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– ¿Ellie?

Esta se giró y sonrió, sorprendida al ver a Keely Quinn junto a una maceta.

– Hola, ¿qué haces aquí?

– He venido esta mañana con Sean y Liam. Tengo una tienda de tartas aquí que estoy trasladando a Boston poco a poco. Pero sigo teniendo muchos clientes en Manhattan. Supongo que has venido por la entrevista.

– Sí. ¿Están con Sean?

– No, terminó hace un rato y volvió a la estación de tren. Están entrevistando a Liam -Keely miró la hora-. Dijeron que habría terminado a mediodía. Habíamos pensado en comer juntos. ¿Te apuntas?

– No… no sé. Quizá quieran hablar conmigo a continuación -Ellie respiró profundo-. ¿Qué tal todo por Boston?, ¿cómo le va… a Rafe?

– Bien. Pero, ¿no te interesa más cómo le va a Liam? -preguntó Keely, enarcando una ceja.

– Yo… bueno… -Ellie tragó saliva-. ¿Cómo está?

– Bien -dijo Keely-. Ha estado ocupado. Ha vendido algunas fotos y va a exhibir una colección en una galería. Está pensando en hacer un libro con Brendan. También ha presentado sus fotos a National Geographic. No le han ofrecido un puesto, pero no descartan que cuenten con él en el futuro.

– Parece que le va muy bien.

– No está con nadie -dijo Keely sin rodeos-. No ha salido con ninguna mujer desde que te fuiste.

– Ya… No tardará mucho. Es un tío estupendo. Seguro que habrá muchas mujeres interesadas.

– Sí. Pero lo que importa es lo que él quiere -contestó Keely crípticamente.

Se quedaron en silencio varios segundos. Ellie se obligó a reprimir el impulso de preguntarle qué intentaba decirle. ¿Hablaba Liam de ella?, ¿estaba contento?, ¿creía que todavía tenían una oportunidad?

– ¿Y tú qué has hecho? -preguntó por fin Keely.

Ellie respiró hondo. No podía con aquella charla insustancial.

– Tengo trabajo nuevo. Y acabo de encontrar un apartamento genial. Me va muy bien. Ya me he olvidado de todo lo que pasó en Boston. Bueno, de todo no: todavía queda lo del juicio y… eso, no de todo.

Keely asintió con la cabeza y se puso de pie.

– Voy a ver si encuentro una taza de café. ¿Quieres algo?

– No, gracias.

Miró a Keely marcharse. Luego puso las manos sobre el regazo, intentando que no le temblasen. La verdad era que estaba tan nerviosa, que no estaba segura de si podría beber un sorbo de agua siquiera.

– ¿Señorita Thorpe? La están esperando. Al final del pasillo, la última puerta a la izquierda.

Ellie se levantó de inmediato y echó a andar a paso ligero. El corazón le martilleaba contra el pecho.

– Tranquila -murmuró-. Todo irá bien. Entonces lo vio. Liam salió de la sala de conferencias y sus ojos se cruzaron un instante. Se mantuvieron la mirada. Ellie sabía que seguía caminando, pero, al mismo tiempo, era como si estuviese congelada. ¡Estaba tan elegante con aquellos pantalones color caqui, chaqueta deportiva y corbata!

– Hola, Ellie -la saludó él sonriente.

– Hola, Liam.

La fiscal, que estaba de pie detrás de Liam, carraspeó:

– Señorita Thorpe, puede pasar cuando quiera,

– ¿Qué tal estás? -preguntó Ellie, haciendo caso omiso a la invitación de la fiscal.

– He estado…

– Señor Quinn, me temo que no debería hablar con la señorita Thorpe en estos momentos. No debería hablar con ninguno de los testigos hasta que la hayamos entrevistado -Leslie Abbott avanzó unos metros y agarró a Ellie por un brazo con suavidad-. Vamos a empezar si no le importa.

La puerta se cerró. Ellie notó que el corazón, tan agitado segundos antes, le dejaba de latir. ¿Ya estaba?, ¿unas pocas palabras, un saludo y se acabó? Se había depilado las cejas y las piernas para ese momento y había terminado antes de empezar siquiera.

– Siéntese, por favor -le pidió la fiscal. Ellie obedeció. Leslie Abbott tomó asiento a su lado y sacó un cuaderno-. Bueno, tengo entendido que Liam Quinn y usted eran amantes.

– ¿Qué?

– Ya me ha oído. ¿Es consciente de que esto puede afectar al caso? Mírelo desde el punto de vista del abogado defensor. Tenemos a un detective privado que pide ayuda a su hermano, que a su vez se acuesta con la ex novia del sospechoso… que también era sospechosa.

– Pero yo no sabía quién era Liam cuando… intimamos. Y me enfadé muchísimo cuando me dijo la verdad. Cuando me enteré de que era sospechosa, fui a él y a Sean y les dije que los ayudaría a atrapar a Ronald, quiero decir a David -Ellie plantó las manos sobre la mesa-. ¿Cuál es el problema?

– No sé, solo digo que Griswold intentará echarle culpa a usted probablemente. Hará que parezca que fue usted quien lo organizó todo. Será una pelea dura, señorita Thorpe. ¿Está preparada?

– ¿Tengo otra opción? -replicó Ellie.

– Me temo que no.

Ellie cerró los ojos. Estaba claro: mientras no resolviera aquel enredo, jamás podría empezar una nueva vida… con o sin Liam.

Y, a juzgar por la cara de Leslie Abbott, la cosa iba a durar bastante más de lo que había supuesto.

– Brindo por Ronald Pettibone. O David Griswold -Liam alzó la pinta de Guinness hacia Sean-. Que tengas muchos más delincuentes como él que perseguir. Y que me pidas que te eche una mano cuando necesite un empujón de dinero.

Sean tomó su vaso y lo chocó contra la pinta de su hermano.

– Diez años. Sin juicio. Está bastante bien. El banco ha recuperado su dinero y nos ha pagado lo convenido. Caso cerrado.

– Hace unos meses me preguntaba cómo iba a sacar el dinero para pagar el alquiler. Parece que las cosas van mejorando.

– ¿Qué vas a hacer con el dinero? -preguntó Sean mientras agarraba unos cacahuetes del platito que tenía delante.

– No sé. Le he echado el ojo a una cámara nueva. Y he pensado que podía viajar un poco, ver si puedo hacer algunas fotos buenas para presentarlas a National Geographic.

– ¿Algo más?

– ¿A qué te refieres?

– No sé -Sean se encogió de hombros-. Pensaba que…

– ¿Ellie?

– Sí. Ellie.

– La verdad es que me sentí aliviado cuando Pettibone aceptó el acuerdo -dijo Liam-. No quería que Ellie tuviera que pasar el tormento de declarar. No se merecía que airearan su vida privada. Ha sido un buen acuerdo. Por otra parte, me habría gustado poder hablar con ella. Tenía un discurso preparado. De cuánto lo sentía y lo mucho que significa para mí.

– ¿Y ahora?

– No sé -contestó Liam-. Supongo que tengo que encontrar otra forma de recuperarla.

– Y, mientras te lo piensas, ella estará siguiendo adelante con su vida.

– ¿Qué quieres decir?

– Si no lo sabes, no te lo voy a decir yo – Sean dio otro sorbo de cerveza y se levantó-. Tengo que irme. Dile a papá que le echaré una mano en la barra mañana por la noche.

– Hemos quedado en buscar un regalo de boda para Brendan y Amy mañana, ¿no? Y tenemos que ver lo de los esmóquines.

Sean asintió con la cabeza y saludó con la mano mientras salía del pub. Seamus se acercó a Liam y agarró la jarra casi vacía de su hijo.

– ¿Otra?

– No, creo que me voy. Sean dice que te echará una mano mañana por la noche. Yo me pasaré el fin de semana.

– Tienes que hacer algo, chaval -comentó Seamus mientras pasaba un trapo por la barra-. Te pasas las noches aquí sentado, echando de menos a esa chica. ¿Qué consigues con eso?

– Papá, no necesito que me des consejos sobre mi vida amorosa. Todos sabemos tu opinión sobre las mujeres. A excepción de mamá, claro está.

– Solo digo que tienes que levantarte y comportarte como un hombre. Dedícate a vivir o dedícate a amar. Pero no puedes seguir así.

– ¿Me vas a contar una de esas historias de los Increíbles Quinn? -Liam se levantó.

– Quizá te viniese bien.

Liam negó con la cabeza y echó a andar hacia la puerta, pero oyó que Seamus lo llamaba. Se giró y vio que su padre apuntaba con la barbilla hacia el otro extremo de la barra. Ellie estaba junto a un taburete, cerca de la puerta. Se paró en seco. Se quedó sin respiración. En el último mes, solo la había visto una vez, durante esos pocos segundos al salir de la entrevista con la fiscal. Pero no había dejado de soñar con ese instante, calculando con cuidado lo qué podría decirle.