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«Tú y yo estamos locos

el uno por el otro,

y calientes como el fuego de un alfarero.

Hechos del mismo trozo

de arcilla, tu figura,

y mi figura. Aplástanos

juntos para hacernos de nuevo, mezclándonos

con agua, vuelve a tomar forma,

vuelve a darme forma.

Para que te tenga en mi cuerpo,

y que tú también me tengas por siempre en el tuyo.»

Tras haber terminado de leer la larga cita con voz inundada en emoción, Peiqin continuó:

– Pero la escuela cadre no podía comprender una pasión así. Lo que es peor, uno de los líderes de la escuela consideró que tal pasión era un desafío descarado a las autoridades del Partido. Se celebró entonces una reunión en masa para criticarles. Obligaron a Yang a colocarse sobre un estrado improvisado y le declararon un ejemplo negativo de intelectual reaccionario que se resistía a la reforma ideológica por haberse enamorado. La suerte de Yin apenas fue mejor: además de recibir una advertencia seria por parte de un representante del Partido, le ordenaron que se colocara descalza al lado de Yang sobre el estrado. No le pusieron una pancarta, sino que le ataron los zapatos andrajosos al cuello, en el pasado un símbolo de vergüenza que significaba que había sido usada por gran cantidad de hombres, igual que los zapatos sucios. Existe una famosa frase del presidente Mao, «No existe amor ni odio sin fundamento en este mundo». Así pues, debía haber alguna razón para que estos dos «elementos negros» se abrazaran el uno al otro, o eso es lo que opinan los críticos revolucionarios. Finalmente, concluyeron que la causa debía de ser el odio que ambas sentían por la Revolución Cultural. Yin y Yang permanecieron desafiantes, continuaron viéndose, cuando y donde podían, a pesar de las continuas advertencias por parte de las autoridades de la escuela cadre. Entonces llevaron a Yang a una «sala de aislamiento», privándole de todo tipo de contacto con Yin y con el mundo exterior. Le ordenaron que escribiera confesiones y autocríticas todo el día. Se negó a hacerlo, declarando que no había nada malo en que un ser humano amara a otro. Después de una semana, le obligaban cada día a trabajar horas extras en el arrozal durante el día, y luego le enviaban de vuelta a la sala de aislamiento para que escribiera durante la noche. Yin también sufrió muchísimo. Le afeitaron la mitad de la cabeza, un corte especial llamado estilo Yin-Yang, diseñado para los enemigos del Partido. Una broma cruel teniendo en cuenta la coincidencia de sus nombres. Ni siquiera se preocupó por taparse con un sombrero, como si estuviera orgullosa del precio que había tenido que pagar por su amor. Pero lo peor fue que no podía ver a Yang. Después de trabajar, sólo podía pasear, sola, alrededor de la cabaña donde él permanecía, con la esperanza de poder ver su silueta a través de la ventana. Yin repetía una y otra vez los versos que Yang le había enseñado: «Qué noche tan estrellada / no como aquella noche, hace tiempo, perdida. / ¿Para quién estoy aquí, / entre viento y escarcha / en mitad de la noche?». Poco después, Yang volvió a caer enfermo. Debido a su falta de colaboración con las autoridades del Partido, éstas no le proporcionaron el tratamiento adecuado. La doctora descalza creía que una aguja de acupuntura de plata podía curar cualquier enfermedad, ya que el presidente Mao opinaba que la medicina tradicional china podía hacer milagros. A Yin le prohibieron visitar a Yang hasta su último día de vida, cuando ya todo el mundo se dio cuenta de que no había nada que hacer. Era un día frío; las manos de Yang, sobre las de Yin, estaban todavía más frías. Todos sus compañeros de habitación salieron del cuarto, poniendo una excusa u otra. Les dejaron solos. Yin cogió la mano de Yang, y éste permaneció consciente hasta el final, aunque no pudo articular palabra. Murió en la habitación de la residencia de estudiantes, en los brazos de Yin. Como dice un poema que Yang tradujo: «Ojalá tu cuerpo, frío como el hielo, como la nieve, / pudiera volver a la vida / con el calor del mío…». Dos años después, la Revolución Cultural terminó y la escuela cadre se disolvió. Yin volvió a la universidad. Gracias a los conocimientos de inglés que había adquirido con Yang, le asignaron un puesto como profesora de idioma. En cuanto a Yang, se declaró oficialmente que había fallecido por muerte natural. No le habían ejecutado ni golpeado hasta la muerte como a algunos intelectuales, de modo que no había necesidad de entrar en detalles sobre los últimos días de su vida. Habían muerto tantas personas en aquella época, que a nadie le importaba. No hubo ningún acto en su nombre en los primeros años después de la Revolución Cultural. A principios de los ochenta, las autoridades del Partido elaboraron un documento titulado Rectificación del movimiento antiderechista de los años cincuenta, en el cual se reconocía que había sido un error haber tachado de derechistas a un gran número de intelectuales, aunque «probablemente algunos de ellos escondían intenciones maliciosas contra el Gobierno». De cualquier modo, los supervivientes ya no eran derechistas, cosa que el Partido celebró tirando petardos. Rodaron una película sobre un hombre de derechas que tuvo la suerte suficiente para encontrar el amor durante su posición política derechista, y milagrosamente sobrevivió, claro está, para después contribuir a su modo en la construcción del socialismo. No sucedió lo mismo con Yang. En un acto religioso tardío celebrado en su memoria, le desvincularon del movimiento derechista y se refirieron a él como «Camarada Yang» en repetidas ocasiones. Unos cuantos colegas suyos asistieron al acto. Algunos de ellos fueron convocados porque a las autoridades de la escuela les preocupaba que la gente pudiera haberle olvidado ya. Durante el acto, la muerte de Yang fue declarada una «gran pérdida lamentable para la literatura china moderna». La celebración fue noticia en un periódico local. Sin embargo, sucedió un pequeño incidente del que el periódico no habló. Qiao Ming, uno de los antiguos responsables de la escuela cadre, también asistió al acto. Yin, llena de ira, le escupió de lleno en la cara. La gente se apresuró a apartarla. «El pasado es el pasado», le dijeron, y a Qiao también. La vida continuó normalmente. Yin continuó soltera y editó un manuscrito de poemas que Yang le dejó. La editorial Literatura de Shanghai publicó dicha colección poética. Pero no fue hasta después de la publicación de Muerte de un Profesor Chino cuando la gente empezó a hablar de nuevo sobre Yang. O para ser exactos, sobre el idilio entre Yin y Yang. Esa es la esencia de la historia -dijo Peiqin al concluir su narración-. Lo que te he explicado está basado también en la información que obtuve de la biblioteca, artículos, o de recuerdos de la gente.

– ¿Tienes algo más?

– Bueno, también están las reacciones del público sobre el libro.

– Háblame de esas reacciones.

– Algunas personas pensaban que debía de tratarse de una historia de amor real. Algunos incluso culparon a Yin por la muerte de Yang. Consideraban que, de no ser por su historia de amor, Yang no hubiese ofendido a las autoridades y entonces éstas no le habrían perseguido -Peiqin cambió nuevamente de postura, acurrucándose sobre el hombro de Yu-. Otras personas no creían en absoluto en la historia. En primer lugar, una escuela cadre no era lugar para mantener un idilio. Los dormitorios estaban atestados de gente. No habrían encontrado ningún otro lugar donde verse, por muchas ganas y deseos que tuvieron por estar juntos. Y luego estaba la presión política. Los responsables de la escuela cadre debían de estar muy encima de ellos.

– ¿Y tú qué piensas del libro?

– Cuando lo leí por primera vez, tuve un cúmulo de sensaciones. Algunas partes me gustaban, pero otras no. Y a decir verdad, yo era admiradora de las obras de Yang, de manera que en cierto modo me decepcionó.

– ¿De verdad? Eso no me lo habías contado.

– Leí la mayor parte de su obra poética a principios de los setenta y, ya sabes, por entonces no era precisamente seguro hablar acerca de esos textos.