l habla así. Belarmino terminó hace rato de limpiarse las uñas, mira el reloj disimuladamente, se seca el sudor con el pañuelo doblado, Carmina cierra el libro, deja un dedo metido como marcador de las páginas que leía, yo siento que me araña el estómago un ardor peculiar, los dientecitos de una zorra clavados detrás de mi ombligo, no me sueltan. Esa revolución que piensan hacer sin la clase obrera, si acaso llegan a hacer alguna, esa revolución de jóvenes intelectuales inconformes, de rebeldes marginales, de protestatarios, pero sin la jefatura de la clase obrera, llámenla de cualquier manera, por favor, menos marxista, menos leninista, mi padre tiene el cerebro cuadriculado como las colmenas, enladrillado de frases intocables, de proverbios salomónicos. Carmina vino vestida de rojo y negro, pregón innecesario del 26 de julio, Belarmino no se ha dado cuenta todavía de esa ostentación, nadie pensó que los cubanos harían la revolución antes que nosotros, una isla de turismo y tabacos, relajo y rascabucheo, ron Bacardí y Casino de la Playa, "si te quieres por el pico divertir", y nosotros con esta tradición de lucha y este pueblo antimperialista, y estos latifundios, y este petróleo, hierro, electricidad, de todo, quién iba a pensar que los cubanos nos ganarían de mano, y lo peor es que así como estamos nos vamos a quedar per omnia seculam, si no le arrebatamos las riendas a los dirigentes tipo mi padre, mucha experiencia, mucha honestidad, muy dignos de respeto, desprovistos de bronquios para respirar una era atómica que sube a los cielos con, no podemos permitir que ellos conviertan el marxismo en una momia egipcia, no lo va a permitir una juventud que mi padre no quiere comprender, mi padre. La juventud a secas no es una fuerza revolucionaria sino una etapa por la cual pasan todas las vidas humanas, sin excluir a los fascistas, a los policías y a los que bombardean el Vietnam. La única diferencia entre un revolucionario viejo y un revolucionario joven,Victorino, es que el revolucionario viejo ha tenido que soportar en este país infinidad de persecuciones, infinidad de tentaciones, y sin embargo sigue siendo revolucionario, dice mí padre, Madre no interviene en nuestras discusiones, quisiera decir algo y no lo dice, quisiera llorar y no llora, preferiría cualquier dolor físico a vernos discutir de esa manera irreparable, mi padre en su trinchera y yo en la mía. Yo le entraré de frente al cajero gordo: ¡Levanta las manos que esto es un atraco! Amparo recibe de tres a cuatro su clase de historia del arte, "dice Vasari que Luca Signorelli sólo tenía un hijo, joven de diecisiete años, que murió". Amparo me supone a mí estudiando la teoría del subconsciente freudiano en casa de Valentín. El comandante Belarmino ha vuelto a mirar el reloj, toma el periódico de la mesa, lee los anuncios sin prestar atención a sus convites inaccesibles, Viaje a Europa por la Air France, y el Arco del Triunfo al fondo. Los seudofilósofos que pretenden dividir la sociedad en generaciones y no en clases, en edades biológicas y no en ideologías, no pasan de sofistas baratos o caros a quienes la burguesía ha encomendado, etcétera, mi padre se aferra del marxismo como de un preparado contra la vejez. El peor recurso es invertir el tiempo en pensar que uno puede caer preso esta tarde, te encierran en un calabozo, te encierran a patadas, vienen después a preguntarte nombres y direcciones, vienen a romperte los dientes con cachiporras, vienen a escupirle la cara, vienen a llamarte hijo de puta, yo no diré nada, estoy seguro, completamente seguro, pero preferiría no tener que probarlo. Es bonita Carmina a pesar de su beretta, es bonita aunque digan los psicólogos tendenciosos que solamente por feas se meten las mujeres a revolucionarias, las 3 y 10, a esta hora mi padre se ponía a leer sus clásicos, o escribía un artículo para la prensa, o preparaba un discurso de esos que, mi padre aspiraba a ser diputado, a denunciar desde el Congreso los desmanes del imperialismo, El ciudadano diputado Juan Ramiro Perdomo tiene la palabra, mi padre no comprendía, no es esa verborrea de cotorras, es la violencia revolucionaria lo que hará la revolución. ¿Cuándo he negado yo, Victorino, la función obstétrica de la violencia revolucionaria? Lo que sí niego es el culto ciego a la violencia por sí misma, a la violencia sin teoría, niego el machismo a lo jalisco, el héroe providencial, el monumento a los testículos, dice mi padre indignado. De esos reductos no lo mueve nadie, la disciplina, los aparatos, las estructuras, las condiciones, el contenido, el carácter, el centralismo, el partido, la hegemonía, las citas, las desviaciones, el extremismo, palabras, palabras, palabras, la juventud de estos países es un volcán que no se apaga con palabras, mi padre desenvaina argumentos como sables de hojalata, ¿y la revolución cubana, viejo?, yo pertenezco a la FALN, me juego la vida en esas acciones que mi padre condena, y soy cien veces más revolucionario que él con su teoría de la plusvalía y sus sermones sindicalistas y su insurrección a largo plazo, cuando estén dadas las condiciones. Yo le lanzo pensamientos de Mao como pedradas, con Madre como único y mudo testigo, nunca como arbitro, Madre no acepta ser arbitro sino mudo testigo. Ernesto trajo las armas en un maletín, pasó por la casadepósito a buscarlas, trajo también la pistola que nos prestó la UTC de Santa Rosalía, esa será para Freddy, los camaradas no querían entregarla a última hora, tenían miedo de no volverla a ver, las armas están en el cuarto vecino, cada uno va por turno con Belarmino a examinar la suya, iré yo también a chequear mi revólver. Lo grave del asunto es que nosotros creíamos que el anarquismo estaba muerto y sepultado, sepultado por Marx, por Engels, por Plejanov, por Lenin, por Stalin, por sus propios disparates, por el progreso del mundo, y de repente se levanta ese difunto de su mausoleo en pleno siglo veinte, tú hablas como un anarquista, Victorino, que es algo así como tratarse la apendicitis con un curandero, dice finalmente mi padre. Hasta que un día me fui de la casa, una casa vigilada por la Digepol, el Sifa y todas las policías, vigilada a causa mía y de mi padre, entristecida por las discusiones nuestras y por las ganas de llorar de Madre, me fui de la casa un lunes, vivo en una pensión de mala muerte, con un nombre supuesto, me llamo Manuel Padilla, un sujeto libre de las ataduras familiares, libre de la dialéctica de su padre. AI pasar por la plaza de las Tres Gracias serán las 4 y 22, estará estacionada ahí una patrulla junto a Cars, tal vez sospeche algo, cuatro hombres y una mujer en un carro, en esa forma van siempre a los asaltos, si sospecha se pondrá a seguirnos, entonces Belarmino. Ahora mi padre está preso otra vez, lo trasladaron al cuartel San Carlos, Madre se volvió a quedar sola, de nada le valió a mi padre la democracia representativa, de nada le valió el sistema constitucional, se cagaron en su inmunidad parlamentaria, lo levantaron de su silla en el Congreso, Usted está detenido, Pido la palabra, se lo llevaron preso en una camioneta al ciudadano diputado, ahora está en un calabozo del cuartel San Carlos, releyendo el AntiDuhring, pobre viejo. El gordo de la taquilla es un cuarentón de bigotes, probablemente tiene hijos, estará vestido de azul y apilará billetes morados de a diez, verdes de a veinte, naranjas de a cincuenta, achocolatados de a cien, yo le meteré el revólver en las narices, ¡Arriba las manos que esto es un atraco!, después. Carmina ha cruzado las piernas, se le sube un pedazo la falda roja, muestra sin querer el nacimiento de unos muslos hermosos, lo que me sucedió al mediodía con Amparo es, tan mujer que se veía desnuda junto al tocadiscos. I can't say nothing but repeat that Love is just a fourletter word, cantaba Joan Baez, menos mal que otras veces hemos hecho cosas ¿verdad, mi hermano? fabulosas, otras veces, y cuando triunfe la revolución, ¿por qué no va a triunfar?, cuando se venga abajo el gobiernito, ¡se vendrá abajo!, le tiraré el revólver a los perros, me iré a buscar a Amparo, me encerraré con ella tres noches seguidas aunque su madre intente tumbar la puerta, ¿Dónde se habrá metido Victorino?, dirán los camaradas, ¿A quién se le ocurre desaparecer el día de la victoria?, A mí se me ocurre, a mí. Le corresponde a Belarmino desarmar al policía de guardia que es la vaina más peligrosa, a las 4 y 27 entramos Belarmino y yo por la puerta principal, ¿funcionará ese revólver?, lo he probado en una playa desierta, está engrasado y pulido, ¿funcionará?, a cada rato lee uno en los periódicos "Se le encasquilló el revólver", también en la televisión se encasquillan, el gordo estará contando los billetes, ¡Arriba las manos que esto es un atraco!, ¿y si hay tiros?, a las 4 y 27. Belarmino se ha puesto a hablar inesperadamente. Si me matan esa tarde supongo que las señoritas Larousse me dejarán descansar una semana en el purgatorio antes de invocarme a su mesita, dice, así es peor, preferiríamos que no hubiera hablado, no es ningún chiste lo que dijo. Valentín para el carro a pocos metros del banco, yo bajo por la portezuela izquierda, el revólver es un volumen extraño, un frío extraño, un peso extraño en la cintura, son las 4 y 26, a esa hora ya nos esperará la UTC de Isidoro frente a la tapia del colegio de monjas, Espartaco entra por el otro lado, Espartaco trae en la mano un maletín para meter los billetes, Espartaco se encargará del gerente, lo agarran a uno y lo torturan, le queman las nalgas con una plancha, le revientan el hígado a puñetazos, le escupen la cara, lo cuelgan de. Belarmino ha mirado el reloj, esta vez lo mira y lo remira, el comandante Belarmino se pone de pie, son las 4 en punto, todos nos ponemos de pie, por fin saldremos de esta mierda angustiosa, son las 4 en punto, Amparo, ¿y si hay tiros?