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– ¿Estás bien? -Era Trevor, que estaba arrodillado a su lado, desabrochándole el anorak para verle el brazo.

¡Estaba vivo! ¡Gracias a Dios!

– Creía que estabas muerto -dijo Jane con voz temblorosa-. La mina…

– Jock la hizo estallar para hacer que todos creyeran que me la había tragado. MacDuff y él estaban vigilando la casa y me vieron cuando me alejaba a rastras. Se lo agradecí. -Apretó los labios-. Hasta que ese chiflado te disparó porque te interponías entre él y Reilly.

– No creo que me haya hecho mucho daño. -Miró los restos ardientes del helicóptero-. Y valía la pena intentarlo para impedir que Reilly subiera a ese helicóptero.

– No estoy de acuerdo. -Trevor estaba mirando la herida-. Es sólo una pequeña hemorragia. Jock dijo que era una herida superficial.

– ¿Dónde está? -Entonces vio a Jock y a MacDuff, que se dirigían hacia la casa. Los llamó-. Tened cuidado. Norton está dentro y…

– No se preocupe -dijo MacDuff-. Tendremos cuidado. Pero Jock no quiere que la policía haga daño a este tal Norton. Quiere encontrarlo primero. Siente una especie de empatía.

– ¿Sentirá la misma empatía por esos terroristas suicidas del campamento? -murmuró Jane mientras MacDuff y Jock desaparecían dentro de la casa-. ¡Por Dios?, ¿qué haces con gente así?

– Entregarlos al Gobierno. Probablemente los ingresarán en un sanatorio e intentarán desprogramarlos.

– Si los pueden encontrar. Reilly los llamó y les dijo que quería que se «dispersaran» todos. -Se levantó-. Pero se llevó los expedientes personales con él. -Se acercó lentamente al cadáver de Reilly-. Los expedientes deber tener alguna información sobre esas personas-. Tuvo especial cuidado en no mirar el cuerpo sanguinolento de Reilly mientras le guitaba el maletín de la mano-. Tenía otro con las traducciones de diversos documentos de Herculano. No lo veo… Allí está. -El otro maletín había salido despedido varios metros a causa de la explosión.

– Yo lo cogeré. -Trevor atravesó el campo y cogió el maletín-. Ahora vayamos a urgencias a que te vean esa herida. -Sonrió-. Y tampoco me importaría que me aplicaran algunos primero auxilios a mí. MacDuff me hizo un vendaje bastante provisional.

– Tanto quejarse, tanto quejarse. -MacDuff se dirigía hacia ellos-. Tiene suerte de que estuviera allí para salvarle el culo. No puede esperar tenerlo todo. -Echó un vistazo al maletín que Jane llevaba en la mano-. ¿Qué es eso?

– Expedientes personales del campamento.

MacDuff se puso tenso.

– ¿Y qué va a hacer con ellos?

– Entregárselos a Venable.

MacDuff meneó la cabeza.

– No el de Jock. -Levantó la mano-. Puede hacer lo que quiera con el resto. Pero no con el expediente de Jock.

Jane titubeó.

– Cuidaré de él -dijo en voz baja MacDuff-. Sabe que lo haré. Le falta muy poco para llegar a ser normal. Sea lo que sea lo que se suponga que es ser normal. No dejaré que todo se vaya al infierno. Y usted tampoco quiere eso.

No, Jane no quería que eso ocurriera. Abrió el maletín y examinó superficialmente el contenido. Levantó lentamente el maletín.

– Sólo el expediente de Jock, MacDuff.

MacDuff hojeó los expedientes y sacó uno de la carpeta.

– Esto es lo único que me importa. -Lanzó una mirada hacia el maletín que sujetaba Trevor-. ¿Y eso qué es?

– Copias de las traducciones de los documentos de Herculano propiedad de Reilly -respondió Trevor.

MacDuff entrecerró los ojos.

– ¡No me diga! Realmente me gustaría echarles un vistazo.

– Y a mí -dijo Jane-. Y me he ganado el derecho a ser la primera en verlos.

– ¿Por qué no me deja…?

– Desista, MacDuff.

Pensó que el escocés iba a seguir discutiendo, pero en cambio el hombre sonrió.

– De acuerdo, desisto. -Le devolvió el maletín a Jane-. Pero téngame presente para ser el segundo en verlos. Y debería irse de aquí con eso, o será incautado como prueba y enterrado durante una década más o menos por el papeleo burocrático. Y ninguno queremos eso. ¿Puede conducir?

Ella asintió con la cabeza.

– Hay una camioneta en el garaje que Norton estaba cargando. Vayan a un hospital y que les curen esas heridas.

– Puedo conducir -dijo Trevor.

– Has perdido más sangre que yo -dijo Jane-. Jock intentó infligirme el menor daño posible. -Sacudió la cabeza con aire contrito-. ¡Por Dios!, no me puedo creer que estemos discutiendo sobre quien está más herido.

– Lo que quieras. Tú ganas. ¿Quién se va a quedar aquí a esperar a la policía?

– Lo haré yo -dijo MacDuff-. Llame a Venable y dígale que se ponga en contacto con las autoridades locales para allanar el terreno. No quiero acabar entre rejas. -Miro a Jane-. ¿Le dio alguna idea Mario de lo que había en el último pergamino de Cira?

– Sólo que daba una pista sobre el oro. Iba a venderle la traducción a Reilly. -Arrugó la frente al recordar aquella conversación con Mario-. No, no es verdad. Iba a decirle dónde encontrar la traducción. -Miró a Trevor-. Tenemos que volver a la Pista.

– ¿Está allí todavía?

– Eso es lo que dijo. -Echó un vistazo a MacDuff-. Así que parece que seguiremos siendo sus invitados durante algún tiempo.

– Eso, si les permito que vuelvan.

Trevor se puso rígido.

– Le he pagado el alquiler, MacDuff. No me joda.

– Resulta muy tentador cerrar las verjas y buscar yo mismo esa traducción. Es mi casa, y la posesión son las nueve décimas partes de la ley. -Y añadió en voz baja-: Vaya, incluso se dejó allí la estatua de Cira, Trevor. ¿Cómo me puedo resistir?

– Inténtelo -dijo Jane secamente-. Usted no es el viejo Angus, y no le vamos a aguantar que juegue con nosotros al terrateniente sin escrúpulos.

MacDuff se echó a reír.

– Era sólo una idea. En realidad estoy encantado de tenerlos a mano para que me ayuden. Me llevaré de vuelta a Jock, y puede que necesitemos ayuda, si Venable averigua que fue él quien ocasionó toda esta carnicería.

– Venable debería de estar agradecido -dijo Jane.

– Pero las agencias del gobierno hacen preguntas, buscan a fondo y a veces la gratitud se pierde por el camino -dijo MacDuff-. ¿Qué tal si nos reunimos con ustedes en el aeropuerto y volvemos juntos? Telefonearé en cuanto me vea libre de esto. Créanme, será mucho más fácil superar a los guardias de la verja, si los acompaño.

Trevor se encogió de hombros.

– Haga lo que quiera. Pero no llame a su gente para que registren el estudio de Mario antes de que lleguemos.

– Qué suspicaz es. Ni se me había ocurrido. -MacDuff se alejó-. Esperaré aquí y haré guardia hasta que llegue la policía. Antes de irse, envíenme a Jock. Tengo que darle instrucciones sobre lo que debe decirle a la policía.

– No estoy segura de que lo escuche -dijo Jane-. Estos días parece estar actuando según sus propios planes.

MacDuff apretó los labios con todas sus fuerzas.

– Haré que me escuche.

Jock estaba parado sobre el cuerpo de Norton cuando llegaron al garaje. Los miró con aire culpable.

– No lo he matado. No tardará en despertar.

Trevor se arrodilló y comprobó el pulso de Norton.

– ¿Qué ha ocurrido?

– Está entrenado para proteger a Reilly. Sabía que no podría convencerlo para que se rindiera. -Se encogió de hombros-. Así que le corté la circulación de la artería carótida y lo tranquilicé. -Se volvió hacia Jane y dijo con seriedad-: Lamento haberla disparado. Tuve mucho cuidado.

– Estoy segura de que lo tuviste. Hiciste lo que te pareció mejor. De todas formas, eso detuvo a Reilly. -¡Por Dios!, qué extraño resultaba consolar a alguien que te acababa de disparar-. Pero tenemos que marcharnos e ir al hospital. MacDuff nos dijo que cogiéramos esa camioneta y que te dijéramos que te quería ver. Las autoridades van a hacer preguntas, y quiere que tengas las respuestas adecuadas.