ella me lo contó todo. Era evidente que no quería abortar y, animada por mí, volvió a la universidad al día siguiente y le tiró el talón a la cara al tipo ése. Él le dijo que podía hacer lo que quisiera, pero que si decía algo de todo eso, haría que la echaran de la universidad.
– ¿Podía hacerlo?
– Ella no estaba dispuesta a arriesgarse. Y, por lo que a mí se refería, su embarazo ejerció un efecto tranquilizante con mi libido. Y tengo que decirte que, como futura madre, tu hermana fue un auténtico agobio. Era exigente, petulante, insoportable. Pero yo prometí ayudarla si decidía tener su hijo.
– ¿Por qué?
– Primero por sentimiento de culpa. Yo no la habría tratado como ese cerdo, pero quería lo mismo que él, sin ataduras -respondió él-. Luego por fascinación. Ese hijo estaba creciendo prácticamente delante de mis ojos. Un día Brooke me hizo ponerle la mano en el vientre y sentí moverse a Lucy… Fui con ellas a las clases de preparto y todo el mundo dio por hecho que yo era el padre, y estuve con ella cuando nació Lucy. Me dejaron que le cortara el cordón umbilical… Ella es mía, en todo lo que importa.
– Y mi encantadora hermana te dejó que te quedaras con ella a cambio de un trabajo en la televisión.
– Yo creía que volvería.
– Te estabas engañando a ti mismo -dijo ella.
– No, Bron. Yo no había planeado jugar a la familia feliz. Sólo creía que volvería a reclamar a su hija. No entendí cómo se pudo alejar de ella.
– Así es Brooke. Fácil de amar y difícil de entender.
– ¿Cómo está?
– Agotada por el viaje, si no, no se habría derrumbado de esa manera. Ahora está durmiendo y mañana volverá a ser la misma. No es necesario que te preocupes, Fitz. No intentará separarte de Lucy.
El se acercó entonces, la tomó de la mano y la hizo ponerse en pie, luego se sentó con ella en su regazo. Bronte no protestó.
– Hablando de Lucy, he tenido una pequeña charla con ella y ya sabe la verdad.
– ¿Qué?
Bron fue a levantarse rápidamente, pero esta vez Fitz se apartó a tiempo.
– Lo siento -dijo ella acariciándole el golpe de la barbilla de antes-. ¿Te duele?
– Podrías besarlo para que se me pase. Y aquí también me duele. Y aquí…
Ella le tapó la boca con la mano.
– Cuéntame lo que le has dicho.
– La única preocupación de Lucy es que te vayas.
– Pero Brooke está ahora aquí.
– Mi hija no es tonta. Sabe que Brooke no se va a quedar y cree que tú eres muy buena dando abrazos. Así que preferiría tener una madre a tiempo completo antes que una famosa de vez en cuando.
– ¿Y Brooke?
– Puede pasar por aquí siempre que quiera y tenga un momento libre en su misión de salvar la tierra.
– Lucy lo tiene todo claro entonces.
– Casi. Incluso el hecho de que, si tú te quedas, podría tener una hermanita, como Josie. ¿Te vas a quedar, Bron?
– ¿Por Lucy?
– Por mí. Por ti.
– ¿Estás seguro de que sabes a quién se lo estás pidiendo?
– Creo que debo haberlo sabido siempre. Deseé a Brooke, pero contigo siento algo completamente distinto.
Como estaba sentada en su regazo, Bron tuvo sus dudas.
– Pues a mí se me parece mucho a la lujuria.
– Si eso fuera todo no estaría sentado aquí contigo encima, estaría haciendo ya algo al respecto. Pero esta vez creo que será mejor que hablemos antes de los detalles. ¿Te vas a quedar?
– ¿Estás seguro de que quieres que lo haga? ¿Sabes que todo el mundo va a pensar que eres un hombre triste que no pudiendo tener a la hermana brillante, te has conformado con la otra?
– ¿Y tú te crees que a mí me importa algo lo que piensen los demás? Y además -dijo besándole el cuello-. Tu sabes que eso no es cierto, ¿verdad?
Bron se encogió de hombros.
– Tal vez te gustaría demostrármelo.
– ¿Aquí? ¿Ahora?
– Bueno…
Fitz se rió.
– No está nada mal que te pueda leer tan bien el pensamiento.
– ¿Oh? Entonces, ¿cómo es que has tardado tanto en darte cuenta de que yo no era Brooke?
– Yo nunca pude leerle los pensamientos a ella. Fue cuando me di cuenta de que podía leer los tuyos cuando supe que eras otra. Alguien muy diferente -dijo él sonriendo-. Ahora que ya hemos dejado claro que te quedas, sólo hay un problema más.
– ¿Oh?
– ¿Dónde vas a dormir, si Brooke está en la habitación de invitados?
– Ésta es una casa grande, ¿no hay otras habitaciones?
– Sí, las hay. Una era la de Lucy cuando era niña. Otra está llena de trastos y otra solía ser mi estudio antes de que transformara el establo. Hay montones de habitaciones, pero no camas… Eso es tan cierto como que te puedo leer los pensamientos, querida.