Después parecía haber un espacio en blanco. No es que faltasen fotos en el álbum, sino que se había producido un cambio brusco entre la joven que formaba parte de la Guardia Roja a la mujer de mediana edad retratada en la entrada de una escuela cadre. Era como si Yin hubiese envejecido veinte años ' de una página a otra.
Mientras cerraba el álbum, el detective Yu se dio cuenta de que era la hora de reunirse con el comité de vecinos.
En el pasado, el comité había funcionado como una extensión del departamento policial del distrito, encargándose así de todo lo que no tuviera que ver con los asuntos laborales de la gente: celebraban reuniones políticas semanales, comprobaban el número de personas que vivían en una casa, montaban guarderías, asignaban cuotas por nacimiento, arbitraban disputas entre vecinos y, lo más importante de todo, los vigilaban de cerca. El comité tenía autorización para informar sobre cada uno y todos los individuos, y tales informes se incluían en los expedientes policiales confidenciales, lo cual permitía que la policía continuara vigilando en secreto a cada individuo.
En los últimos años, el comité de vecinos, al igual que otras instituciones, había experimentado cambios drásticos, pero la seguridad en el vecindario seguía siendo una de sus principales preocupaciones. El comité seguramente vigilaba de cerca a una persona como Yin. Posiblemente también tuviera información sobre algún otro posible sospechoso en la casa.
Para sorpresa del detective Yu, cuando llegó a la oficina, vio que Oíd Liang había preparado un almuerzo de trabajo. En el centro de la mesa alargada había seis recipientes de plástico con pollo al estilo «tres veces amarillo»; además de Yu y Oíd Liang, estaban presentes cuatro miembros del comité, todos con los palillos en la mano.
– El pollo tres veces amarillo no está maclass="underline" plumas amarinas, pico amarillo, patas amarillas. Criado en Pudong, casero, completamente diferente de los criados en granjas de pollos modernas -dijo Oíd Liang, levantando los palillos.
El camarada Zhong Hanmin, cabecilla de seguridad del vecindario, presentó su propia teoría sobre el asesinato. Según él, los cajones registrados de la habitación señalaban una posibilidad:
– El criminal debió querer robarle, pero cuando Yin apareció de forma inesperada, el delincuente sufrió un ataque de pánico -repuso Zhong-. No creo que viva en el edificio, ni siquiera en la calle. Seguramente fuese un extraño que escogió al azar robar en su habitación. Como dice un viejo dicho, «Un conejo no fisgonea demasiado cerca de su madriguera».
No hizo tal hipótesis a la ligera. Durante meses habían visto a trabajadores de la provincia rondando por la zona, pero no era algo extraño en la ciudad, ya que cada vez llegaban más obreros de las afueras.
Era comprensible que Zhong intentara evitar que Yu se centrara en los vecinos, pensó el detective. Si el criminal resultara ser uno de residentes de la calle, el comité local sería de algún modo responsable.
El camarada Qiao Lianyun, director general de comité, fue el segundo en hablar. Qiao facilitó una información que parecía contradecir la teoría de Zhong. Se basó en la información obtenida de Peng Ping, apodada la «mujer gamba», ya que se ganaba la vida pelando gambas delante de su puerta, la cual se encontraba justo enfrente de la puerta trasera del edificio shikumen donde vivía Yin, a poco más de un metro. La mujer gamba tenía un acuerdo con el mercado. Debía entregar las gambas peladas antes de las ocho de la mañana. Las mujeres de Shanghai preferían hacer la compra muy temprano. Como regla general, la «mujer gamba» comenzaba a trabajar alrededor de las seis y cuarto. No recordaba haber visto a Yin volver de sus prácticas de taichi aquella mañana, pero sí vio pasar a Lanlan, con quien estuvo charlando un rato sobre las seis y media. Peng insistía en que no se había movido en toda la mañana hasta que escuchó el revuelo en la casa de Yin y entró a ver qué sucedía. Qiao opinaba que la declaración de Peng era fiable, ya que la «mujer gamba» tenía fama de decir siempre la verdad. Además, prácticamente no podía ir a ningún sitio, con las manos llenas de suco de gamba. Qiao concluyó:
– Si alguien hubiese entrado furtivamente por la puerta trasera, por muy rápido y sigiloso que fuera, Peng lo habría visto, especialmente si fuese un desconocido con prisas tan temprano. En cuanto a la puerta delantera, aquella mañana había varias personas en el patio y habrían visto a cualquiera que saliera de la casa.
Oíd Liang apoyó el argumento de Qiao, y comenzó a analizar la seguridad de la calle y del edificio. Debido a casos recientes de robo en el barrio, el comité de vecinos había tomado medidas preventivas. Todas las entradas a la calle se habían protegido con puertas de hierro forjado, las cuales se cerraban a las once y media de la noche y se abrían a las cinco y media de la mañana. Los vecinos debían llevar las llaves encima.
Además, había normas para las puertas de los edificios shikumen. Tanto la puerta delantera como la trasera debían cerrarse con llave durante la noche. La puerta delantera, cerrada desde dentro, no se abría hasta las siete aproximadamente, y después se volvía a cerrar sobre las nueve y media de la noche. En cuanto a la trasera, la gente que entraba y salía por ella, ya fuese pronto por la mañana o tarde por la noche, se suponía que debían cerrarla a continuación.
Yu escuchaba y apuntaba unas cuantas notas en su bloc, sin añadir ningún comentario. Después de una hora y media, los hechos de la mañana anterior se podían reconstruir como sigue:
Yin era una de las primeras personas de la casa en levantarse. Abandonó el edificio la mañana del siete de febrero, a las cinco y cuarto aproximadamente, por la puerta trasera. Fue a People's Park a practicar taichi. Nadie la vio salir aquella mañana, pero no existe razón para pensar que hubiese modificado su rutina. Llevaba practicando taichi cada mañana desde que se había mudado allí, y todo el mundo la consideraba una persona muy puntual.
Esa mañana, Lanlan salió de la casa a las cinco y media, más o menos. Encontró la puerta trasera cerrada con llave. La abrió y volvió a cerrarla con llave de nuevo. Se dirigió al mercado más temprano de lo normal para comprar marisco fresco, ya que esa tarde esperaba la visita de un amigo de Suzhou.
Poco después, otros dos huéspedes del edificio shikumen salieron por la puerta posterior. Uno fue el Sr. Ren, que se dirigía a un restaurante para desayunar. El otro, Wan, que se disponía a practicar taichi en el Bund. Ambos estaban seguros de haber salido de la casa entre las seis menos cuarto y las seis.
Alrededor de las seis y cuarto, Xiong, una vendedora de leche que estaba sentada con sus botellas de leche junto a la entrada delantera, vio a Yin volver. La lechera comprobó la hora, ya que Yin no solía volver tan temprano.
Lanlan volvió de hacer la compra sobre las seis y media. Esta vez no cerró con llave la puerta trasera, ya que se quedó charlando unos minutos con la «mujer gamba» que estaba sentada en la esquina, y cruzó el patio para abrir la puerta delantera, como solía hacer siempre. Sobre esa hora, los demás huéspedes de la casa se levantaron. Algunos salieron al patio para lavarse en la pila. Por lo menos había tres o cuatro personas aquella mañana, según recordaba Lanlan.
Las horas coincidían. Según el doctor Xia, habían asfixiado a Yin con algún objeto blando entre las seis y cuarto y las seis y media En otras palabras, había sido asesinada poco antes de que Lanlan encontrara su cuerpo.
Yu comenzó a enlazar ideas en sus apuntes. Parecía haber dos posibilidades. La primera, y según la teoría de Zhong, el asesino era un desconocido que siguió a Yin hasta su habitación y cometió el asesinato. Pero aquella hipótesis dejaba algunos puntos sin explicar. La vendedora de leche vio volver a Yin sola. Por supuesto, el criminal podría haberla seguido a escondidas por la calle sin que nadie le viera, pero después tendría que haber salido de la casa. Si hubiese salido por la puerta delantera, los huéspedes que estaban en el patio deberían haberse percatado de su presencia, y si hubiese salido por la puerta trasera, alguien que mirara en aquella dirección podría haberle visto, además de la «mujer gamba» que estaba sentada junto a la salida. Pero nadie había informado sobre la presencia de un extraño en aquel período de tiempo.