– No puedo hacerlo -dijo Jock-. Es demasiado tarde.
– Tú pusiste la maldita carga -dijo Trevor-. Ahora, altérala.
– No puede alterarla -dijo MacDuff mientras terminaba de poner un vendaje provisional en el hombro de Trevor-. Ya la ha activado. No había contado con estar aquí. Si se acerca a la plataforma de aterrizaje, saltará en pedacitos.
– ¿Y por qué en la plataforma de aterrizaje? -La mirada de Trevor se movió hacia la plataforma de asfalto medio cubierta por la nieve-. ¿Por qué no colocar una carga cerca de la casa?
– No pude acercarme lo suficiente a la casa -dijo Jock-. Hay un anillo de minas terrestres que rodea todo el perímetro. Tuve que esperar a que arreciera la nevada, poner la carga y salir de allí a toda prisa antes de que me vieran. -Miró a Trevor-. Se suponía que eran ustedes los que tenían que ir a buscar a Jane, no Reilly. No inmediatamente. Se suponía que ni Jane ni yo teníamos que estar aquí. Yo debería haber dispuesto de al menos otros treinta minutos, y todo habría acabado.
– Mala suerte. No siempre sale todo como uno piensa que saldrá. ¿Y qué es lo que impedirá que el helicóptero explote en cuanto se pose?
– Puse el cable a treinta centímetros de la plataforma y lo cubrí de nieve. La vibración no hará que estalle, aunque sí la presión directa de un pie.
– ¿Estás seguro?
Jock lo miró fijamente, desconcertado.
– Pues claro que estoy seguro. No cometo errores.
– ¿Y si Reilly no utiliza la plataforma de aterrizaje?
– Lo hará. En menos de diez minutos -dijo Jock-. Reilly es un hombre muy cauteloso. Podría no asustarse por tener que vérselas con nosotros, así que metí algo de presión.
– ¿Qué clase de presión?
– Llamé a la policía y les hablé del complejo de entrenamiento del otro lado de la frontera de Montana. -Consultó su reloj, y luego clavó la mirada en la puerta trasera-. Hace unos cuarenta minutos de eso. Si Reilly aún no ha recibido ninguna llamada del campamento, la recibirá pronto. Se marchará, y corriendo. Ordena que el helicóptero esté aquí lo antes posible.
– ¡Joder! -Trevor se volvió a MacDuff-. Dijo que era especialista en minas. Seguro que Jane se irá con Reilly. Puede incluso que la haga salir primero. ¿No puede desactivar la carga?
– No en cinco minutos. Llegaría allí justo a tiempo de encontrarme con Reilly y su tripulación.
– ¡Mierda! Entonces intentemos perseguirlos.
– No. -Jock estaba meneando la cabeza-. Ya se lo dije. No podemos arriesgarnos…
– No podemos arriesgarnos a que Jane salte por los aires -le interrumpió Trevor-. Así que encontremos una manera de entrar allí antes de que llegue el helicóptero.
– Estoy pensando en ello. -Jock arrugó la frente mientras bajaba la mano y cogía su rifle-. La distancia es un poco excesiva para un disparo certero. Esto iba a salir a la perfección. No deberían haber estado aquí. Ahora tendré que… ¡Mierda!
– ¿Qué pasa?
– Se ha levantado el viento y está barriendo la nieve que cubre el cable. Puedo ver un poco desde aquí.
Trevor también podía verlo.
– Bien.
– No. Si lo ve él, entonces todo se echará a perder. No puedo dejar que suba a ese helicóptero. Esta puede ser nuestra última oportunidad. -Empezó a avanzar-. Tal vez, si tengo cuidado, pueda salir e intentar cubrir de nuevo ese cable. -Levantó la cabeza y miró hacia el cielo-. Demasiado tarde. Se acabó el tiempo.
Trevor también pudo oírlo: el batir de los rotores del helicóptero.
– ¡Me cago en diez! -Desvió como un rayo la mirada hacia la casa.
La puerta trasera se estaba abriendo.
– De prisa. Sal ahí. -Reilly empujó a Jane para que saliera y le dijo por encima del hombro a Kim-: Quédate aquí, asegúrate de que Norton lo mete todo en la camioneta y vete con él.
– ¿No me llevas contigo? Ese no era el plan. -Kim lo miró indignada-. ¿Me abandonas?
– Si la policía está en el campamento, no tardarán en ocupar todo este lugar. Se incautarán de mi colección. Tengo que estar seguro… -Se interrumpió cuando vio la expresión de Kim-. Muy bien. Sólo dile a Norton que recoja todo y sal de aquí dentro de media hora.
– Se lo diré. -Le entregó los informes personales-. Espérame.
– Zorra arrogante -mascullo Reilly mientras empujaba a Jane por delante de él-. Si no temiera que le prendiera fuego a mi colección, dejaría que se pudriera aquí. De todas maneras, de ahora en adelante no me va a ser tan útil.
– Eso sí que es lealtad. -Jane observó aterrizar al helicóptero azul y blanco-. ¿Es incapaz de ver que se le está yendo todo al traste? La policía se está acercando. Olvídese del trato que hizo con los musulmanes. Llegue a un acuerdo.
– Si pudieras ver lo que hay en esos informes personales, ni siquiera lo sugerirías. Ellos no llegarían a ningún acuerdo. -Aceleró el paso-. Y cuando esté en el aire, voy a hacer esas llamadas a mis hombres de Chicago y Los Ángeles, y dentro de dos horas tendré a un socio muy feliz que se reunirá con nosotros en Canadá y nos llevara en un periquete a Corea del Norte.
¡Dios bendito! Jane no podía dejarle subir a aquel helicóptero. Reilly no debía hacer aquellas llamadas.
¿Y qué demonios podía hacer para detenerlo?
Tenía que ganar tiempo. Se paró.
– No voy a ir.
Reilly la apuntó con una pistola.
– No tengo tiempo para esta tontería. He tenido que superar muchas dificultades y no tengo ninguna intención de perderte ahora. No es que sea un…
Un disparo.
Dolor.
Jane se desplomó sobre el suelo.
Capítulo 21
– ¿Qué demonios has hecho? -exclamó Trevor-. Le has disparado a ella, idiota.
– Sólo una herida superficial en el brazo. -Jock estaba apuntando de nuevo el cañón de su rifle-. Estaba en medio. No podía dispararle a Reilly.
– Y sigues sin poder. Se está dirigiendo hacia ese helicóptero, zigzagueando como un jugador de fútbol. -MacDuff empezó a reírse-. Y deja atrás a Jane, Jock, hijo de puta, que era lo que pretendías.
– Me pareció razonable. Si no puedo dispararle, entonces lo distraeré lo suficiente como para que le alcance la explosión. Reilly siempre me enseño a tener una solución de emergencia. -Apuntó directamente a la nuca de Reilly-. Es una lotería -murmuró-. ¿Ahora se moverá hacia la izquierda o a la derecha? Supondré que… a la izquierda. -Apretó el gatillo.
Jane observó con horror cómo explotaba la cabeza de Reilly.
– Hija de puta. -Kim Chan estaba parada a unos pocos metros, mirando de hito en hito al monstruo que un momento antes había sido Reilly-. Le dije… -Temblaba de ira cuando se volvió hacia Jane-. Tú. Él jamás debió… El muy idiota. -Levantó la pistola que tenía en la mano-. Todo es culpa tuya. De ti y de esa idiota de Cira. Las dos fuisteis…
Jane rodó sobre la nieve y golpeó a Kim en las piernas, haciéndola caer.
Tenía que coger el arma.
La tenía.
Pero Kim se había levantado y corría hacia el helicóptero. ¡Joder!, ¿sabía los números de teléfono para llamar? ¿Le harían caso los terroristas suicidas si llamaba? Trabajaba estrechamente con Reilly. Existía la posibilidad de que Kim quisiera ocupar el lugar de su jefe. Jane se levantó como pudo.
– Detente. No puedes hacer…
La tierra tembló cuando Kim pisó el cable tapado por la nieve que rodeaba la plataforma del helicóptero.
¡Bummmm!
Una explosión.
Llamas.
De repente la mujer dejó de estar allí.
Y luego explotó el helicóptero.
Los fragmentos de metal y los rotores salieron despedidos en todas las direcciones.
Jane enterró la cara en la nieve e intentó aplastarse todo lo posible contra el suelo.
Cuando levantó la vista al cabo de unos segundos lo único que vio fue los restos ardientes del helicóptero.