Jane hizo lo mismo.
– Jock ha huido.
– Ya lo he oído -dijo Trevor-. ¿Está preocupado MacDuff?
– Si lo está, no lo admitirá. -Jane puso ceño-. Estoy preocupada. No me importa su conocimiento de las técnicas de supervivencia. Puede que no quiera vivir. Ya intentó suicidarse. MacDuff ya está a salvo de Reilly, y eso le quita a Jock una razón para vivir.
– Puede que haya adelantado lo suficiente para que el instinto de conservación se ponga en funcionamiento.
– Tal vez. -Jane miró a través de los enormes ventanales hacia los aviones aparcados en las puertas de embarque-. Tendremos que esperar y ver.
– Ahora no puedes hacer nada por Jock. Concéntrate en lo que puedas hacer.
– Encontrar la traducción de Mario. -Trevor tenía razón. Si MacDuff había abandonado la búsqueda porque no quería encontrar a Jock y revelar su presencia a los demás buscadores, entonces era aun menos probable que ella pudiera ayudar a Jock de inmediato. Lanzo una mirada hacia la silla que tenía al lado, al maletín de Reilly conteniendo las copias de sus documentos de Herculano-. Y después revisaré esto y veré si puedo averiguar todo lo que Reilly sabía de Herculano. Mencionó que uno de esos documentos había hecho que viera a Cira de una manera completamente nueva…
MacDuff estaba en lo cierto. Los guardias de la verja de la Pista de MacDuff les dieron el alto de inmediato, y sólo cuando el terrateniente salió del coche y lo reconocieron, dejaron que el coche entrara en el patio.
MacDuff hizo un gesto con la mano a Trevor para que siguieran sin él, y se volvió para hablar con Campbell, el guarda.
– Estamos dentro -dijo Trevor-. No las tenía todas conmigo en relación a si íbamos a tener problemas con que MacDuff cumpliera el compromiso.
– Sólo estaba jugando con nosotros. No es idiota. Este lugar y el nombre de su familia significan demasiado para él para que se arriesgue a ser demandado por incumplimiento de contrato.
– Pareces muy segura. -Trevor aparcó el coche delante del castillo-. Aunque por otro lado has llegado a conocerlo bastante bien por Jock.
Sí que tenía la sensación de conocer a MacDuff. Era un hombre severo y difícil, y nunca había sido agradable ni condescendiente con ella. ¡Coño! ¿Y quién quería condescendencia? La condescendencia era degradante y hacía que a ella le entraran ganas de soltarle un puñetazo en la nariz a cualquiera. Siempre había querido que se la aceptara como una igual, con sus méritos y sus defectos.
– No es un gran enigma. -Salió del coche-. Como el resto de nosotros, hace lo que tiene que hacer para conseguir lo que quiere. -Arrugó la nariz-. Lo que pasa es que quiere un jodido castillo.
Trevor cambió de tema mientras la seguía al interior del castillo.
– ¿Sabes dónde vas a buscar la traducción? ¿Te dio Mario alguna pista?
– No gran cosa. -Empezó a subir las escaleras-. No lo sé. Tal vez sí. Tendré que pensar en ello.
– Subiré a ayudarte en cuanto termine de comprobar con Venable sus avances para encontrar a Jock. Se llevó algunos rastreadores de las Fuerzas Especiales. Probablemente puedan localizarlo.
– ¿Eso crees? ¿Quién es el que lo comparó con Rambo? No estoy tan segura.
– Y no quieres que lo encuentren.
Jane se paró en las escaleras para mirarlo.
– ¿Y tú?
Trevor negó con la cabeza.
– Pero aunque MacDuff destruyó el expediente de Reilly sobre él, todavía podría tener una reacción violenta. Jock ha demostrado lo peligroso que puede ser. Tal vez fuera una buena idea que consiguiera ayuda en un psiquiátrico.
– Y un cuerno sería una buena idea. ¿Quieres que intente suicidarse otra vez?
– Quizá esté lo suficientemente curado para no… -Se encogió de hombros-. De acuerdo, sería un riesgo. -Avanzó por el pasillo-. Pero tampoco quiero que muera en medio de una tormenta de nieve.
Eso era lo que también la había estado preocupando a Jane.
– Creo que estará perfectamente bien. -¡Por Dios!, en eso confiaba-. Es duro. Y quizá el entrenamiento de Reilly le salve la vida. Bien sabe dios que el muchacho se merece alguna compensación de ese bastardo. -Empezó a subir la escalera de nuevo-. Siempre que los hombres de Venable no lo acorralen y lo hagan reaccionar, en lugar de pensar.
Trevor ya había entrado en la biblioteca y no contestó.
Jane abrió la puerta del estudio de Mario y se quedó allí parada, mirando la habitación que tan bien conocía. La mesa que rebosaba de papeles; la estatua de Cira junto a la ventana; el sofá del rincón donde ella había pasado tantas horas… Todo era lo mismo y sin embargo diferente. Nada era como ella había percibido que era.
¡Ánimo!
Enderezó los hombros, arrojó el maletín que contenía los documentos de Herculano de Reilly sobre un sofá situado junto a la puerta y se dirigió con aire resuelto a la mesa. Encontrar la carta de Cira era su primer objetivo. Empezó a revisar cuidadosamente los papeles del escritorio de Mario. Diez minutos más tarde renunció a la búsqueda y se dirigió al dormitorio del joven.
Allí tampoco había nada.
¡Maldición!, no había dispuesto de tanto tiempo para esconder la traducción. Quizá la destruyera…
No, había significado demasiado para él. Aunque no hubiera considerado la traducción como moneda de cambio, había habido una parte de Mario que se había sentido orgullosa de su trabajo, y él había estado absolutamente enfrascado en la leyenda de Cira. Incluso había insistido en que Trevor renunciara…
Se puso tensa.
– ¡Joder!
Salió del dormitorio de Mario, volvió a entrar en el estudio y se dirigió a la estatua de Cira, junto a la ventana.
– ¿Te la dio a ti? -murmuró Jane.
Cira le devolvió la mirada, descarada y resuelta.
– Tal vez… -Levantó el busto con cuidado y lo colocó en el suelo.
Sobre el pedestal había unas cuantas hojas de papel.
– ¡Sí! -Cogió las hojas, volvió a colocar la estatua y se dejó caer en el sillón. Las manos le temblaban cuando desdobló la traducción de Mario.
Mi querida Pía:
Esta noche puedo morir.
Julius se está comportando de manera extraña, y puede que haya descubierto que el oro ha desaparecido. Aunque los guardias a los que convencí para que hicieran mi voluntad siguen al servicio de Julius, es posible que él esté intentando desarmarme hasta que pueda averiguar a dónde envié el oro. No te remitiré esta carta, a menos que crea que es seguro. No corras ningún riesgo. Tú no debes morir. Tienes que vivir muchos años y disfrutar cada minuto de tu vida. Todas las noches de terciopelo y todas las mañanas de plata. Todas las canciones y todas las risas. Si no sobrevivo, recuérdame con amor, no con amargura. Sé que debería haberte encontrado antes, pero el tiempo pasa volando, y no se puede volver atrás. Pero ya basta de tanta melancolía. Es permanecer junto a Julius lo que hace que piense en la muerte. Necesito hablarte de la vida, de nuestra vida. No mentiré; no puedo prometerme que será ni…
Capítulo 22
– ¿Adónde vas? -le preguntó Bartlett mientras Jane bajaba las escaleras a toda velocidad-. ¿Va todo bien?
– Fantástico. Dile a Trevor que vuelvo enseguida. Tengo que ver a MacDuff… -Desapareció cuando salió corriendo por la puerta y bajó los escalones delanteros. No, a MacDuff no. Todavía no. Cruzó el patio como una flecha y entró en el establo. Un instante después levantó la trampilla, cogió una linterna y empezó a bajar la escalera que conducía hasta el mar.
Fría. Húmeda. Resbaladiza.
La casa de Angus, la había llamado Jock. Y luego, también la habitación de Angus. A ella le había parecido extraño, dado que no había ninguna habitación…