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– ¡Trevor! -Jane se incorporó cuando los recuerdos se agolparon en su cabeza.

Una explosión que sacudió la tierra.

Los árboles ardiendo.

Trevor. Tenía que ir a buscar a Trevor.

Giró los pies para apoyarlos en el suelo y se levantó como pudo.

– No. -Reilly la tiró de nuevo sobre el sofá de un empujón-. Probablemente tengas una conmoción, y no quiero que sufras más daños de los que tienes.

– Trevor. Está herido. Tengo que ir a ver si puedo ayudarlo.

– Está muerto. Y si no lo está, no tardará en estarlo. Está helando ahí fuera. La hipotermia es peligrosa para un hombre sano; un hombre herido no tiene ninguna posibilidad en absoluto.

– Deje que vaya a verlo por mí misma.

Reilly negó con la cabeza.

– Tenemos que irnos de aquí. Después de que aparecieras con Trevor, envié a mi hombre, Norton, a ver adonde se había ido Mario Donato. ¡Y quién lo iba decir!, encontró un cadáver. ¿Quién lo mató? ¿Trevor?

– No, yo.

– ¿De verdad? Interesante. Lo apruebo. Demuestra un carácter que rara vez se da en la mujer. Había algún cadáver más. ¿Obra tuya también?

Jane negó con la cabeza.

– Wickman. Probablemente lo haría Mario.

– Tenía el cuello roto. No creo que Donato pudiera matar de esa manera. Bueno, mi Jock era muy competente en esa clase de muertes. ¿Vino contigo?

– ¿Qué le dijo Donato?

– Nada acerca de Jock. Donato se estaba esforzando en prever todas las posibilidades. Sabía que no me complacería saber que había dejado que Jock llegara tan cerca y no habérmelo entregado.

– Estoy segura de que habría traicionado a cualquiera, si hubiera podido hacerlo.

– Yo también. ¿Está Jock ahí fuera ahora?

Jane no respondió.

– Tomaré eso como un sí. Eso arroja una nueva luz sobre la situación.

Jane cambió de tema.

– Déjeme ir a ver si Trevor está vivo. No podrá hacerle daño, si está herido.

– Pero tampoco puede ayudarme. Lo siento, ahora no puedo satisfacer tu curiosidad. Puede que la situación no tarde en ponerse un poco incómoda para mí. Aunque Trevor tal vez esté muerto, Mario Donato me dijo, cuando lo llamé, que MacDuff quizá estuviera dirigiéndose hacia aquí.

– ¿Tiene miedo de MacDuff?

– No seas absurda. Miedo, no. Sólo soy prudente. Aunque no le beneficiara en nada, MacDuff podría decidir avisar a las autoridades, si piensa que Jock corre peligro. Parece mostrarse muy protector con el muchacho.

– Alguien tiene que serlo. Usted casi le destroza la mente.

– Eso se lo hizo a sí mismo. Podría haber seguido durante años cumpliendo la función que le inculqué. Fue su rebeldía la que lo destrozó. -Se encogió de hombros-. En realidad me fío menos de Jock que de MacDuff. Jock es mi creación, y sé el daño que puede ocasionar. Por supuesto, si pudiera enfrentarme a él cara a la cara podría hacerle cambiar de opinión, aunque tal vez no fuera posible. Y no soy un hombre que corra riesgos.

– Corrió uno bastante grande cuando llegó a un acuerdo con Grozak. El Gobierno de Estados Unidos jamás habría parado de perseguirle, si hubiera llegado hasta el final.

Reilly levantó las cejas.

– Pero llegué hasta el final. Todos los hombres están preparados y cumplirán el deber que se les ha asignado en cuanto los llame y les diga que adelante.

Jane se lo quedó mirando horrorizada.

– Pero no tendría ningún sentido hacer eso. Grozak está muerto. Ya no tiene que cumplir con ningún acuerdo.

– Pero lo cumplo. Cuando Grozak empezó a protestar por el pago y Mario me ofreció sus servicios, me puse en contacto con algunos extremistas islámicos amigos. No tenía sentido dejar que un proyecto lucrativo se fuera al traste, si decidía dejar fuera de él a Grozak. El contingente de Oriente Medio se hará cargo de la operación y me proporcionarán toda la protección que necesite.

– Deberíamos irnos de aquí -dijo Kim mientras se levantaba-. Ya la tienes, ahora vayámonos.

– Kim es un poco impaciente -dijo Reilly-. Ha estado nerviosa desde que Jock se alejó de nosotros. Le dije que podía controlarlo, pero no me creyó.

– Tenía razón -dijo Kim-. Al final se liberó. Siempre supe que era más fuerte que los demás.

– No es una cuestión de fuerza. -Reilly parecía afligido-. ¿Cuántas veces tengo que decírtelo? Puedo controlar a cualquier sujeto con la cantidad adecuada de análisis y esfuerzo. No dispuse de tiempo suficiente para descubrir la pequeña debilidad que tenía o no se habría echado a perder.

– ¿Pequeña debilidad? -Jane lo miró fijamente con incredulidad-. ¿Negarse a matar niñas es una «pequeña debilidad»?

– Todo depende de cómo lo mire uno. -Reilly sonrió-. El mundo entero asciende o desciende dependiendo de la manera con que veamos los acontecimientos que ocurren a nuestro alrededor. Si hubiera tenido más tiempo, habría podido convencer a Jock de que matar a aquella niña lo habría convertido en un héroe.

– ¡Vaya por Dios!, esto es impresionante.

– Cira probablemente me habría admirado por ser capaz de controlar a los que me rodean. Era una manipuladora.

– Cira lo habría reconocido como el canalla que es y lo habría mandado a la mierda.

La sonrisa de Reilly se desvaneció.

– Es verdad que habría habido algunas disputas. Pero habría ganado yo. Siempre gano. -Se volvió a Kim-. Pídeme el helicóptero y empieza a recoger los informes personales. Luego, llama al campamento y di a todos los que estén allí que se dispersen de inmediato hasta que yo los llame. No los asustes; diles que es sólo por precaución.

Kim se dirigió a la puerta.

– ¿Adónde vamos?

– Primero a Canadá, y luego a Corea del Norte. Tengo contactos allí. Después, improvisaré. Esos terroristas religiosos son volubles. Preferiría tratar con ellos a distancia.

– Jamás podrá salirse con la suya -dijo Jane.

– Pero lo haré. No lo entiendes. Este es un mundo diferente, y las guerras también son diferentes. El hombre que puede controlar la mente y la voluntad, puede hacerlo todo. Los soldados en Iraq no tienen miedo al combate normal, pero sienten terror de un hombre que entre como si tal cosa en una tienda de mierda y se haga saltar por los aires. Un suicida con la documentación y cobertura adecuadas es la peor de todas las pesadillas. -Se dio unos golpecitos en el pecho-. Yo soy su peor pesadilla.

– La CIA lo atrapará antes de que salga del país.

Reilly meneó la cabeza.

– No lo creo.

– El helicóptero debería estar aquí dentro de cinco minutos. -Kim volvió a entrar en la habitación transportando un gran maletín-. Tengo todo los expedientes de material psicológico. ¿Debo recoger esos documentos históricos?

– No, yo mismo lo haré. Quiero enseñar mi colección a la señora.

– No tenemos tiempo de recoger todos esos objetos. Tendrás que dejarlos.

– No, cogeré las monedas y le diré a Norton que embale el resto y lo lleve al otro lado de la frontera para recogerlos. -Levantó la mano hacia Jane-. Acompáñame. Quiero que veas mi colección.

– No me interesa.

– Te interesará. Estarás muy interesada antes de que acabe contigo.

– No, no lo estaré. No podría hacerme nada. -Lo miró fijamente a los ojos-. Y no puede hacerme recordar algo que nunca supe. Está loco, si cree eso.

– Lo veremos. Cuanto más tiempo paso contigo, más impaciente estoy por empezar. -Abrió la puerta y le hizo un gesto para que entrara en la habitación-. Te va a resultar muy interesante. ¿Cuántas mujeres podrían haber conseguido matar a Mario Donato? Y en cuanto al oro, considera tu patrón de comportamiento en los últimos años. Estás absolutamente fascinada por Cira. Esas expediciones arqueológicas para excavar en Herculano, tu obsesión por los pergaminos… Te miras todos los días en el espejo y la ves. Puede que en lo más profundo quieras protegerla a ella y a su oro. Puede que sepas dónde está y seas una egoísta. O puede que hayas dado con la pista que nos puede conducir hasta él y no admitirlo ante ti misma. -Sonrió-. Pero con el tiempo suficiente puedo corregir eso. Puedo hacerlo casi todo. -Sus ojos brillaron de placer-. Y ahora empieza la diversión.