– Manning, y este es el sargento Fox. Como es natural, tenemos que hacerle algunas preguntas a la señorita. Lo entiende, ¿verdad?
– Lo que entiendo es que la van a dejar tranquila ahora misma. No está bajo sospecha, ¿verdad?
Manning negó con la cabeza.
– Si fue ella quien le disparó, entonces se tomó muchísimas molestias para mantenerlo vivo después.
– Ella lo ha estado protegiendo toda su vida. Es imposible que le disparara. Denle la oportunidad de que se recupere, y ya colaborará más tarde.
– Eso nos has dicho -respondió Manning-. Estábamos a punto de irnos cuando llegó. Sólo hacemos nuestro trabajo.
Jane estaba cansada de tratar con ellos.
– ¿Dónde está Eve, Joe? ¿Y cómo has llegado aquí tan pronto?
– Alquilé un reactor en cuanto llamaste, y Eve y yo nos adelantamos. Sandra viene en avión desde Nueva Orleáns, donde estaba pasando las vacaciones. Eve se ha quedado en el aeropuerto a esperar su vuelo y traerla hasta aquí. Sandra casi se ha derrumbado.
– Le prometí que cuidaría de él. -Jane sintió el escozor de las lágrimas en los ojos-. Y no lo hice, Joe. No sé lo que ocurrió. Todo salió mal.
– Hiciste todo lo que pudiste.
– No me digas eso. No lo hice.
– De acuerdo, aunque Sandra no tenía ningún derecho a endilgarte ese tipo de responsabilidad.
– Es la madre de Eve. Quiere a Mike. ¡Joder!, yo quiero a Mike. Lo habría hecho de todas las maneras.
– Esperaremos en el vestíbulo -dijo el sargento Fox-. Siempre que esté preparada para hacer una declaración, señorita MacGuire.
– Esperen un minuto. Iré con ustedes -dijo Joe-. Quiero hablar con ustedes sobre la investigación. -Se volvió hacia Jane-. Vuelvo enseguida. Sólo quiero ponerme al día, y luego volveré al mostrador de las enfermeras y veré si puede conseguir más información sobre Mike.
– Iré contigo.
Joe negó con la cabeza.
– Estás alterada, y se nota. Contigo se andarán con pies de plomo. Déjamelo a mí. Enseguida vuelvo contigo.
– No quiero sentarme… -Jane se detuvo. Joe tenía razón. Se secó las mejillas húmedas con el dorso de la mano. No podía evitar llorar, ¡mierda!-. Date prisa, Joe.
– Me la daré. -Le rozó la frente con los labios-. No hiciste nada malo, Jane.
– No es cierto -respondió ella con voz trémula-. No lo salvé. Nada podría ser peor que eso.
Capítulo 2
Bueno, ¿qué saben de esos hijos de puta? -preguntó Joe en cuanto salió de la sala-. ¿Algún testigo que los viera largarse de aquel callejón?
Manning negó con la cabeza.
– Todavía no ha aparecido nadie. Ni siquiera estamos seguros de que no fueran más de dos hombres.
– Fantástico.
– Mire, hacemos todo lo que podemos. Esta es una ciudad universitaria, y vamos a tener a todos los padres de todos los alumnos pegados al culo en cuanto se enteren de esto.
– Eso es lo que deberían hacer.
– La señorita MacGuire se ofreció a hacernos un retrato de la cara de uno de los agresores. ¿Será de fiar?
Joe asintió con la cabeza de manera cortante.
– Si ella lo vio, les será de utilidad. Es condenadamente buena.
Fox levantó una ceja.
– ¿No estará siendo parcial?
– Decididamente. Hasta el tuétano. Pero sigue siendo verdad. La he visto hacer retratos de gente a la que había visto sólo un instante mientras estaba sometida a una presión extrema, y eran absolutamente correctos hasta el último detalle.
– El motivo parece algo oscuro. ¿Tiene usted tanto dinero como para tentar a cualquiera a cometer un secuestro?
– No soy un Rockefeller ni un Dupont, pero tengo una situación desahogada. -Se encogió de hombros-. ¿Quién cono sabe cuánto dinero sería necesario para eso? He conocido drogadictos que le habrían cortado el cuello a su madre por diez pavos. -Miró su reloj. Eve debería estar ya en camino con su madre. ¡Dios!, había confiado en tener algo que decirles-. ¿Qué hay de las huellas de neumáticos? ¿Algún indicio de ADN?
– La policía científica va a examinar el callejón con lupa. -Manning miró por encima del hombro hacia la sala de espera-. Es una chica dura.
– Puede apostar a que sí. -Dura, leal, cariñosa, y ¡mierda!, ya había tenido suficientes problemas en su vida sin necesidad de que le ocurriera aquello.
– ¿La adoptaron?
Joe asintió con la cabeza.
– Lleva con nosotros desde que tenía diez años. Antes de eso estuvo en una docena de establecimientos de acogida, y prácticamente se crió en las calles.
– Pero ha llevado una vida desahogada desde que está con ustedes.
– Siempre que llame vida desahogada a trabajar cada hora que tenía libre para pagarse la universidad. Jane no coge nada que no pueda pagar.
– Ojalá pudiera decir eso de mi hijo. -Fox tenía la frente arrugada-. Ella me resulta… familiar. Me recuerda a alguien. Tiene un nosequé en la cara…
¡Oh, joder!, ya volvía a salir aquello de nuevo.
– Tiene razón. Es condenadamente guapa. -Joe cambió de tema-. Lo cual nos lleva de nuevo a otro posible motivo-. ¿Violación? ¿Trata de blancas?
– Estamos comprobando con los de antivicio todos los informes…
– ¡Mierda! -Las puertas del ascensor se abrieron, y Joe vio salir a Eve y a Sandra-. Miren, ahí está la madre de Mike Fitzgerald. Tengo que llevarla a ella y a Eve con Jane. Pero le prometí a la chica noticias sobre Mike. ¿Serían tan amables de intentar sonsacar a unas de esas enfermeras, a ver si hay alguna novedad?
– Claro. Lo haré -dijo Manning mientras empezaba a andar H por el pasillo-. Vuelva y ocúpese de su familia.
– Gallito bastardo. Durante un minuto tuve la sensación de estar siendo sometido a un interrogatorio. No sé si yo podría mantener la cabeza en la investigación, si mi familia estuviera involucrada -dijo Manning mientras se dirigían a la sala de enfermeras-. Y no cabe duda de que se preocupa por la chica.
– Sí. -Fox seguía con el entrecejo arrugado, pensando-. Protector de cojones. ¿Quién dijiste qué…? -De repente chasqueó los dedos-. ¡Eve Duncan!
– ¿Qué?
– Ella dijo que vivía con Eve Duncan.
– ¿Y?.
– Qué ya sé a quién me recuerda la chica.
– ¿Duncan?
– No, hace un año vi un programa en el Discovery Channel sobre una de las reconstrucciones que Duncan hizo de una actriz enterrada en las ruinas de Herculano hace dos mil años. Al menos se suponía que era ella, aunque había una especie de gran investigación relacionada con… -Meneó la cabeza-. No soy capaz de acordarme. Tendré que volver y comprobarlo. Todo lo que recuerdo es que en su momento hubo un gran revuelo.
– Te estás yendo por las ramas. ¿A quién te recuerda Jane MacGuire?
Manning le lanzó una mirada de sorpresa.
– No me estoy yendo por las ramas. Era la reconstrucción. Es idéntica a aquella mujer de la que se suponía que Eve Duncan estaba haciendo la reconstrucción. -Titubeó, intentando recordar un nombre-. Cira.
Cira.
El nombre hizo que Manning también se acordara. Le vino un vago recuerdo de una estatua y su reconstrucción, puestas una al lado de la otra, en un periódico.
– Qué conveniente. Puede entonces que Duncan no sea tan buena en su trabajo como ella… -Se interrumpió cuando la puerta del quirófano se abrió y dos médicos vestidos de verde salieron con aire resuelto-. Parece que quizá no tengamos que sonsacar a nadie. La operación debe de haber terminado.
Cuando Joe, Eve y Sandra entraron en la sala de espera, Jane pensó que Sandra tenía un aspecto espantoso. Demacrada, pálida y veinte años más vieja que cuando la había visto hacía un mes.
– No lo entiendo. -Sandra se quedó mirando a Jane de forma acusadora-. ¿Qué sucedió?