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La fiesta de Gladys se transforma en una página del Antiguo Testamento. La cólera punitiva de Jehovah siembra el pánico por doquiera, marejadas de niñas de vitrina irrumpen en el patio a grito herido, seguidas por nodrizas negras que bufan y galopan como rinocerontes. El eficiente Johnny organiza en volandas un equipo de criadas extinguidoras que corren a llenar de la piscina sus baldes vacíos, regresan chorrendo agua y murmurando diosmíos hasta los rebenques del fuego. Alguien ha telefoneado a los bomberos y no tardarán en bautizar la noche sus campanas cinematográficas. Gladys, Betty y Margaret lloran rutinariamente, a salvo entre las herramientas y los neumáticos del garage.

Mami ha acaparado el centro de la escena, Medea anhelante, desorientada, fatalista, pálida, desborda en un grito que lo sacia de alegría y de orgullo:

¡Victorino! ¿Dónde está Victorino?

Y cuando lo descubre a su lado, impávido y displicente, la paz retorna al espíritu de Mami como una paloma pródiga, una sonrisa le restaura su primaveral resplandor, asume napoleónica el mando de las acciones, al cabo de cinco minutos está conjurado el siniestro.

Victorino Perdomo

…Y aunque el compañero Belarmino Solís, por supuesto que no se llama Belarmino Solís, por supuesto, responsable de nuestra Unidad Táctica de Combate, opina que todavía no estoy en edad de afeitarme, lo evidente es que se equivoca, me salen unos pelos cimarrones, tan respetables como los cachetes azulosos de los curas españoles, la hojilla fue gillette en su juventud, ahora no pasa de lámina mellada, es la única que tengo, la brocha pierde pelos a simple vista, el espejo está enfermo de lagunas costrosas, llagas que nada reflejan, me he refugiado en esta pensión de mala muerte y peor…

Parado frente al espejo, tras de ensayar en la cama pensamientos y rotaciones de insome desde las tres de la madrugada, Victorino comprueba una vez más en nervios propios que el trance más amargo no se padece durante la acción misma; el trance más amargo es esta corrosiva espera, la sucesión mental de pasos aún no dados pero que van a darse en una hora próxima, los futuros movimientos que es preciso clavarse en la memoria, las futuras reacciones que deben diluirse en el instinto, tú sacas el revólver a las 4 y 27, tú entras por esta puerta a las 4 y 27, tú.

…vida para independizarme del yugo familiar, de la protección paternal, del amor maternal, de las conversaciones hogareñas, pierde pelos la brocha pero finalmente le saco unas barbas artificiales de patriarca, si no me concentro en la trayectoria de la navaja, si no me concentro me buscaré una cortada de esas de yodo y…

Lo más importante es el camino de la huida, repite una y otra vez el comandante Belarmino Solís, responsable de la UTC. Se refiere a la dirección precisa que va a tomar cada uno de ellos, tan pronto esté cumplida la acción. Les ha hecho recorrer paso a paso, en tres friolentas madrugadas de ensayo, esos itinerarios de dispersión de los vehículos y los hombres. Y en los mediodías, aferrado a un plano que él mismo ha dibujado, insiste en señalar, métanselo en la cabeza, las coordenadas invisibles con su dedo índice de San Juan Evangelista, Es exactamente por aquí que tú vas a correr, Este es el punto donde los espera el carro con el motor prendido, Lleva el revólver engrasado y montado pero no dispares sino en un caso extremo, óyelo bien, en un caso extremo.

…algodón, carajo, era inevitable la cortadura, mellada la navaja, el pensamiento en otra parte, también las manos como si estuvieran en otra parte, el tajo ha sido en la mitad de la barbilla, al principio era un escozor diagonal imperceptible, después se volvió raya roja y goteante entre los grises del espejo, desagradable hilito de sangre que me baja hacia la cuenca del…

En el momento de la acción teoriza Belarmino lo esencial es la serenidad de ánimo y la coordinación de los movimientos. Naturalmente que es imposible predecir con exactitud el desarrollo de nuestros planes, tampoco puede predecir con exactitud un entrenador de fútbol el resultado práctico de una jugada que ha estudiado y ensayado minuciosamente, ¿cómo adivinar las evoluT ciones, el tiempo, la velocidad del equipo contrario?, ¿cómo adivinar en nuestro caso las reacciones de otros seres humanos (los asaltados) que intervendrán forzosamente en el curso del asalto? En la acción más inteligentemente proyectada sigue teorizando el comandante Belarmino apenas el cuarenta por ciento de las cosas sucede de acuerdo con el croquis trazado previamente, el otro sesenta es alterado por personajes que intervienen en la obra sin estar en el reparto, por pequeños acontecimientos imprevisibles que unas veces obstaculizan y otras veces facilitan el desenvolvimiento del asunto. El comandante Belarmino es contundente como.

…guargüero, aprieto la piel de la barbilla con el borde de la toalla, el rasguño para de sangrar por un instante, en seguida vuelve a teñirse, a puntear su caminito rojo, decido entonces no ponerle atención, me enjabono para la segunda pasada de la navaja, la brocha arrastra una espuma sanguinolenta, un batido de…

No se debe disparar sino en un caso extremo, dice una vez más el compañero Belarmino. Los disparos engendran problemas nuevos, obligan a actividades imprevistas, abren violentamente un camino distinto, acuden los curiosos a los estampidos, no se dan cuenta de que arriesgan el pellejo, es preciso asustarlos, intimidarlos, inmovilizarlos. ¡Al que se acerque lo asesinamos! (es más impresionante que ¡Le metemos un tiro!), ¡Le volamos los sesos! (es más convincente que ¡Lo matamos!), Debemos evitar los muertos y los heridos a toda costa, compañeros, pero si el desarrollo de la acción nos impone la necesidad de disparar para culminarla con éxito, la necesidad de matar, compañeros, es un cobarde quien vacile en hacerlo Belarmino teoriza ahora con la mirada endurecida por un recuerdo.

…fresas, me lavo la cara con agua fría, no hay otra, comienzo a vestirme sin la obligación de estar vestido, falta casi una hora para la llegada de Valentín, la verdad es que madrugué, más valía madrugar de pie que continuar dando vueltas en la cama como un seminarista acosado por visiones de mujeres en cueros, asoman la uña y la cabeza del dedo gordo por el agujero de la media, Madre me ordenaría suavemente, ya con los anteojos de leer puestos: Tráelo acá para…

La acción ha sido fijada para las 4 y 27 de la tarde, el banco estará a punto de cerrar sus puertas, diez horas retorcidas lo separan de eso que es futuro, presente, hipótesis, realidad, deporte, muerte. Victorino preferiría que no fuera un banco. No es que le importe un pito atentar contra esa mierda que llaman la propiedad privada, pero preferiría que no fuera una banco, que no tuviera el caso tanta similitud exterior con los atracos del hampa, tal vez prejuicios pequeño burgueses, Victorino preferiría que no fuera un banco aun a costa de un riesgo mayor. A él le corresponde el cajero de la taquilla central, un señor gordo y de patillas. Vigilados sus movimientos como lo han sido durante muchos días seguidos por la UTC, lo encuentra exactamente en la postura prevista, cuenta los billetes, los apila a la derecha según su valor y color, trabaja de prisa porque se le viene encima la hora del cierre, Victorino aparece como flechazo en dirección a la rejilla, ya con el revólver desenfundado, se lo coloca ante la frente, a dos centímetros de los ojos, ¡Levanta las manos que esto es un atraco!, el gordo lo mira pálido y sumiso, alza las manos mecánicamente como los títeres, Victorino preferiría que no fuera un banco, Belarmino se ocupa a su espalda de la operación más riesgosa, desarmar al policía de guardia, su voz restalla comprimida por el rencor, ¡Entrega el revólver o te meto un balazo en el corazón, desgraciado!, le entregará el revólver. O tal vez no. Tal vez a esa hora, las 4 y 27 marcarán los relojes, una radiopatrulla estará detenida frente al banco en virtud de un imponderable que escapó a los cálculos de la UTC, cada uno se halla en su puesto, ni un solo engranaje dejó de funcionar a la perfección, el Chevrolet negro fue levantado hace 48 horas, extraído del garage del abogado Mosquera, cambiadas las placas acreditadas por otras inofensivas, Valentín lo conduce y ha frenado a veinte metros del banco, desde aquí se le divisa sentado al volante, lo acompaña Carmina con su beretta, quéjoder, sería un suicidio intentar la acción en las narices de la patrulla, Victorino busca con los ojos al comandante Belarmino, habrá contraorden seguramente, lo ve atravesar la calle, bajo el saco doblado se le abulta la ametralladora, el chofer de la patrulla se queda mirando a Victorino, conversa algo con los guardias armados que viajan en los asientos traseros, Belarmino se detiene a mitad de la calle, entonces. O tal vez no. Tal vez alguien los ha delatado, ¿un miembro de la UTC que jamás llegarán a descubrir quién fue?, entre las paredes del banco les han tendido una sucia emboscada, Victorino entra rápido y confiado, el revólver desnudo, lo mismo hace Freddy por una puerta lateral, el cajero gordo no está en su taquilla, dos ametralladoras disparan contra ellos desde el segundo piso, otras tiran desde la calle, Belarmino da una voltereta en el aire y cae a los pies de Victorino vomitando sangre. O tal vez no. Todo desenlace es posible, todo desenlace es azar agazapado en una tensión que produce ardores en el estómago, diarreas, ganas de estar ya preso, ansias de estar ya muerto.