– Usted ha leído bastante -repuso Yu, convencido de que al policía experimentado de barrio no sólo le gustaba hablar, sino también desviarse del tema.
La puerta estaba acordonada. Oíd Liang se dispuso a arrancar el cordón policial cuando uno de los huéspedes de la casa se dirigió a él entre gemidos:
– Camarada Oíd Liang, tiene que venir y ayudarnos. Ese desalmado no le ha dado ni un céntimo a su familia desde hace más de dos meses.
Una riña familiar, supuso Yu. Le facilitaría la excusa perfecta.
– No tiene usted que acompañarme, Oíd Liang -señaló Yu-. Tiene muchas cosas de las que ocuparse. Puede que esto me lleve algún tiempo. Después, sería importante que tengamos una reunión con el comité de vecinos. ¿Puede convocarla?
– ¿Qué le parece a las doce en punto en la oficina? -preguntó Oíd Liang-. Antes de irme, detective Yu, aquí tiene un informe más detallado, sobre la escena del crimen. Tres páginas en total.
El detective Yu comenzó a hojear el informe en el rellano, mientras veía a Oíd Liang desaparecer entre los hornos de la cocina común.
En la información que había leído anteriormente, en el autobús, la escena del crimen había sido descrita en una frase como «prácticamente destrozada». Apenas objeto alguno en la habitación de Yin permaneció intacto, debido a las circunstancias en las que el cuerpo había sido descubierto. Un ayudante que trabajaba con el doctor Xia acudió al lugar en busca de pistas, pero dijo que casi ninguna huella o marca sobre la superficie se podía aislar del resto, ya que eran muy numerosas.
El informe decía:
«La mañana del siete de febrero, Lanlan, un residente al final del ala este de la segunda planta, volvía del supermercado a las 6.45 horas aproximadamente. Subió las escaleras y pasó junto a la puerta de la habitación de Yin. Normalmente, la puerta siempre estaba cerrada. Todos en la casa sabían que Yin solía ir a practicar taichi muy temprano, en People's Park, y que no volvía hasta después de las ocho. La puerta estaba ligeramente entreabierta aquella mañana. No es que fuera de su incumbencia, pero, como le resultó extraño, Lanlan se fijó en el detalle. Se inclinó para atarse los cordones de los zapatos, miró por la rendija de la puerta y vio lo que le pareció una silla volcada. Llamó a la puerta, esperó un instante antes de abrir, y encontró a Yin tumbada en el suelo. Junto a su rostro había una almohada blanca. 'Estará enferma, se habrá desmayado o se habrá caído de la cama', pensó Lanlan. Entró rápidamente en la habitación y le presionó en la hendidura sobre el labio superior, y comenzó a pedir ayuda. Enseguida, acudieron siete u ocho personas. Una salpicó a Yin en la cara con agua fría, otra le tomó el pulso y otra corrió a avisar a una ambulancia. Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que Yin no respiraba, de que había varios cajones abiertos y de que habían registrado el contenido de éstos. Poco después llegaron más personas a la habitación. Antes de que nadie sospechara que se trataba de un crimen, no quedó nada sin tocar en la habitación.
A continuación Old Lang llegó con los miembros del comité de vecinos, lo que no contribuyó en absoluto a la preservación de la escena del crimen. Un miembro incluso llegó a colocar de nuevo la almohada sobre la cama y cerró los cajones.»
Había una cosa que no se mencionaba en el informe. Según lo que le había contado el secretario del Partido Li, poco después de que Oíd Liang llegara a la escena del crimen también llegó el personal de la Seguridad Nacional. Estos llevaron a cabo un registro minucioso de la habitación. Deberían haber seguido el procedimiento correcto y haber utilizado guantes, pero fue algo que Li no les preguntó. Li no sabía nada sobre el propósito de su búsqueda. Sin embargo, tratándose de una escritora disidente como Yin, la participación de la Seguridad Nacional no era de extrañar. Le habían solicitado al departamento policial que les mantuviese informados sobre el progreso de la investigación.
Yu se frotó la barbilla y volvió a guardar el informe en la carpeta. Rompió el precinto policial y entró en la habitación. Se trataba de un cubículo sombrío y desordenado. Tal y como decía el informe, no había señales de lucha, o mejor dicho, no quedaban señales de ésta. Después de un día, y en vista de la descripción que acababa de leer, el detective Yu en realidad no esperaba encontrar demasiado.
El mobiliario parecía el mismo que Yin había comprado al mudarse de la residencia universitaria; típico de los ochenta, sobrio, marrón oscuro, práctico, pero todavía en buenas condiciones. Consistía en una cama individual, un escritorio, una silla, un armario ropero con un espejo de cuerpo entero, un sofá con una funda roja descolorida y un taburete que podía hacer la función de mesilla de noche.
En un cenicero sobre el escritorio, Yu vio varias colillas. Colillas marrones. De marca americana, More. También había una especie de máquina de escribir sobre el escritorio. No era un ordenador, de eso estaba seguro Yu. Quizás se tratara de una máquina de escribir eléctrica.
En un pequeño armario pegado a la pared, había varios tarros con hojas de té, una botella de café instantáneo Nestlé, algunos cuencos viejos, un puñado de palillos de bambú en una maceta, una taza y un vaso. Al parecer, recibía pocas visitas.
La cama estaba hecha, seguramente por alguno de sus vecinos. Debajo de las sábanas no había colchón; Yin dormía encima de una lámina rígida de madera. El edredón con relleno de algodón debía de tener unos cuatro o cinco años y estaba lleno de remiendos. Yu tocó el edredón y enseguida notó que estaba duro. La almohada, sin funda, estaba bastante blanca en comparación con el edredón.
Se volvió hacia los cajones del escritorio. El cajón superior contenía recibos de varias tiendas, sobres blancos y una revista sobre viajes. En el segundo cajón había cuadernos, un bloc de notas, un montón de papeles y otro de cartas. En algunas de estas últimas figuraban direcciones en inglés. El contenido del tercero parecía más variado: una pequeña colección de bisutería, tal vez recuerdos de su viaje a Hong Kong; un reloj de Shanghai con correa de piel; y un colgante hecho con el hueso de algún animal exótico.
Lo que contenía el armario ropero confirmó las expectativas de Yu. La ropa era poco colorida, de estilo clásico, y la mayoría económica, pasada de moda. También había un vestido nuevo de lana, el cual no debía de ser caro, pero sí de bastante calidad.
En la estantería había diccionarios chinos e ingleses; una colección de La Dinastía Han-, Obras Escogidas de Deng Xiaoping; copias de Muerte de un Profesor Chino-, y copias de Selección de Poemas de Yang Bing. Además, Yu vio una pila de revistas viejas, algunas de los cuarenta y de los cincuenta, con algunas páginas marcadas.
Encontró también un álbum antiguo en cuyas páginas negras había marcos pequeños de aluminio en forma de estrella. En las primeras páginas, la mayoría de las fotografías eran en blanco y negro. Un par de ellas mostraban a Yin de pequeña con una coleta. A continuación, en las fotos en color, aparecía Yin con un pañuelo rojo, vestida de Pionera Joven saludando a la bandera de cinco estrellas en el campus de la escuela. En un retrato en color, Yin aparecía felizmente en People's Square, entre un hombre de pelo canoso y una mujer bajita y delgada: seguramente sus padres.
Yu observó una fotografía grande, que debió ser tomada en 1967 ó 1968, en los primeros años de la Revolución Cultural. Con un brazalete rojo, Yin aparecía sobre un estrado pronunciando un discurso, con representantes de alto rango del Gobierno sentados en fila detrás de ella y delante de un telón de terciopelo. Yin era representante de la Guardia Roja en una conferencia nacional para universitarios. Sin embargo, a pesar de su importante papel político, parecía más una chica sin experiencia. No tenía exactamente un rostro joven, pero poseía la pasión de la juventud. Guardaba un parecido sorprendente con un cartel de la Guardia Roja que Yu había visto anteriormente. Las siguientes páginas del álbum recogían los momentos más gloriosos de su carrera política. Una fotografía mostraba a Yin sentada junto a uno de los líderes más importantes del Partido en una conferencia celebrada en La Ciudad Prohibida.