Выбрать главу

Y el chaval sólo tenía dieciocho años, ¡maldición!

Así que tenía que sacarlo de allí, llevarlo de vuelta a su habitación y conseguir que se despejara lo suficiente para meterle algo de sentido común en la mollera.

Abrió la puerta, y el ruido, el olor a cerveza y el tumulto la agredieron de inmediato. Escudriñó el local, y al final localizó a Mike y a su compañero de habitación, Paul Donnell, en una mesa al otro lado del bar. Avanzó con rapidez hacia ellos. De lejos, Paul parecía sobrio, pero era evidente que Mike tenía una tajada soberana. Apenas era capaz de mantenerse sentado en la silla.

– Jane. -Paul se levantó-. Esto sí que es una sorpresa. Creía que no ibas de bares.

– Y no voy. -Y para Paul no era ninguna sorpresa. Le había telefoneado hacía treinta minutos para decirle que Mike estaba deprimido y en vías de acabar como una cuba. Pero si quería proteger su relación con Mike fingiendo que él no le había dicho nada, por ella no había inconveniente. Nunca le había importado mucho Paul. Tenía demasiada labia y era demasiado frío para su gusto, aunque era evidente que estaba preocupado por Mike-. Excepto cuando Mike se comporta como un idiota. Vamos, Mike, salgamos de aquí.

Mike levantó la vista hacia ella medio adormilado.

– No puedo. Sigo lo bastante sobrio para pensar.

– Apenas. -Jane lanzó una mirada a Paul-. Paga la cuenta, y me reúno contigo en la puerta.

– No voy a ir -dijo Mike-. Estoy feliz aquí. Si consigo beber una cerveza más, Paul prometió cacarear como un gallo. Un gallo rojo…

Paul arqueó las cejas y miró a Jane.

– Lamento hacerte pasar por esto. Como sólo llevamos compartiendo cuarto unos cuantos meses, a mí no me escucha. Pero siempre está hablando de ti; pensé que no te importaría si…

– No pasa nada. Estoy acostumbrada. Nos criamos juntos, y he estado cuidando de él desde que tenía seis años.

– ¿No sois parientes?

Ella negó con la cabeza.

– A él lo adoptó la madre de la mujer que me recogió y me crió. Es un chico encantador cuando no se siente tan condenadamente inseguro, pero hay ocasiones en que me gustaría sacudirle.

– Sé indulgente con él. Padece un caso severo de nerviosismo. -Paul se dirigió hacia la barra-. Pagaré la cuenta.

¿Indulgente con él? Si Ron y Sandra Fitzgerald no hubieran sido tan indulgentes con Mike, éste no habría olvidado lo que había aprendido en Luther Street y estaría más capacitado para enfrentarse al mundo real, pensó Jane con exasperación.

– ¿Estás furiosa conmigo? -preguntó Mike con aire taciturno-. No te enfades conmigo, Jane.

– Por supuesto que estoy furiosa… -Él la estaba mirando como un cachorro maltratado, y no pudo terminar-. Mike, ¿por qué te estás haciendo esto?

– Estás enfadada conmigo. Decepcionada.

– Escúchame. No estoy decepcionada. Porque sé que lo harás estupendamente en cuanto logres superar esto. Venga, salgamos de aquí y vayamos a algún lugar donde podamos hablar.

– Hablemos aquí. Te invitaré a una copa.

– Mike. No quiero… -Era inútil. La persuasión estaba fracasando. Tenía que sacarlo de allí de la forma que pudiera-. Levántate. -Jane dio un paso hacia la mesa-. Ahora. O te cogeré como un bombero y te sacaré de aquí sobre mis hombros. Sabes que puedo hacerlo, Mike.

Mike la miró de hito en hito, horrorizado.

– No me harías eso. Se reirían todos de mí.

– Me trae sin cuidado que todos esos perdedores se rían de ti. Deberían estar estudiando para sus exámenes, en lugar de poner en maceración sus cerebros. Igual que tú.

– No importa. -Mike meneó tristemente la cabeza-. Catearé de todos modos. Nunca debí haber venido aquí. Ron y Sandra se equivocaron. Jamás podré graduarme en una de las mejores universidades del país.

– La universidad jamás te habría aceptado, si no hubieran creído que podías conseguirlo. Lo hiciste muy bien en el instituto. Esto no es diferente, si te esfuerzas. -Jane suspiró cuando se dio cuenta de que no conseguía llegar a él a través de aquella bruma alcohólica-. Hablaremos después. Ponte de pie.

– No.

– Mike. -Se inclinó para poder mirarlo directamente a los ojos-. Le prometí a Sandra que cuidaría de ti. Eso implica no permitir que empieces tu primer año como un borrachín o que acabes en la cárcel por beber sin tener edad. ¿Y mantengo mis promesas?

Él asintió con la cabeza.

– Pero no deberías haber prometido… Ya no soy un niño.

– Entonces, no actúes como si lo fueras. Tienes dos minutos más antes de que te haga parecer el gilipollas que estás siendo.

Mike abrió los ojos desmesuradamente con inquietud, y se levantó de un salto.

– ¡Maldita seas, Jane! No soy…

– Cállate. -Jane lo cogió del brazo y lo empujó hacia la puerta-. No me siento muy cariñosa contigo en estos momentos. Mañana tengo un examen final, y tendré que estudiar hasta el amanecer para recuperar este tiempo.

– ¿Por qué? -preguntó Mike con tristeza-. Sacarías un sobresaliente de todas las maneras. Algunas personas lo hacen. Otras, no.

– Eso son chorradas. Y una excusa bastante lastimosa para comportarse como un vago.

Mike negó con la cabeza.

– Paul y yo hablamos de ello. No es justo. Tú lo tienes todo. Dentro de unos meses habrás terminado la carrera con matrícula de honor, y harás que Eve y Joe se sientan orgullosos. Yo tendré suerte si consigo llegar a ser el último de mi clase.

– Deja de lloriquear. -Abrió la puerta y lo empujó fuera del bar-. Ni siquiera llegarás a terminar el primer trimestre, si no entras en vereda.

– Eso es lo que dijo Paul.

– Entonces, deberías prestar más atención. -Jane vio a Paul parado en la acera y le preguntó-. ¿Dónde tiene aparcado el coche?

– En el callejón, a la vuelta de la esquina. Cuando llegamos, estaban ocupadas todas las plazas de aparcamiento. ¿Necesitas ayuda con él?

– No, si es capaz de caminar -dijo Jane con gravedad-. Espero que le quitaras las llaves del coche.

– ¿Qué clase de amigo sería si no lo hiciera? -Se metió la mano en el bolsillo y le entregó las llaves-. ¿Quieres que lleve tu coche de vuelta a la facultad?

Jane asintió con la cabeza, sacó las llaves del bolso y se las entregó.

– Está dos manzanas más allá. Un Toyota Corolla marrón.

– Se buscó dos trabajos y se lo compró ella. -Mike meneó la cabeza-. La maravillosa y genial Jane. Es la estrella. ¿No te lo he contado, Paul? Todo el mundo está orgulloso de Jane…

– Vamos. -Ella lo agarró del brazo-. Ya te mostraré lo maravillosa que soy. Tendrás suerte si no te noqueo antes de que lleguemos a la residencia. Nos vemos allí, Paul.

– De acuerdo. -Paul giró en redondo y se alejó por la calle.

– La maravillosa Jane…

– Cállate. No voy a permitir que me culpes a mí de tu falta de determinación. Te ayudaré, pero tú eres el responsable de tu vida, como yo lo soy de la mía.

– Eso ya lo sé.

– Ahora mismo no sabes nada de nada. Escucha, Mike, los dos nos criamos en la calle, pero tuvimos suerte. Se nos ha dado la oportunidad de levantarnos.

– No soy lo bastante inteligente. Paul tiene razón…

– Estás hecho un auténtico lío. -El callejón se abría poco más adelante. Cerró la mano con fuerza sobre la llave para pulsar el botón de apertura y empujó a Mike hacia su Saturn-. Ni siquiera eres capaz de recordar lo que…

Una sombra. Saltando hacia delante. Los brazos levantados.

Empujó instintivamente a Mike hacia un lado y se agachó.

¡Qué dolor!

En el hombro, no en la cabeza, adonde iba dirigido el golpe.

Giró en redondo y le dio una patada en el estómago.