– Me temo que estoy chapado a la antigua.
– Usted es especial -se puso de pie y comenzó a colocar los restos de comida en el frigorífico-. Bueno, lo mejor será que haga algo para ganarme el dinero del Sr. Cu.
– Tengo algo que quizás puedas hacer: ¿Puedes buscar las definiciones de estas palabras? Eso me ahorraría mucho tiempo. No hace falta que sea ahora. Por la noche, si tienes tiempo, después de tu clase, si te parece.
– Claro. Así también puedo aprender algunas palabras nuevas.
El teléfono empezó a sonar. Nube Blanca lo descolgó enseguida, como hacen las secretarias.
– Domicilio Chen.
– Ah -hubo una pausa-. Soy el detective Yu. Querría hablar con el inspector jefe Chen.
– Un momento -se volvió hacia Chen, tapó el auricular con la mano, y susurró a Chen en el oído-. El Detective Yu. ¿Quiere hablar con él?
– Por supuesto -respondió.
– Perdona que te moleste, jefe -dijo Yu en tono vacilante.
– No pasa nada, Yu. ¿Qué puedo hacer por ti? -y se dirigió a Nube Blanca en voz baja-. Ya puedes irte. Te llamaré mañana.
– No tiene que hacerlo. Vendré a prepararle el desayuno -dijo ella-. Hasta mañana.
– Hasta mañana. No te preocupes por el desayuno.
– ¿Tiene compañía? -le preguntó Yu, con discreción.
– Una pequeña secretaria -añadió Chen-. Estoy trabajando en una traducción complicada. Me va a ayudar.
– ¡Una xiaomil -Yu no trató de disimular su sorpresa.
– Gu insistió en mandármela para que me ayudara -explicó. Yu seguramente fuese la única persona a la que Chen no tenía que dar detalles-. ¿Has examinado la escena del crimen?
– Sí, lo hice. Pero no había mucho que ver, como ya te dije. A juzgar por la hora del crimen y por el hecho de que no vieron a ningún desconocido entrar o salir del edificio a esa hora, parece que el asesino podría ser uno de los inquilinos de la casa shikumen. Oíd Liang también opina lo mismo.
– ¿Has descartado las demás posibilidades?
– Todavía no.
– Bueno, y en cuanto a quienes viven en el edificio, ¿qué motivos podrían tener?
– Yo también lo he estado pensando -respondió Yu-. He hablado con la editorial Literatura de Shanghai. Yin no ganó mucho con su novela. Encontré poco dinero en los cajones de su escritorio, pero también correspondencia con alguien en el extranjero. No estoy seguro de si estaba trabajando en otro proyecto. Tal vez en otro libro polémico.
Eso sí que haría de este un caso político. ¿Estaría trabajando Yin en algo que el Gobierno, o alguien dentro de éste, no quisiera que saliese a la luz?
– En cuanto a sus contactos en el extranjero, la Seguridad Nacional debe poseer la información. A su manera, pueden ser bastante eficaces -Chen no quería hablar más por teléfono sobre este tema.
– Desde luego. Llegaron antes que yo a la escena del crimen y registraron la habitación, pero no nos han dicho qué buscaban.
– Es posible que sea una simple práctica rutinaria de la Seguridad Nacional cuando asesinan a una disidente. Si se dejaron esas cartas en el cajón, seguramente no tengan nada de lo que preocuparse.
– Otra cosa. En su habitación no encontré ningún talonario de cheques -dijo Yu-. Si lo cogió el asesino, habría retirado el dinero de la cuenta inmediatamente. Hasta el momento, no me han informado sobre ninguna cuenta a nombre de Yin de la que hayan retirado dinero.
– El asesino quizás esté demasiado asustado para ir al banco, o tal vez Yin guardase sus objetos de valor en una caja de seguridad.
– ¿Caja de seguridad? -preguntó Yu-. Sólo he sabido de su existencia en una de las novelas de misterio que tú has traducido.
– Bueno, ahora se puede encontrar de todo en Shanghai. Si pagas una cierta cantidad, el banco te guarda los objetos pequeños de valor en una caja de seguridad.
– Lo comprobaré. Pero esta tarde iré primero a su universidad; aunque no hay nada extraño en su expediente -añadió Yu-. Si descubro algo te lo haré saber enseguida. Gracias jefe.
El resto de la tarde transcurrió sin incidentes para Chen, excepto varias llamadas más. La primera fue de Gu.
– ¿Cómo va todo, inspector jefe Chen?
– Lento pero seguro. Quiero decir, el progreso de la traducción, si es por lo que preguntas.
– Ah eso no me preocupa. El proyecto está en buenas manos, lo sé -dijo Gu riéndose entre dientes-. ¿Qué tal con Nube Blanca?
– Me está siendo de bastante ayuda -respondió Chen-, pero debería concentrase en sus estudios. No creo que sea buena idea que venga aquí cada día.
– Si no la necesitas, envíamela de vuelta. Sólo pensé que sería buena idea que te ayudase. Respecto a ella, debería considerarse una chica con suerte por tener la oportunidad de trabajar contigo. Puede aprender mucho.
No era una idea tan mala tener una ayudante provisional, pensó Chen, a pesar de sus afirmaciones. Además, una ayudante guapa y joven. No había razón para ser tan remilgado. «Si el agua está demasiado clara, no habrá ningún pez en el estanque».
– Por cierto, ¿qué te parece si comemos juntos en el Club Dynasty este fin de semana? -preguntó Gu-. Quizás hayas oído hablar de nuestra sauna. Ahora tenemos un nuevo plato: gambas a la sauna. Gambas de río vivas, por supuesto.
– ¡Gambas a la sauna! La boca ya se me está haciendo agua, pero esperaremos hasta que haya terminado la traducción -tras la llamada de Gu, Chen trató por un instante, aunque sin éxito, imaginar qué tipo de plato serían las gambas a la sauna.
La siguiente llamada fue toda una sorpresa. Se trataba de Peiqin, la mujer de Yu, una anfitriona estupenda con habilidades culinarias excelentes, y gusto igualmente bueno por la literatura clásica china. Chen no había hablado con ella desde que le denegaron el apartamento a su marido. Sabía que la Pareja se había quedado hundida.
– Yu está trabajando en el caso Yin, como ya sabrás. No tiene mucho tiempo para leer, así que yo voy a leer Muerte de un Profesor Chino por él. Y no sólo la novela, sino también otro material relacionado, como entrevistas o críticas. Quizás tarde algún tiempo en encontrar tal información en las librerías. Me preguntaba si tú sabrías de algún otro sitio donde me resulte más fácil encontrarlo.
– Yo no he leído Muerte de un Profesor Chino -había oído hablar de la novela, pero, tras leer una crítica, no se molestó en conseguir el libro. Ese tipo de historias de intelectuales perseguidos no significaban nada nuevo para él. El padre de Chen, un experto neoconfuciano, también había sufrido una muerte miserable durante la Revolución Cultural -. Me temo que no puedo ayudarte.
– Yin también pertenecía a la Asociación de Escritores Chinos, en el ramo de Shanghai. ¿Alguna vez te la presentaron en alguna reunión?
– No recuerdo haberla conocido -contestó Chen, después de pensarlo bien-. En la Asociación de Escritores de Shanghai hay una pequeña biblioteca. En la calle Julu. Se supone que los miembros entregan allí copias de sus trabajos y críticas relacionadas. En ocasiones los escritores olvidan hacerlo, y el bibliotecario tiene que recoger la información por sí mismo. Al menos, debería haber un catálogo con las publicaciones de Yin. El bibliotecario se llama Kuang Ming. Le llamaré. Seguro que nos ayuda.
Había una cosa que el inspector jefe Chen no comentó por teléfono. Tratándose de una escritora disidente, sin duda alguna la biblioteca también guardaría un archivo secreto. Peiqin no tendría problemas en encontrar lo que buscaba.
– Gracias, inspector jefe Chen. Ven a nuestro restaurante cuando tengas tiempo. Ahora tenemos un chef nuevo, de estilo sichuan. Es bastante bueno.
– Gracias, Peiqin, por ayudarnos en nuestro trabajo -repuso Chen.
Más tarde, Chen pensó que Peiqin le había invitado al restaurante, pero no a su casa. Chen creía haber hecho todo lo posible como miembro del comité de viviendas, pero quienes no conseguían un apartamento nunca creían que eso fuese suficiente. Tal vez Peiqin fuese una de estas personas.