– No coincido con usted. Cuando estás desesperado, estás desesperado. Como adicto incorregible al juego, si hubiera perdido en varias peleas de grillos seguidas, podría haber hecho cualquier cosa por unos cientos de yuanes.
– Es una posibilidad. Pero, ¿por qué dar una falsa coartada? No le ha servido en absoluto.
– Bueno, recuerde el dicho: «Si no hubieras robado, no te pondrías tan nervioso».
– Sí, eso es cierto -admitió Yu-. Haremos que hable.
Yu le explicó a Oíd Liang lo que había descubierto, la posibilidad de que alguien pudiera haber salido por la puerta trasera sin que la «mujer gamba» le hubiera visto.
Oíd Liang, orgulloso de su propio progreso, restó importancia a la posibilidad que le presentaba Yu.
– Digamos que tuvo dos o tres minutos, como mucho, para salir sin que nadie le viera. Entonces, el asesino debió haber esperado en algún lugar de la casa hasta que apareciera la oportunidad. Pero, ¿dónde podía haber aguardado sin ser visto?
El detective Yu no tenía la respuesta, no por el momento.
CAPÍTULO 15
«El caso está en manos del detective Yu», volvió a decirse el inspector jefe Chen.
De no ser por la nueva política cadre, que valoraba especialmente la formación académica de los candidatos, hubiese sido Yu, agente que llevaba más años trabajando para las fuerzas policiales, en lugar de Chen, quien habría sido nombrado líder de la brigada de casos especiales. Chen no quería que los demás pensaran que debía estar siempre ahí, supervisando cada caso. Ni siquiera las continuas llamadas del secretario del Partido Li conseguirían que así fuera.
A pesar de los progresos constantes en la traducción del proyecto Nuevo Mundo, sobre todo después de haber leído el libro de introducción al marketing que Nube Blanca le había proporcionado, Chen seguía con la cabeza en el caso Yin. Podría deberse a la cada vez mayor seguridad de que entregaría la traducción a tiempo, pero también era porque, paradójicamente, parecía que el trabajo policial se hubiese convertido, de algún modo, en parte de su vida. En mitad de una investigación era cuando Chen se sentía él mismo de verdad.
Pensó haber encontrado un pretexto para echar una ojeada al desarrollo de la investigación. Podría ir a la calle Treasure Garden con la excusa de analizar un estudio de campo sobre una casa shikumen y una calle típica, y aplicarlo a su traducción.
Cuando le contó a Yu el propósito de su visita éste estuvo de acuerdo, aunque hay que admitir que se trataba de una excusa bastante pobre. Chen no tenía por qué ir a esa casa shikumen en particular. Era algo que Yu debía de saber. Pero tratándose de buenos compañeros como ellos eran, una mala excusa era mejor que nada.
Durante la conversación, Yu le explicó también a Chen la posibilidad de que el asesino hubiera esperado en algún lugar del edificio shikumen para salir de éste, justo cuando Peng se levantó de su taburete.
– Lo tendré presente cuando vaya a echar un vistazo -dijo Chen.
El «campo de estudio» podría haber funcionado como pretexto para salvar las apariencias. Era incluso más importante aplacar a Oíd Liang, quien insistía en que ahora -con Cai detenido- el caso debería concluir, a pesar del que el corredor de apuestas seguía negándolo todo. Cuando Yu comentó la falta de pruebas o testigos, Oíd Liang se lo tomó como algo personal. Sin avisarle, registró la habitación de Cai en la calle Treasure Carden y el distrito Yangpu, pero no obtuvo ningún éxito. En ese momento, la visita de Chen podría considerarse perfectamente una medida en contra de la teoría de Oíd Liang. Chen no pretendía que el hombre pensara que le estaban faltando al respeto. De modo que dejó un mensaje en el contestador de Oíd Liang, asegurándole que sólo quería echar un vistazo, hacer algunas fotos e intentar visualizar el futuro complejo de Nuevo Mundo en un entorno similar.
Cuando Chen llegó a la calle Treasure Garden, Oíd Liang le estaba esperando delante de la casa shikumen para saludarle y mostrarle el debido respeto.
– Bienvenido a nuestro vecindario, camarada inspector jefe Chen. Sus indicaciones resultarán de ayuda inestimable para nuestro trabajo.
– No diga eso, camarada Oíd Liang. Estoy de vacaciones, como le dije en el mensaje -repuso Chen-. Sólo quiero ver este vecindario para un proyecto del que me estoy encargando.
– El detective Yu está hablando con algunos familiares de Yin, aunque me gustaría decir, llegados a este punto, que deberíamos centrarnos en…
– Ha hecho un gran trabajo. El detective Yu me ha hablado bastante de usted. Pero no estoy aquí para hablar de la investigación. Sé que debe estar muy ocupado. No tiene que acompañarme.
– Aún así, soy su anfitrión, inspector jefe Chen. Con mucho gusto haré todo lo que esté en mi mano. Si necesita algo, por favor, hágamelo saber.
– He estado haciendo algunas investigaciones sobre el estilo arquitectónico antiguo. El detective Yu me dijo que ésta es una calle típica de Shanghai, y una casa shikumen típica. Por eso he decidido venir a verla hoy.
– Pues no ha podido encontrar un guía mejor, inspector jefe Chen. He hecho los deberes -dijo Oíd Liang con un aire de arrogancia-. Un policía residente debe estar familiarizado con todo el vecindario, incluida la arquitectura.
Chen le ofreció al aspirante a guía un cigarrillo marca Panda. No le importó mucho que Oíd Liang le acompañara. Yu le había advertido de lo mucho que hablaba el anciano; no obstante, podría proporcionarle información interesante y útil para la traducción, o para la investigación.
– Por favor, explíqueme, camarada Oíd Liang.
– Veamos, observe esta calle. La calle, o longtang, por sí misma ya le cuenta algo de la historia antigua de Shanghai -comenzó a decir Oíd Liang mientras permanecían delante de la casa shikumen. Quizás el policía residente se sentía más elocuente con la casa y la calle en un mismo marco visual-. Después la Primera Guerra del Opio, con el Tratado de Nanking, la ciudad se vio forzaba a abrirse a Occidente, formando parte de las llamadas ciudades portuarias. Algunas zonas fueron concedidas al extranjero. La pequeña cantidad de residentes occidentales no fue suficiente para explotar el potencial de Shanghai, de modo que el Gobierno permitió que algunos chinos, a quienes les preocupaba que estallara una guerra civil fuera de las concesiones, se mudaran a Shanghai. Las autoridades británicas tomaron la delantera al apropiarse de viviendas colectivas asignadas previamente a la población china. Con el fin de que resultara más fácil administrarlas, estas casas se construyeron con un mismo estilo arquitectónico, alineadas como barracones del ejército, en fila la una detrás de la otra, y accesibles desde calles secundarias que conducían a una calle principal. Las autoridades francesas enseguida siguieron el ejemplo…
– ¿Y qué hay del estilo shikumen? -interrumpió Chen, realmente impresionado por la fluidez narrativa de Oíd Liang, mientras éste hacía una pausa para echar una larga calada al cigarrillo. La introducción general podría alargarse más y más, mucho más de lo que Chen estaba dispuesto a escuchar. Y ya conocía algunos de esos detalles.
– Ahora voy, inspector jefe Chen -contesto Oíd Liang, encendiendo otro cigarrillo con la colilla del primero-. Esta es una marca realmente buena; que sólo utilizan células importantes del Partido, lo sé. En el pasado, no muchos chinos podían permitirse el lujo de vivir en zonas de la concesión. Una casa shikumen, la típica casa de Shanghai de dos pisos con el marco de la puerta hecho de piedra y un patio pequeño, originariamente estaba diseñada, normalmente, para una familia acomodada, grande y numerosa. La casa disponía de varias salas con fines distintos: habitaciones laterales, pasillo, vestíbulo, comedor, habitación rinconera, cuarto trasero, desván, cuarto oscuro, y tingzijian también. A consecuencia de la escasez de viviendas, algunas de las salas se arrendaban, luego se subarrendaban, de modo que las habitaciones se fueron dividiendo cada vez más. Se trata de un proceso que ha ido cada vez a más. Quizás haya oído hablar de una comedia de Shanghai titulada Setenta y dos familias en una casa. Hace referencia a esta situación de superpoblación. Nuestra calle no es exactamente así. Por lo general, no hay más de quince familias viviendo en una casa shikumen.