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– ¿Está bastante cerca ese punto de control?

– Hay suficiente potencia de fuego para derribar las dos primeras torres. Después de eso, toda la planta saltará por los aires.

– ¿Está seguro?

– Estoy seguro.

Johnson observó con aire pensativo las dos chimeneas.

– Reilly me dijo que la radiación borraría del mapa a Illinois y a Missouri. ¿Es correcto eso?

– Correcto. Y probablemente más que eso.

– Ha de merecer la pena, ¿sabe?

– Le aseguro que lo…

– Si no, Reilly me lo dirá. Dijo que me llamaría.

– Entonces, estoy seguro de que lo hará.

– ¿Le importa si me voy al motel ahora? Reilly me digo que me fuera al motel y me quedara allí.

Grozak arrancó el motor.

– Pensé que debía ver…

– Quería ver si me asustaba. -Johnson lo observaba sin mostrar ninguna emoción-. No tengo miedo. Reilly me enseñó a controlar el miedo. No puedes tener miedo y ganar. Y ganaré, y todos esos bastardos y sanguijuelas perderán. -Se recostó en el asiento y cerró los ojos-. Sólo asegúrese de que esa carga explosiva haga su trabajo.

Tres días

– No enciendas el motor -dijo Jock en voz baja cuando Jane entró en el coche-. Quita el freno, y yo lo empujaré hasta el camino. Puede que pongamos suficiente distancia para que no nos oigan.

– No hay muchas posibilidades. -La noche era tranquila y glacial, así que su aliento salía en vaharadas con cada palabra-. Podemos intentarlo. -Soltó el freno de mano-. Vamos.

No tuvo que decírselo dos veces. Jane sintió que el coche se movía lentamente sobre el hielo que había bajo los neumáticos mientras Jock lo empujaba con cuidado y esfuerzo hacia el camino.

Ninguna señal de agitación en el chalé.

Jane mantenía la esperanza a medias de que alguien los oyera. Quizá, si lo hicieran, Jock renunciara a la idea de…

Llegaron al camino de grava.

Jock estaba jadeando cuando se metió de un salto en el asiento del acompañante, al lado de Jane.

– No aceleres. Despacio. Muy despacio.

El crujido de la grava bajo los neumáticos recordaba al sonido de una pistola infantil de perdigones.

Ninguna señal de vida en el chalé.

¿O sí?

Sí, una luz en una ventana.

– ¡Vamos! -dijo Jock-. Entra en la autovía, pero sal en la primera salida. Esperarán que nos quedemos en ella. Cogeremos otra autovía más tarde.

El móvil de Jane sonó.

Echó una ojeada a Jock y pulsó el botón.

– ¿Qué demonios estás haciendo? -preguntó Trevor-. ¿Y dónde está Jock?

– Sentado a mi lado. -La autovía estaba justo delante de ellos-. Te dejé una nota.

– Vuelve.

– Lee la nota. -Jane entró en la autovía-. Lo siento, Trevor. -Colgó el teléfono.

– Yo también lo siento -dijo Jock con delicadeza mientras alargaba la mano para coger el teléfono-. Quiero confiar en ti, Jane. Te prometo que te devolveré el teléfono cuando lleguemos hasta Reilly.

Ella le puso el teléfono en la mano lentamente. La entrega la hizo sentir muy vulnerable.

– Gracias. -Jock desconectó la alarma y se metió el móvil en el bolsillo de la chaqueta-. Ahora, sal en la siguiente salida.

– ¡Condenada mujer! -La expresión de Mario era tan violenta como el tono de su voz-. Me ha estado engañando.

– Cuida tus palabras -dijo Trevor-. Leíste la nota. Jock no le dejó muchas alternativas. Dijo que nos haría saber algo en cuando haya comprobado la localización de Reilly.

– Siempre hay una alternativa -dijo MacDuff. Alargó la mano para coger el teléfono-. Debería haber acudido a mí. Yo habría conseguido que Jock escupiese todo lo que sabía.

– ¿Qué está haciendo? -preguntó Trevor.

– Pidiendo que un coche de alquiler me recoja y me lleve al aeropuerto. Ella dijo que Idaho. Me voy a Idaho.

– ¡Nos vamos a Idaho! -dijo Trevor.

– ¿Por qué no vamos sencillamente tras ellos? -terció Mario con impaciencia-. Quizá podríamos interceptarlos antes de que encuentren a Reilly. Y puede que Jock le mintiera e intente cambiar de destino en cuanto estén en la carretera.

– Jock llegó a un acuerdo con ella -dijo MacDuff-. Y dudo que en este preciso instante sea capaz de cualquier engaño complicado.

– ¿O sí lo es? -preguntó Trevor a Mario-. Tú has pasado mucho tiempo con él.

Mario pensó en ello, y entonces negó lentamente con la cabeza.

– No para de entrar y salir. A veces parece normal, y en otros momentos está como en una especie de bruma.

– Entonces es Idaho. -Trevor cogió la bolsa de lona y empezó a meter su ropa dentro-. Salgamos de aquí a toda pastilla.

* * *

Capítulo 19

Dos días

– Deberíamos parar a coger gasolina -dijo Jane-. Hay un área de servicio para camiones un poco más adelante. Suelen dar bien de comer en sus restaurantes.

– Sí. -Jock echó un vistazo a la gasolinera brillantemente iluminada-. Y un café muy bueno. -Sonrió-. Es extraño lo bien que recuerdo las cosas pequeñas, y los problemas que tengo con las importantes. De una manera u otra se me deben de escapar por los pelos.

– ¿Cuánto tiempo estuviste con Reilly?

– Es difícil de recordar. Los días se me mezclan. -Arrugó la frente pensativamente-. Tal vez… un año, dieciocho meses…

– Eso es mucho tiempo. -Jane entró en la gasolinera-. Y eras bastante joven.

– No lo pensaba así en su momento. Creía que era lo bastante mayor para hacer cualquier cosa, para ser cualquier cosa. Era un gallito. Muy gallito. Por eso no tuve problemas en aceptar el trabajo que Reilly me ofreció. No podía imaginarme que pudiera equivocarme. -Hizo una mueca-. Pero Reilly me lo demostró, ¿verdad?

– Se supone que Reilly es muy bueno en lo que hace. -Jane salió del coche-. Echaré la gasolina. Entra y trae café para los dos. Va a ser un viaje muy largo.

– No cojas demasiada. -Jock salió del coche-. Sólo lo suficiente para llegar a la siguiente ciudad.

– ¿Qué?

– Tenemos que abandonar este coche y alquilar otro. El señor estará haciendo averiguaciones para conseguir la matrícula de éste.

– Muy astuto por tu parte.

Jock meneó la cabeza.

– Adiestramiento. Nunca te quedes en el mismo coche de alquiler durante mucho tiempo. -Sonrió socarronamente-. A Reilly no le gustaría, y eso significaba castigo.

– ¿Qué clase de castigo?

Jock se encogió de hombros.

– No me acuerdo.

– Creo que sí te acuerdas. Creo que te acuerdas de más de lo que me dices. Siempre que no quieres contestar, lo «olvidas» convenientemente.

Jock la miró con preocupación.

– Lo siento. No lo recuerdo -repitió-. Traeré el café.

Jane no volvió a hablar hasta que estuvieron de nuevo en la carretera.

– No era mi intención hacerte sentir incómodo. Supongo que estoy un poco nerviosa. Nos estamos acercando tanto. ¿Estás seguro de que sabes dónde se encuentra Reilly?

– Todo lo seguro que puedo estar. -Jock se llevó el café a los labios-. Iremos al lugar donde me entrenó. Él estaba tan seguro de que no incumpliría mi entrenamiento básico, que apostaría a que nunca lo ha abandonado. Sería admitir el fracaso, y el ego de Reilly no se permitiría tal cosa.

– ¿Y si estás equivocado?

– Tengo algunos lugares más donde buscar que él ignora que conozco.

– ¿Y cómo lograste saberlo?

– Yo no logré nada. Esa no era una opción en aquel tiempo. Su ama de llaves, Kim Chan, dejaba caer la información sobre esos lugares entre entrenamiento y entrenamiento conmigo.

– ¿Qué clase de entrenamiento?

– Sexual. El sexo es una fuerza motivadora. Reilly utilizaba el sexo, junto con todo lo demás, para mantener el control. Y Kim era una mujer muy versada en todo tipo de dolor sexual. Lo disfrutaba.