– Decidiste venir. ¡Estupendo! Me alegra no tener que hacer solo un viaje tan largo. -Bartlett mostró una sonrisa radiante mientras cerraba y echaba el seguro a la puerta-. Siéntate y abróchate el cinturón. Brenner despegará en cualquier…
– ¿Dónde está Trevor?
– Ahí delante, con Brenner. Me dijo que te pusieras cómoda. -Sus ojos mostraron un brillo repentino-. Y que te tranquilizara. Estaba convencido de que necesitarías tranquilizarte.
Ella no necesitaba tranquilizarse. Estaba inquieta e insegura y no muy convencida de que estuviera haciendo lo correcto. Aquel maldito Trevor le había tomado el pelo hasta la raíz, utilizando todas las artimañas que conocía para conseguir que hiciera lo que él quería. Y allí estaba ella, en un avión rumbo a Escocia, y ni siquiera les había dicho a Joe o Eve que se iba ni por qué.
Porque no lo sabía, ¡carajo!
Pero sabía que tenía que aprovechar cualquier oportunidad para averiguar más sobre la muerte de Mike.
Y sabía que quería ver aquellos pergaminos. Había dedicado años a intentar encontrarlos, y Trevor los tenía en su poder.
Hasta era posible que Trevor tuviera razón acerca de que la muerte de Donnell esa noche la exponía a un peligro mayor.
Y tal vez no tuviera razón y estuviera utilizando las circunstancias para dirigirla en la dirección que él quería que fuera.
¿Y qué? Lo averiguaría. Primero tenía que actuar como un ser humano responsable, en lugar de revolotear de un lado a otro como una maldita mariposa. Sacó su teléfono.
– No voy a ninguna parte sin antes decírselo a Eve y Joe.
– ¡Por supuesto! Eso no sería considerado. Estoy seguro de que todavía tienes tiempo antes de que despeguemos.
– Nos daremos prisa. -Marcó el número de Eve-. ¿Te he despertado?
– No, Joe me llamó hace diez minutos. ¿Qué diablos está pasando, Jane?
– No estoy segura, pero en este momento no me voy a arriesgar a queme encierren. Dile a Joe que le enviaré a Manning una declaración más tarde.
– Ese no es un procedimiento muy correcto, Jane.
– Es el mejor que puedo seguir. -Se calló-. Tal vez esté sobre la pista que puede conducirme a las respuestas. Tengo más posibilidades, si lo hago a mi manera.
– Me estás dando pánico. ¿Qué estás tramando?
– Ha surgido algo, y tengo que investigarlo.
– Sola, no, ¡maldita sea!
– No estoy sola.
– Eso es aun peor. Quiero nombres, dónde te encuentras y el motivo de que estés siendo tan condenadamente reservada.
¿Cuánto le podía contar? Eve se vería obligada a contárselo a Joe, y Joe era un poli que se debía a su placa. De acuerdo, le contaría lo suficiente para que dejara de preocuparse, pero sin detalles.
– Quizá pueda averiguar quién contrato a Leonard, y dónde está.
– ¿Cómo?
– Creo que conozco a alguien que está familiarizado con todo el asunto.
– Jane.
– Lo sé. Lo sé. Y lo siento. Debe ser frustrante escucharme refunfuñar y escoger mis palabras cuando…
– ¿Quién está contigo?
Jane guardó silencio durante un instante. Bueno, ¡qué carajo!
– Trevor.
– ¡Mierda!
– Deberías sentirte mejor. Sabes que Trevor sabe lo que se hace.
– Es un funámbulo genial, pero eso no significa que sobrevivas, si le sigues.
– No lo estoy siguiendo. Sólo voy a averiguar… -Se interrumpió-. Os volveré a llamar en cuanto lleguemos a donde vamos. No te preocupes, Eve. No estoy haciendo ninguna tontería. Soy muy cuidadosa.
– Esa palabra no existe en el vocabulario de Trevor. Quiero hablar con él.
– Está ocupado. Te telefonearé dentro de seis o siete horas. Ahora me tengo que ir. -Cortó la comunicación.
– Entiendo que ella no considera a Trevor una compañía apropiada -dijo Bartlett-. Realmente no puedo decir que la culpe.
– Ni yo. -Jane se sentó y se abrochó el cinturón de seguridad-. Muy bien, empieza a tranquilizarme, Bartlett. En primer lugar, dime por qué sigues con Trevor.
Él sonrió.
– Me prometió que conseguiría suficiente dinero para retirarme a las islas de los Mares del Sur.
– Aborrecerías vivir en una isla. Eres un urbanícola consumado.
Bartlett asintió con la cabeza.
– Era sólo una excusa. Me gusta la vida que llevo con Trevor. Ser contable en Londres no era muy excitante.
– ¿Y ser un delincuente lo es?
– No soy un delincuente. -Reflexionó sobre ello-. O quizá lo sea, pero no lo parece. Sólo sigo por ahí a Trevor y hago algunas cosas que me pide que haga. Como es natural, eso probablemente me convierta en cómplice, aunque en realidad no hago nada malo, tal y como yo lo veo. No le hago daño a nadie.
El avión empezó a avanzar por la pista, y Jane tuvo un instante de pánico. Tranquila. Había tomado su decisión.
– ¿Y qué pasa con ese tal Brenner? Supongo que él tampoco hace nada malo.
Bartlett sonrió.
– Tendrás que preguntárselo a Brenner. Es australiano. En apariencia no es en absoluto letal. Pero no habla de lo que hace para Trevor, y sospecho que en su época fue un chico muy malo.
– Como Trevor. Tal para cual.
– Tal vez. Tengo entendido que hace años sirvieron juntos como mercenarios en Colombia.
– ¿Eso hicieron? -Su mirada se dirigió rápidamente hacia la puerta de la cabina del piloto-. Interesante.
– Me pareció revelador. Actualmente Trevor tiene dificultades para acercarse a la gente, aunque es evidente que era más abierto de joven.
– ¿Abierto? -Jane negó con la cabeza-. No Trevor.
– ¿He escogido la palabra equivocada? -Bartlett meditó al respecto-. No, creo que estoy…
– ¿Cómo estás? -Un hombre alto de uno treinta y tantos años y el pelo rubio rojizo estaba parado en la puerta de la cabina del piloto-. Soy Sam Brenner, y no he podido resistir la tentación de venir y echarte un buen vistazo. Preséntanos, Bartlett.
– Jane MacGuire -dijo Bartlett-. Y me sorprende que Trevor decidiera dejarla expuesta a ti, Brenner.
– Lo convencí de que sería mejor para ella conocer tanto lo mejor como lo peor de la situación. Ve delante y haz compañía a Trevor, ¿te importa, amigo?
Bartlett le echó una mirada a Jane.
– Depende de ti.
Jane estaba escudriñando la cara de Brenner. Estaba muy moreno, y tenía los ojos más azules que ella hubiera visto jamás. Su cara era demasiado larga y la nariz y la boca demasiado grandes para ser guapo, pero sus cejas dibujaban un arco casi de sátiro.
Brenner sonrió, y su acento australiano se hizo aun más marcado cuando preguntó:
– ¿He pasado la inspección?
– No, hasta que me digas quién está pilotando el avión.
El australiano se rió entre dientes.
– Trevor. No es tan buen piloto como yo, pero es aceptable, y quería tener algo que hacer que le permitiera evitarte. Pero yo no estaba dispuesto a quedarme sentado en el asiento del copiloto jugueteando con mis pulgares, cuando podía venir aquí atrás y satisfacer mi curiosidad sobre ti.
– ¿Curiosidad?
– Supongo que aquí no hago falta. -Bartlett se levantó y se dirigió a la cabina del piloto-. Volveré y te traeré algo de comer un poco más tarde.
– Hazlo. -Brenner se dejó caer en el asiento que Bartlett había dejado vacío-. Avísame si Trevor se aburre.
– Estoy seguro de que te lo hará saber -dijo Bartlett secamente-. Y vendrá aquí aun más rápidamente, si piensa que estás molestando a Jane.
– Discrepo. -Brenner estiró las piernas por delante de él-. Creo que Trevor decidió que era hora de iniciar la fase dos. A ti te correspondía tranquilizarla y hacer que se pusiera cómoda, y yo estoy aquí para permitir que la dama me investigue y me intimide en general. Él sabe que carezco de discreción.
– ¿Curiosidad? -repitió ella cuando la puerta se cerró detrás de Bartlett.