– Es cierto.
– Y por último, no logro adivinar por qué Seguridad Nacional nos ocultó la información acerca de la solicitud de pasaporte. ¿Tendría algo que ver con su trabajo como escritora o con su viaje a Estados Unidos? ¿Y por qué ocultárnoslo?
– Podemos investigar todas estas posibles pistas pero, ¿disponemos de tiempo, inspector jefe Chen? El secretario del Partido Li organizará una conferencia de prensa a principios de la próxima semana. ¿Cómo podemos estar seguros de que obtendremos las respuestas correctas en tan poco tiempo?
– Deja que yo le entretenga. Este caso es tuyo, pero también de la brigada de casos especiales -dijo Chen-. Aún así, si al final sólo contamos con algunas incoherencias en la declaración de Wan, será difícil hacer que lo aplace mucho tiempo. Para Li, resulta ideal que Wan sea el culpable. Pero el culpable no tiene por qué ser Wan. Cualquiera le sirve como asesino, siempre y cuando el caso se resuelva rápidamente.
– Sí, debemos descubrirlo. Cuando hayamos detenido al verdadero criminal, no tendremos que preocuparnos de Wan ni del secretario del Partido Li.
Finalmente, Chen colgó el auricular pasado de moda y volvió a la mesa.
– Discúlpame, Nube Blanca -se excusó-, parece que no podemos pasar una noche tranquila.
– Un hombre importante como usted no puede esperar pasar una noche tranquila, pero no pasa nada. Agradezco que me haya invitado a salir esta noche.
– El placer es mío. Interrupciones aparte, estoy disfrutando de la noche… y de tu compañía -se volvió hacia la camarera que pasaba junto a la mesa-. Otro whisky doble para la señorita.
Chen no sabía si el whisky escocés era una elección indicada para tomar después de cenar, pero era lo que Nube Blanca había pedido antes, y en la carta de vinos ponía que era caro.
Era tarde. Algunos clientes empezaron a abandonar el local, pero otros llegaban. Aparecieron un par de camareras nuevas, quizás del turno siguiente. En el local la noche todavía era joven.
En esos mitos de los años treinta, Shanghai tenía fama de ser una ciudad nocturna, con neones rojos y vino blanco, con dinero embriagador y oro reluciente.
Cuando Chen sugirió a Nube Blanca acompañarla a casa en taxi, ésta le observó antes de responde en tono bajo y ronco. Quizás había tomado demasiado alcohol.
– Está demasiado lejos. El taxi será muy caro. ¿No podemos ir a su apartamento? De todos modos he de volver mañana por la mañana. Puedo dormir en el sofá.
– No te preocupes por el taxi, Nube Blanca -se apresuró a decir Chen-. El departamento de policía me devolverá el importe.
Era imposible que Nube Blanca durmiera en casa de Chen. En los complejos de apartamentos nuevos, los brazos del comité de vecinos tal vez no llegaban tan lejos, pero la gente seguía vigilando. Los chismorreos subían y bajaban por los ascensores, o por las escaleras. El inspector jefe Chen no podía permitir que circularan ese tipo de rumores sobre él.
Y tampoco se consideraba como Liu Xiahui, un legendario confuciano que se contuvo de hacer nada con una chica desnuda sentada en su regazo. Chen dudaba de que él fuese capaz de imitar a Liu Xiahui con una chica joven y guapa, una pequeña secretaria, dormida en el sofá de su habitación.
Fue un camino largo. Nube Blanca no hablaba mucho. Chen se preguntó si estaría algo decepcionada o incluso disgustada por haber rechazado su oferta. Sentados en el asiento trasero del taxi, Nube Blanca se apoyó en el hombro de Chen, como si estuviera ligeramente borracha. A continuación, volvió a sentarse correctamente.
Indicó al conductor que se detuviera en esa misma esquina.
– La siguiente calle está cortada por obras. Puedo caminar desde aquí hasta casa. Sólo está a dos o tres minutos.
– Permíteme que te acompañe. Es tarde -dijo Chen antes de dirigirse hacia el taxista-. Espéreme aquí.
Aún siendo tan tarde, todavía quedaban varios jóvenes merodeando por la esquina con cigarrillos en los dedos que brillaban como luciérnagas. Uno de ellos silbó fuerte cuando Chen y Nube Blanca pasaron delante de él. Era una noche fría. Entraron en un callejón largo y oscuro. Originariamente, debía de haber sido un corredor entre dos bloques de pisos, pero la gente había construido improvisadas chabolas o refugios ilegales de una sola planta a ambos lados. El Gobierno municipal no hacía nada por evitarlo, y esa gente tenía que vivir en algún sitio. Así que el corredor se había convertido en un camino mucho más estrecho, ni siquiera lo bastante ancho como para que dos personas pudieran caminar la una al lado de la otra. Chen caminaba detrás de Nube Blanca en silencio, avanzando con cuidado entre los hornos de carbón y los montones de coles almacenadas junto a las chabolas. Un enorme contraste con el Golden Time Rolling Backward.
No era de extrañar que Nube Blanca estudiara en la Universidad de Fudan a la vez que trabajaba duro en el Club Dynasty.
Debía conseguir una vida diferente a la de sus padres, fuera como fuera.
Resulta fácil afirmar que la pobreza no es excusa para escoger según qué cosas hacer con tu vida. Sin embargo, lo que no resulta fácil para una joven es seguir los principios del Partido sobre una vida sencilla y un trabajo sacrificado. De hecho, según tenía entendido Chen, pocos miembros del Partido seguían todavía esos principios.
Se despidió de ella delante de un barracón destartalado de una sola planta y comenzó a caminar de vuelta al taxi. Poco después, se volvió y la vio todavía de pie junto a la puerta. La barraca parecía de poca altura, el tejado casi le rozaba el cabello. A Chen le sorprendió divisar, en mitad de la noche, una maceta pequeña de flores encima de las tejas, colocada a modo de decoración.
Cuando en taxi empezó a dejar atrás aquellos suburbios, Chen tuvo una sensación extraña, como si la ciudad de repente se dividiera en dos mitades completamente distintas. La primera ciudad consistía en casas antiguas estilo shikumen, con carreteras estrechas y callejuelas llenas de chabolas, como la de Nube Blanca, en la cual la gente seguía pasándolo mal para llegar a fin de mes. La segunda ciudad estaba formada por lugares modernos como los bares de la calle Henshan, el nuevo complejo de apartamentos de lujo en Hongqiao, y el futuro Nuevo Mundo.
Cuando Gu le planteó por primera vez su ambicioso proyecto empresarial, Chen pensó que Nuevo Mundo no era más que un mito, pero estaba equivocado. Un mito no podía sobrevivir si no estaba arraigado en la realidad del presente.
Claro está, el precio a pagar por aquel mito era incalculable: el sufrimiento de aquellos que no podían vivirlo. Eso era lo que el inspector jefe Chen había aprendido de los libros de texto en la escuela elemental. Por entonces, todo resplandor y gloria se identificaba con decadencia y maldad, conseguida a costa de la clase trabajadora. Se subrayaba lo que se escondía detrás de tanto glamour, y con ello justificaban la Revolución Cultural.
Y era verdad hasta cierto punto. Pero ahora el énfasis había cambiado. Ahora se otorgaba importancia a la fachada exterior, al resplandor y a la gloria; un énfasis que justificó el cambio de rumbo de la Revolución Comunista, a pesar de que las autoridades del Partido Comunista nunca lo habrían reconocido.
Por un momento, Chen se sintió confundido. La historia en los libros de texto era como pelotas de colores en las manos de un malabarista.
Si no podemos encontrar la verdad en los libros de texto, ¿dónde si no podemos encontrarla?
¿Pero qué podía hacer él? Sólo era un policía. En una ocasión, Chen se había acosado con este tipo de preguntas, y hacía mucho que se había dado por vencido.
Cuando comenzó a pensar sobre la conversación mantenida con Zhuang aquella tarde, se preguntó si había hecho un buen trabajo.
CAPÍTULO 18
Yu se despertó pronto la mañana del sábado. Decidió no levantarse enseguida de la cama. Fue una decisión forzosa. En aquella habitación minúscula donde vivía toda la familia, si algún miembro se levantaba de la cama, los demás se veían obligados a hacer lo mismo.