Sin embargo, el triunfo empresarial siempre había sido un misterio para Chen. Cuando Kentucky Fried Chicken llegó por primera vez a Shanghai, Chen se rió de la idea. Simplemente el precio espantaría a la mayoría de la población de Shanghai, creyó, pero se equivocó. Kentucky Fried Chicken tuvo un gran éxito. Se abrieron varias franquicias en la ciudad. El pasado verano, Chen quiso hablar con su primo Shan sobre los problemas de salud de su madre, y Shan le sugirió que quedasen en «Kentucky»:
– Allí se está bien. Tan limpio y fresquito con el aire acondicionado.
Una ventaja de traducir en lugar de escribir era que Chen Podía seguir trabajando en un texto mecánicamente, aunque el significado de éste le resultara difícil de comprender. Simplemente debía unir las palabras, como piezas de un rompecabezas, sin preocuparse por la imagen global hasta el momento oportuno. Ni siquiera había traducido media página cuando alguien llamó a la puerta suavemente. La abrió y vio a una chica. El cabello largo le caía sobre los hombros y llevaba una chaqueta colorada con una insignia universitaria. Chen la reconoció. Se trataba de Nube Blanca, la «pequeña secretaria» que Gu le había prometido.
– Inspector jefe Chen, me han contratado para trabajar con usted -dijo, con una voz dulce y suave igual que un litchi recién pelado.
Era una chica preciosa con el rostro en forma de semilla de sandía, ojos almendrados y labios que parecían dos fresas.
– El director general Gu no debería haberte enviado aquí. No debería haberlo hecho -Chen no sabía qué más decir, pero pensaba que tenía que protestar de algún modo.
– Me paga por venir -dijo con una expresión entre burla y consternación-. No querrá usted que pierda mi trabajo, ¿verdad?
Apenas podría ayudarle con la tarea de traducción, puesto que su especialización era la literatura china, según recordaba Chen. Así que, ¿qué más podría ofrecerle? Quizás recibiría llamadas, llamadas a las que una secretaría podría responder. Pero Chen reflexionó: por un lado, no recibía muchas llamadas en casa, y por otro, ¿una secretaria en su casa?, ¿qué pensaría la gente? Después de todo, seguro que pasaba más tiempo dando explicaciones del que ella le ahorraría.
Pero Nube Blanca parecía sentirse ya bastante cómoda, al menos con la casa. Se quitó la chaqueta y empezó a lavar las tazas y el cenicero que había encima del escritorio sin esperar a que Chen se lo pidiera.
Tal vez Gu le hubiera dado ya sus órdenes.
– ¿Qué hay de tus clases?
_ -Sólo tengo una clase esta tarde.
– No se me ocurre nada que puedas hacer en este momento. En la estantería hay revistas. Si quieres puedes coger una y leerla.
– Es usted muy considerado, inspector jefe Chen.
Chen no estaba cómodo con alguien merodeando por detrás. La chica empezó a colocar los libros en la estantería. Resultaba difícil para Chen apartar de su cabeza la idea que tenía sobre una pequeña secretaria. Le chica llevaba un suéter blanco de cuello alto y mangas también extraordinariamente largas. Muy moderno. Se preguntó si aquel estilo se llamaría de alguna manera especial. A continuación se le ocurrió algo. Chen no estaba familiarizado con los estilos arquitectónicos de los años treinta. Si la chica pudiera tomar algunas fotos de una casa shikumen y de una calle construida en los años treinta, en la zona de la antigua concesión, le serviría para hacerse una idea. Le preguntó si podía hacerle el favor.
– Por supuesto. ¿Me puede dar una llave de la casa? -añadió-. Por si acaso no está cuando vuelva.
– De acuerdo.
La chica marchó con un llavero colgando del dedo, por lo visto bastante segura de dónde debía dirigirse para tomar las fotos solicitadas. La visión de su marcha recordaba a la de «una nube viajando», una imagen con diversas connotaciones en la poesía china. Sin embargo, en ese momento, Chen pensó en "' Una nube viajando / que se olvida de volver / pues desconoce que la primavera llega a su fin», un poema de Feng Yansi que había leído no hacía demasiado.
En la literatura clásica, bastante a menudo, la palabra «nube» iba acompañada de la palabra «lluvia», evocando un amor carnal.
Una vez más, Chen intentó volver a centrarse en su trabajo.
No fue fácil. Tenía que hacer uso de un diccionario chinoinglés, y también de un diccionario de imágenes. Después de una hora aproximadamente, tuvo otra idea. Obstinado, en lugar de mecanografiar, sacó una copia de la propuesta y subrayó con un rotulador las palabras que le hacían dudar. No era tarea difícil, pero tardó mucho tiempo, pues requería tener que leer muy despacio. Pero consiguió tener una idea más general -y a la vez más concreta- de Nuevo Mundo.
Sólo hizo una pausa, para prepararse una taza de café instantáneo, el cual bebió con la cabeza en otra parte.
Nube Blanca volvió sobre la una y media, con una docena de fotografías en color que había tomado y revelado. Quizás en un servicio de revelado en una hora. En la otra mano llevaba una bolsa de plástico con cajas de cerdo asado y anguilas ahumadas, y otra caja de bollos con minisopa.
– ¿Ha comido, inspector jefe Chen?
– No, no tenía hambre.
– Lo siento, no me ha dado tiempo a prepararle la comida hoy. He comprado algo en el restaurante.
– ¡Gracias! ¿Cuánto te debo?
– Nada, ya me lo pagará el Sr. Gu.
A Chen en realidad no le hacía gracia que Gu le hubiera dado órdenes a la chica, ni dinero tampoco.
– Gu no tiene que pagarme la comida.
– El Sr. Gu me paga generosamente, como ya sabe. Por favor, ayúdeme a conservar mi trabajo.
Chen examinó las fotografías con actitud de aprobación. Estaban nítidas, bien enfocadas. Cogió el primer bollo de minisopa.
– Bueno, no puedo quejarme.
– Por favor, coma ahora -le pidió-. Los bollos están calientes.
Los bollos parecían tan delicados como huevos de codornices casi transparentes. El pastel de cerdo estaba mezclado con cangrejo picado, combinando así los sabores de la tierra y el río. La sopa le estalló al entrar en contacto con los labios, caliente y deliciosa.
– Tenga cuidado -le dijo ella entre risitas, apresurándose a limpiarle la barbilla con una servilleta rosa de papel.
Chen se sintió avergonzado al notar los dedos de la chica limpiándole la barbilla, y se sintió forzado a decir algo.
– Según leí en un libro de recetas, el bollo de sopa es especial porque utiliza gelatina de piel de cerdo. Guando se cocina al vapor, la gelatina se convierte en un líquido caliente. Para tomarla hay que tener mucho cuidado, porque puede estallar en la boca, o incluso quemarte la lengua.
A pesar de sus conocimientos sobre la sopa, había dejado el escritorio hecho un desastre, y Nube Blanca cogió un trapo para limpiarlo.
Chen cambió de tema.
– Me estás ayudando mucho. Pero vas a la universidad, Nube Blanca. No creo que…
– Tengo que pagarme la matrícula. Han despedido a mis padres. Tengo que trabajar, si no es de pequeña secretaria para usted, tendrá que ser como chica de karaoke en el Club Dynasty o en algún otro sitio.
– Sólo a alguien como Cu se le puede ocurrir ese puesto repuso Chen, y se metió en la boca un trozo de anguila ahumada. La anguila estaba fresca y jugosa.
– El no lo ha inventado -contestó ella, y sorbió la sopa del delicado bollo-. Pequeña secretaria o xiaomi. Seguro que ya lo había oído antes. Los señores montados en el dólar suelen tener pequeñas secretarias; somos símbolos, igual que los Mercedes.
A Chen le sorprendió el modo tan despreocupado con que hablaba la chica, como si para ella las palabras no tuvieran relevancia.
– También han inventado otro término laboral nuevo: «compañera de pasión». En el Wenhui Daily había una página entera con anuncios para ese puesto. No hace falta que le explique qué significa. Lo crea o no, se necesitan muchos requisitos para conseguir el empleo. Como mínimo un título universitario, ser locuaz, tener buena imagen para asistir a actos sociales, y por supuesto, también a actos privados.