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– Adelante.

– Desde nuestra última conversación, he estado pensando mucho sobre el caso. Como usted dijo, deberíamos ser conscientes de las repercusiones políticas del caso. Tal y como usted explicó, las esferas más altas tienen motivos importantes por los que desean que solucionemos el caso sin ninguna complicación política. Por lo tanto, entiendo que es necesario que debamos despolitizar el caso.

Chen prosiguió tras hacer una pausa elocuente.

– Ahora bien, si cerramos el caso precipitadamente, con Wan como asesino, podríamos encontrarnos con una situación adversa a los intereses del Partido…

– ¿A qué se refiere, inspector jefe Chen?

– Quiero decir, si Wan resulta ser el auténtico asesino sin ningún género de dudas, le condenaremos. De eso no hay duda. Pero todavía existen lagunas en su confesión, tal y como indicó el detective Yu, así que, ¿por qué no esperar un par de días más?

– Sigo sin entenderle. Por favor, explíquese.

– Cuando se celebre la conferencia de prensa, la gente sabrá quién y qué es Wan. Un ex miembro del Equipo Obrero de Propaganda por el Pensamiento de Mao Zedong, que en el pasado fue políticamente rojo, pero ¿ahora qué? Por desgracia, Wan no es el único. Muchos obreros retirados lo están pasando muy mal. Es posible que la gente considere a Wan como un ejemplo de un ex obrero que ha ido de mal en peor, hasta acabar arruinado. Si Wan fue capaz de cometer un asesinato debido a su desesperación, entonces podrían hacer lo mismo otras personas que estén en una situación similar. Wan podría acabar convirtiéndose en una figura simbólica.

– Tiene razón, camarada inspector jefe Chen -dijo Li después de una larga pausa-, pero el Gobierno municipal está presionando mucho al departamento policial.

– Eso es lo que debemos pensar -prosiguió Chen con ambigüedad-. Si algún periodista aprovechara algunos de los detalles, los publicara, y tergiversara… piense en ello: «el antagonismo entre un ex miembro del Equipo Obrero de Propaganda por el Pensamiento de Mao Zedong y una escritora disidente que denunció la Revolución Cultural». Podría desencadenar consecuencias políticas desastrosas.

– Entonces tendremos que aplicar un control estricto de la información.

– Dudo que funcione. Siguiendo sus instrucciones, la semana pasada fui a la casa shikumen. Allí hay tanta gente, todos juntos, que las noticias y los rumores se extendían como si tuvieran alas. Y los periodistas también pueden ir. Hoy en día, algunos periódicos ya no son lo que eran, ya no son tan leales a las autoridades del Partido. Para aumentar las ventas, recurren a noticias sensacionalistas.

Li dijo, tras vacilar un instante:

– Si el detective Yu quiere conceder un par de días más a la investigación, no creo que pase nada. Pero es importante que la gente sepa que el Gobierno no está implicado en la muerte de Yin, y que lo sepa cuanto antes.

– Tengo una pregunta, secretario del Partido Li.

– Dígame, inspector jefe Chen.

– Es acerca de Seguridad Nacional. Hay algo que me desconcierta. Este caso no es suyo. Nadie nos ha informado de su participación. Sin embargo, registraron la habitación de Yin antes incluso de que el detective Yu llegara al edificio. Y luego ocultaron información sobre la solicitud de renovación del pasaporte de Yin. ¿Por qué, secretario del Partido Li?

– Veamos, Yin era una escritora disidente. Es comprensible que a Seguridad Nacional le interese el caso. No nos deben ninguna responsabilidad, como ya sabemos.

– Pero si éste era un caso tan delicado políticamente, deberían haber compartido la información con nosotros.

– Si hubieran encontrado algo importante, creo que nos lo habrían comunicado -dijo Li-. ¿Ha averiguado alguna cosa que pudiera interesar a Seguridad Nacional?

– No -respondió Chen. Por supuesto, de haber averiguado algo también lo habría negado-. Por eso se lo preguntaba.

– El ministro de Pekín también nos ha llamado. El ministro Huang tiene una muy buena opinión sobre usted, como sabe. Dado que ha reflexionado mucho sobre el caso, ¿qué tal si toma el mando?

– No, secretario del Partido Li. Mi madre está en el hospital. Acaban de llamarme para avisarme.

– Siento mucho oír eso. ¿Hay algo que el departamento policial pueda hacer por usted? Todavía está de vacaciones. Si lo necesita, puede tomarse unos cuantos días más. O podemos enviar a alguien al hospital para que le ayude. ¿Necesita algo en especial?

– No, no por el momento. Pero muchas gracias. Y ayudaré al detective Yu en lo que pueda. Le doy mi palabra, secretario del Partido Li.

Durante un rato, después de la conversación con Li, a Chen le resultó difícil concentrarse en la traducción, pero finalmente lo consiguió. Sin embargo, algo más tarde, llamó Nube Blanca. Se había encargado de todo el papeleo en el hospital y su madre no corría ningún peligro grave. El doctor le explicó que querían ingresarla en el hospital para hacerle las pruebas debido a su edad. Aquello le tranquilizó. Así pues, Chen continuó repasando la traducción.

Antes de comer, marcó el número de la casa de Yu, pero fue Peiqin quien contestó. De acuerdo; también tenía preguntas para ella. Después de su última charla, Chen había conseguido un ejemplar de Muerte de un Profesor Chino, y había procurado leer todo lo posible durante el poco tiempo del que disponía. Peiqin tenía razón: la novela era irregular, con grandes contrastes de estilo y de contenido, contrastes tan marcados que resultaba difícil no percatarse de ellos.

– Creo que tienes razón -le dijo-. Yin pudo haber cometido plagio. Sus fuentes quizás no fuesen periódicos ni bestsellers. Algunas partes de la novela poseen una calidad literaria elevada.

– Algunas partes están mucho mejor escritas que otras. Pero no logro ver la conexión entre la novela y el asesinato -repuso Peiqin.

– Ni yo tampoco. Si alguien lo hubiese descubierto, ya fuese el escritor de la obra que copió o un lector, podría haberse puesto en contacto con ella o con los medios de comunicación. En un caso similar, me acuerdo, el demandante exigió una compensación económica. Pero no habría conseguido nada matándola -continuó Chen-. ¿Has averiguado algo más, Peiqin?

– Nada nuevo -contestó-, excepto un pequeño detalle. Como te habrá dicho Yu, he leído bastantes traducciones. En el instituto yo era como un ratón de biblioteca. Si leemos detenidamente libros traducidos al chino, nos daremos cuenta de que suelen ser bastante distintos de los escritos originariamente en chino. Lingüísticamente, me refiero.

– Interesante observación. ¿Puedes ser un poco más específica, Peiqin?

– Existen ciertas maneras de elaborar una frase o sintagma que cambian en cada idioma. En ocasiones, incluso una palabra puede ser diferente. Por ejemplo, los escritores chinos rara vez, si es que alguna, utilizan el pronombre «it», y los traductores experimentados como Yang eran conscientes de ello. Pero no los traductores de tercera o cuarta categoría. Expresiones exóticas aparecen en sus textos cuando menos te lo esperas. Quizás esto no afecta al significado, pero las frases chinas no deberían escribirse así.

– Tienes razón. Algunos párrafos parecen artificiales; yo también he tenido esa impresión. Pero no lo he analizado tan detalladamente como tú.

– Hay otro ejemplo. Hace diez años, la palabra «intimidad» apenas existía en el idioma chino. Si alguna vez se utilizaba, era para aportar un sentido negativo, indecente o malvado, para expresar algo que se mantenía oculto y al margen de la legalidad. Pero en Muerte de un Profesor Chino, Yin utilizó la palabra con un sentido positivo, igual que la utiliza la gente joven y moderna en la actualidad.

– ¡Tu inglés es muy bueno, Peiqin! -exclamó Chen-. Incluso hoy, algunas personas siguen utilizando esa palabra con cuidado, dado su connotación negativa aún existente.

– No, no te rías de mí, inspector jefe Chen. Tengo que ayudar a Qinqin con los deberes de inglés, y hace sólo un par de semanas me preguntó cómo traducir «intimidad» al chino.