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Hacia finales de los sesenta, cuando consiguió librarse de sus antiguos rivales políticos, el presidente Mao pensó que la rebelde Guardia Roja estaba bloqueando la consolidación de su poder. Así pues, la Guardia Roja se sorprendió cuando se vio a sí misma en problemas con el Gobierno. También criticaron a Yin y la destituyeron de su puesto en el Comité Revolucionario Universitario. La enviaron a una escuela «cadre» en el campo, una nueva institución creada por el presidente Mao una mañana de mayo. Después de esa mañana, las Escuelas Cadre del Siete de Mayo se extendieron por todo el país. Para Mao, uno de los objetivos de estos colegios era mantener a los elementos políticos en los que no confiaba bajo control o, al menos, fuera de su camino.

Los estudiantes de escuelas cadre se dividían en dos grupos principales. El primero lo componían antiguos defensores del Partido. Sus posiciones habían sido reemplazadas por los maoístas, todavía izquierdistas, por lo que debían encontrar un nuevo lugar para ellos. El otro grupo estaba formado por intelectuales, como profesores universitarios, escritores y artistas, considerados de rango superior cadre. Se suponía que los estudiantes cadre debían autorreformarse mediante trabajos duros en el campo y estudios políticos en grupo.

Yin, profesora de universidad, y también miembro importante del Partido durante algún tiempo, encajaba en ambas categorías. En la escuela cadre se convirtió en cabecilla de un grupo. Fue entonces cuando Yin y Yang se conocieron.

Yang, mucho mayor que Yin, había sido profesor en la universidad de East China. Había estado en Estados Unidos y regresado a principios de los cincuenta, pero enseguida le añadieron a la lista de «sujetos bajo control», pues la tacharon de derechista a mediados de los cincuenta, y de «monstruo negro» en la década de los sesenta.

Yin y Yang se enamoraron a pesar de la diferencia de edad entre ambos, a pesar de la «época revolucionaria», a pesar de las advertencias por parte de los responsables de la escuela cadre. Debido a su inoportuno idilio, sufrieron una persecución. Yang murió poco después.

Tras la Revolución Cultural, Yin volvió a la universidad en la que trabajaba anteriormente y escribió el libro Muerte de un profesor chino, que más tarde publicó la editorial Literatura de Shanghai. Aunque Yin la definió como una novela, en gran parte era una obra autobiográfica. Al principio, como no contenía nada realmente nuevo ni tragedia alguna fuera de lo habitual, el libro no tuvo demasiado éxito. Muchas personas habían muerto durante esos años. Y algunas personas no pensaban que fuera tarea de Yin -tratándose de una ex guardia roja- denunciar la Revolución Cultural. La novela no acaparó la atención del Gobierno hasta que un becario que estaba de intercambio en la universidad la tradujo.

Oficialmente no había nada malo en denunciar la Revolución Cultural. El People's Daily también lo hizo. La revolución había sido, tal y como declaró el People's Daily, un error del presidente Mao, a pesar de sus buenas intenciones. Las atrocidades cometidas eran un secreto nacional.

Una cosa era que el secreto se supiera en casa y otra muy distinta compartirlo con los occidentales. Así que los críticos a favor del Partido tacharon a Yin de «disidente», lo cual funcionó como palabra mágica. Desde entonces la novela fue considerada un ataque deliberado a las autoridades del Partido. El libro fue censurado en secreto. Para desacreditar a Yin, sus acciones como miembro de la Guardia Roja se hicieron públicas en críticas y relatos. Fue una batalla que no pudo ganar y tuvo que permanecer en silencio.

Pero todo aquello había sucedido hacía varios años. Su novela, repleta de detalles demasiado específicos, no atrajo a un gran número de lectores extranjeros. Y tampoco produjo nada más, a excepción de una recopilación poética de Yang en cuya edición Yin había participado. Después fue elegida como nuevo miembro de la Asociación de Escritores Chinos, lo cual se interpretó como una señal de acercamiento por parte del Gobierno. El año pasado se le permitió visitar Hong Kong en calidad de novelista. Allí no dijo -ni hizo- nada demasiado radical, o eso es lo que decían los archivos.

Cerrando la carpeta, el detective Yu no lograba ver por qué el Gobierno podría estar implicado en aquel asesinato. Sí podía entender, sin embargo, por qué las autoridades del Partido querían a toda costa que el caso se resolviera cuanto antes. Cualquier cosa que tuviera que ver con un escritor disidente podía llamar la atención -desagradable atención- tanto dentro como fuera del país.

Cuando el autobús llegó a su destino final, el detective Yu descubrió que la calle Treasure Carden, donde vivía Yin, estaba solamente a media manzana de la parada de autobús. Se trataba de una calle antigua y de tamaño medio, a la que se accedía a través de una puerta negra de hierro y con rejas, posiblemente reliquia de la época de la concesión francesa. El barrio estaba pasado de moda, en declive. Dado que se construían edificios nuevos por todos lados, la calle se había convertido en una especie de monstruosidad.

En primer lugar Yu decidió dar un paseo por la zona. Trabajaría con el agente de policía del barrio, Oíd Liang, que llevaba muchos años en la comisaría cercana. Oíd Liang había acordado reunirse con él a las nueve y media en la oficina del comité de vecinos, junto a la entrada posterior de la calle. Yu había llegado quince minutos antes a la cita.

En la entrada delantera se encontraba la calle Jinling. En la intersección de las calles Jinling y Fujian, dos o tres manzanas más adelante, Yu podía distinguir en una esquina la Mansión Zhonghui, un enorme inmueble que fue propiedad del Gran Hermano Du de la Tríada Blue. La entrada posterior a la calle daba a un gran mercado de comida. También había dos entradas laterales a lo largo de la calle Fujian, llenas de tiendas pequeñas y paradas. Además de la calle principal, Yu vio varias calles secundarias cruzándose entre sí. La mayoría de las casas eran de estilo shikumen, como la de Yin, una típica casa de Shanghai con dos pisos, el marco de la puerta de piedra y un pequeño patio interior.

Mirando en dirección a la calle desde la entrada frontal, Yu vio a una anciana empujar con una mano la puerta negra de una casa shikumen, sosteniendo en la otra un orinal. Se trataba de una imagen sorprendentemente familiar, como si Yu hubiera vuelto a su propia calle, sólo que Treasure Garden estaba incluso en peores condiciones y las calles de alrededor eran más laberínticas y complejas. También había más ruido. Cerca de la entrada delantera un vendedor ambulante de pasteles de cebolla verde anunciaba en voz alta su mercancía, golpeando un cucharón metálico contra una sartén plana grande. Había una niña pequeña de cinco o seis años en mitad de la calle, llorando con todas sus fuerzas, por razones que Yu nunca descubriría. Se dio cuenta de que dirigir una investigación allí sería difícil. Con el flujo continuo de gente, y también con todo tipo de actividades constantes en la calle, un criminal podía entrar y salir fácilmente de aquel lugar sin ser visto.

Cuando Yu se dirigió hacia a la oficina del comité de vecinos, vio a un hombre bajo de pelo canoso entrando en el portal y haciendo un gesto enérgico con la mano.

– ¿Camarada detective Yu?

– ¿Camarada Liang?

– Sí, soy yo. La gente me llama simplemente Oíd Liang -dijo con voz grave-. Sólo soy un policía de barrio. En realidad dependemos de su investigación, camarada detective Yu.

– No diga eso, Oíd Liang -repuso Yu-. Usted lleva tantos años trabajando aquí que soy yo quien depende de su ayuda.

Oíd Liang era el responsable de los empadronamientos y de los archivos de la zona. En ocasiones, su trabajo también consistía en coordinar el comité de vecinos y la comisaría del distrito. De modo que le habían asignado la tarea de trabajar con el detective Yu.