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– ¿Y?

– Aldo desarrolló la misma obsesión. No podía soportar dejar viva ninguna mujer que guardara el menor parecido con la estatua de Cira que poseía su padre. Las perseguía y les fileteaba la cara antes de matarlas.

– Bastardo sanguinario. ¿Y dices que Jane MacGuire se parece a esa tal Cira?

Fox asintió con la cabeza.

– Es clavada. Esa es la razón de que se convirtiera en blanco.

– ¿La acechó?

– Sí. Aunque Eve Duncan y Quinn consiguieron cambiar las tornas para él. Le tendieron una trampa en los túneles que discurren bajo Herculano. Duncan reconstruyó la cara de una de las calaveras que los científicos encontraron en el puerto de Herculano, e hicieron correr la voz de que se trataba de la cabeza de Cira. No lo era, por supuesto. Era una falsificación deliberada hecha por Duncan. La verdadera cabeza no se parecía en nada a Cira. Aunque la combinación de la cabeza y la presencia de Jane MacGuire hizo que Aldo se acercara lo suficiente para que pudieran eliminarlo.

– ¿Está muerto?

– Y bien muerto. Como su padre.

– ¿Algún pariente que pudiera querer vengarse?

– ¿No lo habría intentado antes de ahora? Han pasado cuatro años.

Manning arrugó el entrecejo.

– Quizá. -Estaba leyendo el artículo. Todo cuadraba con lo descrito por Fox, pero había una frase que le intrigaba-. Dices que Duncan, Quinn, la chica y un tal Mark Trevor estaban en el lugar. ¿Quién es Mark Trevor?

Fox negó con la cabeza.

– He tenido acceso a otro par de artículos más, y alguno lo menciona. Ninguna de las demás personas presentes en aquel túnel hizo ningún comentario acerca de él. Es evidente que estuvo en el lugar, pero lo abandonó antes de que tanto la policía como los medios de comunicación lo entrevistaran. Un artículo señala que había indicios de que tuviera un pasado delictivo.

– ¿Y sin embargo Quinn lo estaba protegiendo por algún motivo?

– No diría eso. Simplemente, no habló de él.

– Pero si Trevor estuviera implicado en el asesinato de Fitzgerald, no entiendo que Quinn no nos lo ofreciera. Es muy protector con la chica. ¿Hay algún antecedente de Trevor?

– Puede.

– ¿A qué te refieres? O lo hay o no lo hay.

– Parece que no puedo acceder a la base de datos adecuada. Me rechaza.

– Eso es una locura. Sigue intentándolo.

Fox asintió con la cabeza mientras volvía a darle la vuelta al ordenador portátil para ponérselo frente a él.

– Pero has dicho que no crees que Quinn fuera a proteger a Trevor, si sospechara de él. ¿Por qué malgastar el tiempo?

– Porque siempre existe la posibilidad de que Quinn pudiera querer dejarnos fuera de esto y rebanarle el cuello a Trevor él mismo.

– Es un poli, ¡por amor de Dios! No haría tal cosa.

– ¿No? ¿Cómo te sentirías tú, si fuera tu hijo, Fox?

Lake Cottage

Atlanta, Georgia

– ¿Qué estás haciendo aquí fuera en el porche en mitad de la noche? -preguntó Eve mientras subía los escalones.

– No podía dormir. -Jane empujó a un lado a su perro, Toby, para hacerle sitio a Eve en el escalón superior-. Pensé que te quedarías con Sandra en su piso.

– Eso tenía previsto, pero apareció Ron y sentí que estaba de más. Puede que estén divorciados, pero los dos querían a Mike. Me alegra que esté allí por ella.

Jane asintió con la cabeza.

– Me acuerdo de todas las excursiones de pesca a las que llevó a Mike cuando era niño. ¿Va a ir mañana al funeral?

– Hoy -le corrigió Eve-. Probablemente. ¿Se ha acostado Joe?

– Sí. Él tampoco te esperaba. Deberías dormir algo. Va a ser un día complicado. -Miró hacia el lago-. Un día de pesadilla.

– También para ti. Ha sido una pesadilla desde que te reuniste con Mike en aquel bar. -Hizo una pausa-. ¿Sigues teniendo esos sueños con Cira?

Jane se volvió para mirarla, sobresaltada.

– ¿Qué? ¿De dónde sale eso?

Eve se encogió de hombros.

– Pesadillas. Se me ocurrió de repente.

– ¿Ahora? Han pasado cuatro años, y jamás has mencionado nada al respecto.

– Eso no significa que no haya pensado en ello, Jane. Se me ocurrió que sería mejor que olvidáramos todo lo relacionado con aquella época.

– Eso no es fácil de conseguir.

– Por supuesto -dijo Eve con sequedad-. Ya has participado en tres viajes de estudio arqueológicos a Herculano desde que entraste en Harvard.

Jane acarició cariñosamente la cabeza de Toby.

– Nunca me has preguntado por ello.

– Habría sido darle demasiada importancia a algo que quería que borraras de tu memoria. Lo cual no impedía que lo odiara. No quería que desperdiciaras tu juventud persiguiendo una obsesión.

– Eso no es una obse… Bueno, tal vez lo sea. Sólo sé que tengo que informarme sobre Cira. Tengo que saber si estaba viva o murió cuando el volcán entró en erupción.

– ¿Por qué? Eso ocurrió hace dos mil años, ¡caray!

– Sabes por qué. Tenía mi rostro. O yo tengo el suyo. Lo que sea.

– Y estuviste soñando con ella durante semanas, antes de que realmente supieras que existió.

– Probablemente lo leyera en algún sitio.

– Pero no has podido verificarlo.

– Eso no significa que no ocurriera. -Jane torció el gesto-. Esa explicación me gusta más que cualquiera de esas extravagantes gilipolleces sobre videncias.

– No me has respondido. ¿Has soñado con ella?

– No. ¿Satisfecha?

– A medias. -Eve guardó silencio durante un instante-. ¿Has estado en contacto con Mark Trevor?

– ¿Qué es esto? ¿El adivina adivinanza?

– Soy yo, que te quiero y me aseguro de que estés bien.

– Estoy bien. Y no he hablado con Trevor desde aquella noche que se fue de Nápoles hace cuatro años.

– Pensé que podrías haberte tropezado con él en una de esas excavaciones.

– Él jamás se rebajaría a ensuciarse las manos con los estudiantes en prácticas de campo. Sabe donde están enterrados esos pergaminos, ¡maldita sea! -Trevor había estado involucrado en el contrabando de objetos de la antigua Roma cuando un profesor de dudosa reputación especializado en el mundo antiguo, y su hijo, Aldo, se pusieron en contacto con él. Los tres descubrieron una biblioteca en un túnel que partía de la villa de Julius Precebio, uno de los ciudadanos importantes de la antigua ciudad. Resultó que la biblioteca albergaba una cierta cantidad de tubos de bronce conteniendo unos pergaminos de valor incalculable, los cuales se habían salvado de la corriente de lava que destruyó la villa. Muchos de los pergaminos estaban dedicados a describir a la amante de Julius, Cira, que había sido una estrella rutilante del teatro de Herculano. Aldo y su padre había volado el túnel para matar a todos los que tenían conocimiento de su ubicación, incluido Trevor. Pero éste había conseguido escapar-. Trevor fue el que camufló el sitio después del hundimiento. No quiere que nadie encuentre el túnel antes de que pueda volver y hacerse con aquel arcón de oro que Julius mencionaba en los pergaminos.

– Puede que ya lo haya encontrado.

– Puede. -Jane se había hecho la misma pregunta a menudo, pero había seguido buscando-. Pero tengo un presentimiento… No sé. Tengo que seguir buscando. ¡Caray!, debería ser yo quien encontrara esos pergaminos. Me lo merezco. Fui yo la que tuvo a aquel loco detrás de mí intentando filetearme la cara porque me parecía a Cira.