– Tiene toda la razón, Sr. Ren. Es una observación muy importante. En su declaración, Wan no mencionó haber salido de la casa temprano esa mañana.
– Y aún queda otra cosa. He oído hablar de un billete de tren que han encontrado en su habitación y que lo han considerado como prueba de que Wan es el asesino, pero resulta que yo sé algo respecto a eso.
– ¿El qué, Sr. Ren?
– Otra coincidencia -explicó el Sr. Ren-. Al ser un gourmet frugal, suelo comer en varios sitios, no sólo en Oíd Half Place. Otro de mis restaurantes favoritos se encuentra cerca de la estación de trenes de Shanghai. Western Hill es famoso por sus bollos de minisopa. La sopa en el interior del bollo es jugosa y exquisita. Una mañana, hace medio año, vi por casualidad a Wan esperando en una cola larga situada frente a la ventanilla de venta de billetes. Entonces no le presté demasiada atención. Podría estar comprando un billete de tren para algún familiar; si no, para él. Hace varias semanas, volví a ver a Wan en la misma cola larga.
– Qué raro -dijo Yu-. Creía que Wan no tenía familia. No me dijeron nada acerca de que viajara con frecuencia fuera de Shanghai.
– No era asunto mío, pero esa mañana Western Hill estaba tan repleto de clientes que tuve que esperar durante más de hora y media hasta que me sirvieron los bollos de minisopa. Cuando salí, volví a ver a Wan. Esta vez ya no estaba en la cola, sino vendiendo billetes a algunos provincianos en la plaza de la estación de trenes. Por lo tanto, Wan ganaba algo de dinero vendiendo billetes a personas que no podían permanecer en la cola durante horas.
– Esa es precisamente la información que necesito. En lugar de salir a practicar taichi, Wan sale pronto cada mañana para comprar y vender billetes de tren. Ahora lo entiendo.
– Nunca le he contado esto a nadie. Wan es un hombre que no puede permitirse perder la dignidad. Resulta totalmente humillante para un ex miembro del Equipo Obrero de Propaganda por el Pensamiento de Mao Zedong terminar dedicándose a la reventa de billetes de tren. Así que contó a los vecinos que todas las mañanas practicaba taichi. En el pasado, un miembro de la propaganda podía ser tan despiadado como un miembro de la Guardia Roja, pero yo no siento rencor personal hacia ellos. No debería acusarse erróneamente a nadie, ni a Wan ni a ninguna otra persona, sólo para dar por cerrado un caso de asesinato.
– Muchas gracias, Sr. Ren. Se trata de un gran adelanto en la investigación.
Yu estaba ahora seguro de que Wan no era el asesino. Pero eso no significaba que pudiera desestimar la confesión de éste. Debería mantener otra discusión con el secretario del Partido Li.
Resultó ser un desayuno más interesante de lo que el detective Yu esperaba.
CAPÍTULO 19
Las llamadas telefónicas volvieron a interrumpir aquella mañana del inspector jefe Chen.
La primera fue del detective Yu. Yu informó a Chen del «descubrimiento durante el desayuno» que había realizado muy temprano en Oíd Half Place.
– El caso contra Wan tiene demasiadas lagunas -dijo Yu-. Todavía no puedo concluir la investigación.
– No tienes que hacerlo -añadió Chen-. No tenemos que hacerlo.
– Pero el secretario del Partido Li tiene mucha prisa por cerrarlo.
– No te preocupes, le llamaré.
– ¿Qué le dirás?
– Bueno, ¿el camarada Wan no es un símbolo político? ¿Un ex miembro del Equipo Obrero de Propaganda por el Pensamiento de Mao Zedong durante la Revolución Cultural convertido en asesino en la década de los noventa? Eso no le gustará al secretario del Partido Li.
– Así que atravesarás su escudo con su propia lanza, por así decirlo.
– Exacto -contestó Chen, percibiendo un tono de emoción en la voz de Yu. Se trataba de una baza con la que sabía jugar-. Utilizaremos su propia arma para que el tiro le salga por la culata. Hablaré con el secretario del Partido Li.
Chen puso una tetera al fuego. Antes de que pudiera terminar la primera taza, cuando estaba preparando una hoja de té verde y tierna, a la vez que ensayando su discurso para el secretario del Partido Li, el teléfono volvió a sonar.
Quien llamaba era una enfermera del hospital Renji. La madre de Chen necesitaba ser ingresada para realizarle unas pruebas relacionadas con sus problemas de estómago. Según le comentó la enfermera, el doctor estaba muy preocupado.
La noticia llegó en un momento inoportuno. Aparte de los nuevos avances en la investigación, Chen se estaba esforzando mucho por completar la traducción. Se lo había prometido a Cu. El tiempo jugaba un papel esencial en Nuevo Mundo, Chen lo sabía. Por un momento, deseó no haber aceptado el proyecto, el cual estaba interfiriendo en sus responsabilidades como policía, y ahora como hijo.
Sin embargo, el trabajar en la traducción también le proporcionaba algunas ventajas. El hospital exigía un depósito antes de admitir a los pacientes. Así pues, el adelanto por la traducción resultaba útil, ya que era más que suficiente para cubrir los gastos.
Claro que, podría haber hecho un par de llamadas a sus «contactos» y su madre probablemente habría sido admitida sin necesidad de pagar el depósito. Chen prefirió no hacer eso; ahora, al menos, podía elegir.
Éste era otro aspecto de la reforma económica china que no agradaba a Chen. ¿Qué pasaba con las personas que no podían pagar el depósito y que tampoco poseían contactos? Debería haber un detalle de humanidad por parte de la dirección de los hospitales.
En los noventa, todo el mundo buscaba dinero. «Xiang Qian Kan, mirar hacia el futuro», el lema político revolucionario, era parodiado cruelmente, ya que qian significa dinero y también futuro. En fa economía de mercado, los hospitales no eran una excepción. Los médicos y las enfermeras también eran humanos. Sus sueldos dependían de las ganancias del hospital.
Mientras Chen seguía hablando por teléfono con la enfermera, Nube Blanca entró en la habitación.
– Tienen que ingresar a mi madre para hacerle unas pruebas -le explicó Chen colgando el auricular.
– Ahora los hospitales se empeñan en realizar pruebas a todo el mundo. Puede que éstas ni sean necesarias, pero les proporcionan grandes ingresos. Les gusta hacer dinero -opinó Nube Blanca-. No se preocupe demasiado, inspector jefe Chen.
– Puede que tengas razón. Gracias -contestó.
Chen, también se preguntó por qué esas pruebas requerían hospitalizar a su madre. Llevaba años quejándose de sus dolores de estómago. Nunca le habían dicho que fuera algo grave.
– Deje que vaya yo al hospital a entregar el dinero para su admisión, a encargarme del papeleo y a hacerle compañía a su madre. Estoy aquí para eso, como su pequeña secretaria. Llámeme cuando quiera si tiene alguna pregunta. Ya tiene mi número de móvil.
¿Qué pensaría su madre? Nunca le había comentado que tuviera una pequeña secretaria trabajando para él en casa. En tales circunstancias, sin embargo, Chen no podía permitirse titubear.
– De acuerdo. Dile que yo iré después de comer o durante la tarde. Muchas gracias, Nube Blanca.
– No se merecen -dijo ella mientras guardaba una bolsa de papel marrón en el frigorífico-. Ah, esto es ternera asada con bollos al vapor. Anoche apenas le dio tiempo a terminar de comer el filete. Le gusta la ternera, supongo. Caliéntelo en el microondas.
Una vez más, Chen tenía suerte de contar con su ayuda.
Ahora era el turno de que el secretario del Partido Li le llamara.
– El detective Yu me ha dicho que quería hablarme sobre algo. ¿De qué se trata, camarada inspector jefe Chen?
– Ah, sí. El detective Yu me ha informado sobre el último avance en la investigación. De modo que me gustaría hablarlo con usted.