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– Lo sé.

– ¿Sí?

– Ellie, nunca llegué a creerme que estuvieras implicada -dijo Liam tras suspirar-. Pregúntale a Sean. Desde el momento en que te conocí, puse en duda que hubieras participado en esto. ¿Crees que habría salido contigo si de veras pensase que eres una delincuente?

– ¿Y por qué has salido conmigo?

– Porque… no sé… no he podido evitarlo.

– ¿Quizá porque era parte de tu trabajo?

– Sé que estás dolida y que sientes como si te hubiera engañado, pero…

– Es que me has engañado.

– Lo siento -Liam la miró a los ojos y Ellie parpadeó para que no se le saltaran las lágrimas. Cuando le acarició una mejilla y se agachó, supo que estaba a punto de besarla. En el último momento, Ellie giró la cabeza y lo esquivó.

– Bueno… ¿qué vamos a hacer?

– No sé qué quieres que diga.

– Me… me refiero con Ronald. Creo que debería llamarlo e invitarlo a casa. Pero no quiero enseñarle la llave allí. Podría…

– Maldita sea, Ellie, no puedes…

– Para -atajó ella-. Podía decirle que tengo la llave en un lugar seguro. Luego ir por ella, después ir al banco y, cuando lleguemos, lo detienes.

– Yo no puedo detenerlo. Y Sean tampoco. Según mi hermano, primero hay que avisar al banco. Luego, ellos llaman a las autoridades. Después se envía una orden de detención y por último lo detienen. Es más complicado de lo que parece.

– Puedo hacerlo -aseguró Ellie-. Puedo conseguir que confiese.

Esa vez no dudó. Liam la agarró por los hombros, se la acercó y le dio un beso largo y prolongado. Ellie no se apartó. Apoyó las manos sobre su torso y luego las entrelazó detrás de su nuca. Cuando comprendió que Liam no pararía mientras ella no lo hiciera, se echó hacía atrás. Quiso decirle que le había hecho mucho daño, cuánto lo quería y lo vulnerable que se sentía.

Pero no estaba dispuesta a abrirle su corazón. Si Liam no le correspondía, sabía que se le partiría en mil pedacitos. Y esa vez no podría recomponerlo. Estaba enamorada de Liam Quinn, de verdad, por primera vez en su vida.

– Tengo que irme -dijo.

– No. Tenemos que tomar una decisión. Si vas a seguir adelante, quiero estar seguro de que estás a salvo -murmuró Liam.

– ¿Qué debo hacer? Dímelo tú.

– Llama a Ronald esta noche y dile que quieres verlo. Pero tiene que ser en algún sitio donde podamos vigilaros. Y oíros -arrancó él-. No le digas de qué quieres hablar. Si te pregunta, dile que es por lo de esos contactos para encontrar trabajo. Sé simpática, hazle creer que tiene una oportunidad.

– No puedo creerme que haya podido gustarme. Debería haberlo plantado antes de que él cortara conmigo -Ellie frunció el ceño-. Lo que no entiendo es por qué rompió antes de que le devolviera la llave.

– Supongo que confiaría en que podría recuperarte cuando quisiera. Pero trastocaste sus planes cuando dejaste el banco y te viniste a vivir a Boston -dijo Liam-. Quizá debería estar contigo cuando lo llames.

Aunque habría preferido contar con su apoyo, no quería retomar la relación con Liam tan rápidamente. Era muy fácil quererlo, depender de él. Pero, por una vez en la vida, se iba a quitar las gafas de color de rosa y vería al hombre que era en realidad: un hombre que la había engañado y traicionado.

– Yo te llamaré -contestó por fin.

– Te llevo a casa -Liam le rozó los labios con un dedo antes de que pudiese protestar-. Solo quiero asegurarme de que estás a salvo.

Ellie asintió con la cabeza. Se sentía mucho más segura junto a él… al menos físicamente. Emocionalmente, sabía que bastaría un solo beso más para arriesgarse a perder el corazón. Liam había acudido en su rescate antes, pero en ese momento era ella quien debía rescatarse.

Ellie se alisó el vestido de noche, luego se subió el escote para no mostrar tanta piel. Había comprado el vestido hacía casi tres años para una cita con un corredor de Bolsa de Wall Street, pero en el último momento la había llamado para cancelarla y nunca había vuelto a tener noticias de él.

Al menos podría sacarle provecho esa noche. Estaba decidida a atrapar a un hombre y, de paso, limpiar su nombre. Debía estar asustada, pero desde que había conocido a Liam, había aprendido que era capaz de explotar su sensualidad a su favor. Tal vez no fuese una mujer fatal, pero había ganado seguridad en sí misma.

Dio un tirón al bajo de la falda, que le llegaba hasta medio muslo, pero al hacerlo se le bajó el escote.

– Déjalo así -se dijo mientras se ajustaba el sostén. Luego se examinó con ojo crítico frente al espejo-. Estoy… muy guapa. Haré con él lo que se me antoje.

– ¿Vas a ir con ese vestido?

El corazón le dio un vuelco al oír la voz de Liam. Sean y él habían llegado a su apartamento hacía unas horas para poner un micrófono. Desde entonces, Liam había estado revoloteando a su alrededor, viendo cómo se preparaba para la cita, observándola en silencio y volviéndola un poco loca. Sean se había limitado a desearle buena suerte y había regresado al desván del edificio de enfrente.

– ¿Qué tal estoy? -le preguntó Ellie al reflejo de Liam en el espejo.

– ¿No vas un poco… ligera de ropa? Ellie se giró hacia él. Estaba celoso. Sonrió para sus adentros, secretamente complacida.

– Quiero provocar a Ronald, demostrarle que no soy una mosquita muerta. Y para eso necesito mostrarme sexy y atractiva, la clase de mujer capaz de lo que sea para conseguir lo que quiere.

– ¿Y no puedes hacer eso con otro vestido?

– ¿Qué pasa?, ¿quieres que esto salga bien o no? -contestó ella. Liam soltó un exabrupto, se dio media vuelta y regresó al salón. Ellie lo siguió-. ¿Qué es lo que te molesta?, ¿que el vestido sea demasiado atrevido o que Ronald vaya a ver más piel de lo que te parece apropiado?

– Ellie, Ronald ya ha intentado matarte. No me parece conveniente que lo provoques.

– Pero… tú vas a estar aquí para protegerme si pasa algo. Y Sean está vigilando desde el desván. No tengo miedo. Solo me preocupa meter la pata…

– Recuerdas en qué hemos quedado, ¿verdad? Si en algún momento no te sientes segura, pronuncia la palabra «hambre». Pregúntale si tiene hambre, lo que sea. Yo saldré de la habitación de inmediato.

– De acuerdo. Pero, ¿qué pasa si quiere que le entregue la llave aquí mismo?

– Dile que has guardado la cajita de música en otra caja fuerte y que no puedes recuperarla hasta mañana por la mañana. La recogerás, quedarás con él en su banco y os llevaréis el dinero.

– Y ahí es cuando lo pilláis con las manos en la masa, ¿no?

– Exacto. Sean ha llamado a Intertel y han avisado a las autoridades de que Ronald está aquí. Lo detendrán en cuanto se haga con el dinero.

– ¿Y yo?

– Tendrás que contarles la verdad. Pero es evidente que no has tenido nada que ver con todo esto -Liam le agarró una mano y le dio un pellizquito-. Puedes hacerlo, Ellie.

– No me queda otra.

Ellie respiró profundamente, sintió como si el nudo que tenía en el estómago se le apretara. Cuando se solucionara todo, se había jurado empezar otra vez de cero, marcharse a otra ciudad, dejar el pasado atrás. Pero al pensar en una vida sin Liam el nudo del estómago se le trasladaba al corazón.

– Ronald -dijo después de sonar el telefonillo-. Se ha adelantado.

– Voy al dormitorio. Desde allí lo oiré todo.

– ¿Y si quiere entrar en el dormitorio? O sea, si tengo que…

– Si quiere entrar en el dormitorio, lo mandas a paseo -contestó Liam tajantemente-. Ya puede querer…

– ¡No! Quiero decir, si quiere que le enseñe el apartamento.

– Ah -Liam suspiró-. Bueno, intenta evitarlo. Si insiste, me esconderé en el armario.

Ellie asintió con la cabeza, se acercó a la entrada y pulso el botón de entrar. Liam le agarró la mano, le dio un pellizquito de ánimo. Luego se la llevó a la boca y le dio un beso en la muñeca.